O cumplen o se van

EDGAR QUIÑONES SEVILLA

Los triunfadores de la II Guerra Mundial, contra Hitler, Mussolini y el Emperador de Japón, Franklin Roosevelt, José Stalin, Winston Churchill y Charles De Gaulle, estuvieron acertados al acordar la creación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1945, convencidos de que los enfrentamientos bélicos iban a desaparecer de la Tierra. No pensaron que los fabricantes de armas jamás cerrarían sus fábricas ni dejarían de promover los conflictos armados. Pese a la ONU, ahora hay más guerras que antes.

Lamentable es que naciones subdesarrolladas -que requieren de los ingresos de sus materias primas para necesidades elementales- se sumen a las grandes potencias para estimular toda clase de contiendas y hasta emplear en guerras los fondos para alimentación, educación, medicina, vivienda y recreación de sus habitantes. En otros casos los pobres se agregan a las estrategias de los poderosos en acciones de bloqueos que impiden comprar lo indispensable o vender su producción minera o agrícola al que mejor le convenga.

No conformes, los dueños del planeta, con ese comportamiento abusivo y vergonzoso, obligan a los subdesarrollados a desconocer a los gobiernos legítimos nombrados por el pueblo de su país, único autorizado para escoger sus gobernantes. Las Naciones Unidas con su Consejo de Seguridad, donde 5 son más que 200 no es otra cosa que la muestra del abuso vergonzoso de los dueños y proveedores de las armas, que se enriquecen sin importarles que los compradores solo aseguran con ese negocio, menos de un metro cúbico de tierra antes de desaparecer definitivamente.

Resulta difícil creer que la ‘ley de la selva’ prosiga reinando en este planeta, donde la tecnología y el avance científico nos han catapultado al goce de beneficios increíbles como el Internet, la televisión, la robótica, automóviles eléctricos y la pronta cura del cáncer y otros males que parecían flagelos insuperables. Es hora de que el hombre abandone la caverna y las viejas prácticas de apropiarse de lo que a otros humanos corresponde y aprenda a disfrutar con sus semejantes lo que todos producimos.

Se hace indispensable que los pueblos se adueñen de la conducción de cada uno de sus estados e impidan que únicamente los bravucones se nutran de los bienes naturales y creados de sus países. Cada nación debe resolver su futuro bajo la creación talentosa de sus hijos nativos. Si la ONU no cumple su papel habrá que cambiarla más temprano que tarde.