Puertas, mudas testigos

Mariana Velasco

Hay puertas, mudas testigos de amores, sombras, alegrías, tristezas, milagros y miserias. Permiten libre circulación: pasar, entrar, salir, tanto en la tierra como en el cielo. Jerusalén tiene doce. La ‘Puerta de Alcalá’ de la orgullosa Madrid y otras tantas que atravesamos, sin mencionar las ‘Puertas Santas’ que se abren después del año jubilar.

Son simbólicas. Para los creyentes, representan el paso del pecado a la redención, de la muerte a la vida. La Iglesia recuerda que sus puertas marcan el límite entre lo profano y sacro. En el catolicismo:” yo soy la puerta; el que por mí entrare, sería salvo”, tiene peso y con la llegada del papa Francisco, las puertas de la fe, recobran fuerza.

De forma figurada, las puertas son la gloria de la ciudad y de la vida de sus habitantes al ser el lugar más público de la aldea o la metrópoli, al despedir o recibir y al mismo tiempo ser testigos de la muerte en cada despedida. También cumplen una función estética al permitir crear una impresión de lo que está más allá. También hay de las otras, de aquellas que se cierran al amor, bloqueando los puntos más débiles de los muros del corazón.

Esas puertas, sujetas con bisagras a cada lado, que les permite girar, cerrar y obstruir el paso de sus dominios, evocan imágenes del amor filial al despedir o recibir a sus vástagos. Y qué decir cuando el hijo sin palabras, contempla el paso fúnebre de sus progenitores hacia la morada eterna.

A días del arranque oficial de la campaña electoral para elegir autoridades seccionales puerta a puerta, en baratillo de ofertas, caerán discursos vaciados cubiertos de bambalinas. Mi homenaje a Violeta Luna en su poema ‘Canto Quinto’: “No quepo en estas puertas, /son puertas solamente, / con llave y cerraduras peligrosas, /no hay puertas para mí en ninguna parte, / son todas tan absurdas…”

[email protected]