Luis Vargas Torres, Mártir y Héroe Nacional

HONOR. Luis Vargas Torres, un hombre lleno de heroísmo y lealtad a sus principios.
HONOR. Luis Vargas Torres, un hombre lleno de heroísmo y lealtad a sus principios.

Un día como hoy, el 20 de marzo de 1887, hace 132 años, fue asesinado en Cuenca el coronel Luis Vargas Torres, gloria inmarcesible del liberalismo ecuatoriano en su época dorada, quien había nacido en Esmeraldas en 1855 en el hogar formado por Luis Vargas y Delfina Torres.

En prisión y minutos antes de su fusilamiento, un religioso trató en vano de persuadirle para que pidiera perdón, pero se negó. Igual negativa mostró cuando pretendieron vendarle los ojos o que se colocara de espaldas para su fusilamiento.

Con solo 32 años de edad, luego de ser capturado en la batalla de Loja, el 7 de diciembre de 1886, un pelotón de fusilamiento ejecutó la sentencia de muerte ordenada por el Consejo de Guerra, reunido el 4 de enero de 1887.

Leal a sus principios

Luis Vargas Torres fue un leal seguidor de los ideales del general Eloy Alfaro Delgado, por lo que, como tal participó en la Revolución Liberal. No escatimó esfuerzos y sacrificios económicos para apoyar al ‘Viejo Luchador’ en su rebelión contra el gobierno Ignacio de Veintimilla, primero y luego contra José María Plácido Caamaño.

En 1883 fue elegido diputado, al siguiente se lanzó contra el gobierno de Caamaño y luego de una serie de acciones que incluyeron salidas del Ecuador como estrategias, cuando intentaba apoderarse de Loja fue tomado prisionero en diciembre de 1886.

Sus compañeros de prisión fueron obligados a ver su ejecución, uno de ellos, el también esmeraldeño Rafael Palacios, fueron obligados a ver la ejecución, ellos en medio de llantos vieron cómo se acababa con la vida de un hombre por el único motivo de luchar por sus ideas.

Día infausto

El frío invernal hacía tiritar a los madrugadores de aquel día infausto y una lluvia sutil, cerniéndose incesante, humedecía la tierra. Algunas horas después, numerosos grupos se dirigían a la Plaza Mayor de Cuenca y se iban colocando sobre unos grandes montones de tierra que en ella había.

Salieron las tropas de sus cuarteles y fueron formándose en silencio en uno de los lados de la anchurosa plaza. Se abre una puerta y por ella sale en medio de escoltas el infortunado joven, que minutos más tardes sería fusilado, era el coronel Luis Vargas Torres.

Esmeraldas, el Ecuador y América recuerdan la muerte de Luis Vargas Torres, cuya egregia figura crece con el pasar de los años, su heroísmo, valentía, su fidelidad a las ideas liberales, su atildada pluma, perduran en el tiempo.

Entorno familiar

Luis Vargas Torres solo tuvo dos hermanos de padre y madre: Rómulo y Zulema, quien falleció a los 15 años de edad aproximadamente. Ellos fueron los hijos del primer matrimonio de doña Delfina Torres de la Carrera, los que no tuvieron hijos y por ende descendencia.

Al quedar viuda doña Delfina, vuelve a contraer nupcias con Uladislao Concha, con quien procreó a Carlos Concha Torres y otros hijos más. Por parte de madre, Luis Vargas Torres tuvo diez hermanos: Clemente, Jorge, Carlos, María del Carmen, Esther, Fernando, Teresa, José María, Pedro y Delfina Concha Torres.

PARA SABER

En varias ciudades del Ecuador hay calles que llevan el nombre de Luis Vargas Torres, en homenaje al ilustre esmeraldeño, declarado por el exCongreso Nacional, como Héroe Nacional.

TOME NOTA

Hoy se realizarán una serie de actos para recordar los 132 años de su vil asesinato.

Última carta de Luis

Vargas Torres a su madre

Señora Delfina Torres V. de C.

Guayaquil.

Comprendo muy bien, madre mía, que éste mi último adiós te hará sufrir mucho, muchísimo; pero, ¿cómo irme a la eternidad sin despedirme de los seres más queridos que tengo en este mundo, de ti madre querida, de María, de Ester, de Teresa y Delfinita?

¡Ah! Mucho sufrirás con mi partida: Yo también sufro con dejarte; pero allá, libre de la ferocidad de los hombres y en unión de nuestro querido Clemente, te esperaré para darte el abrazo del que me privan aquí en la tierra los hombres inhumanos separándome de ti.

Después de pocas horas dejaré de existir derramando mi sangre en un patíbulo. Muy bien sabes que ningún crimen he cometido y que solo por ser un honrado ciudadano y amante del progreso de mi patria voy a recibir esa muerte; pero ¡ah! Sí soy criminal, mucho has llorado, mucho has sufrido.

Aquellos insensatos que me matan por satisfacer una ruin venganza, creen contener el vuelo de la revolución con este crimen y no saben esos infelices que lo que hacen es darle más aire y más espacio; quiera Dios, madre mía, que sea yo la última víctima que presencien los pueblos.

Algunos días ha que no veo a Jorge, pero creo está en esta ciudad; no puedo verle, pues, estoy completamente incomunicado y ojalá que no lo vea para que mi corazón no flaquee y no asomen lágrimas a mis ojos; pues, si asomasen creerían mis enemigos que la cobardía domina a mi corazón. Con él les dejo algunos recuerdos.

No puedo más; las lágrimas brotan a mis ojos sin cesar y mi corazón desfallece. Adiós madre querida, adiós. No desesperes; tus hijos necesitan de tu apoyo y tus sufrimientos te abren el camino de la felicidad.

Adiós, adiós

Luis

Cuenca, en mi prisión, marzo 19/1887.