Se fueron

MARÍA LUISA GÓMEZ DE LA TORRE GÓMEZ

Con satisfacción se conoce que determinados asambleístas lograron el sueño de erradicar lo malo que estaba enquistado en el ámbito de la Asamblea. La tela es grande y hay bastante que cortar, los silencios –no musicales– van saliendo a la luz por parte de quienes sí saben que su deber y su función es fiscalizar, corregir y sancionar lo mal habido. La política es el arte de gobernar el Estado, pero hoy, quienes se sienten inmersos en ella, fallan en su cortesía y más bien tratan de sobresalir con el politiqueo que los conlleva a desmerecer su imagen.

Mar de casos de corruptela aparecen y siguen apareciendo en malos políticos que avergüenzan el Estado ecuatoriano con sus acciones degradables y componendas de “ahora es la oportunidad” de llevar el billete a como de lugar como el caso de negocios y coimas, de cargos fantasmas y cobros por sueldos indebidos, relumbrón de nepotismo -favor desmedido que un alto funcionario dispensa a sus deudos y amigos-. Los que no asisten, los que se enferman por no votar por un noble cometido se convierten en cómplices y encubridores del descalabro y abuso del poder.

La luz de la verdad salió a flote y los bien intencionados de las comisiones sacaron a relucir la verdad y auténtico proceder en esta vez en que salieron dos damas asambleístas llevándose consigo el cargo de conciencia por la maldad y la mentira. En esta ocasión sí parece que hay representantes que hacen mayoría en la Asamblea a favor de la cirugía del pulpo canceroso de la corrupción e impunidad.

Ante el vacío de la silla de la Fiscalía General del Estado, debería subir a ella la profesional que ha hecho méritos con su proceder, inteligencia, conocimiento de causa, presentación incólume, sacando a la luz la verdad oculta, me refiero a Diana Salazar quien ha dejado huellas imperecederas por su saber y dominio, mística de trabajo, idoneidad, seriedad, verticalidad.

Quien se fue, que logró el cargo de Fiscal por mejor puntuado, que salió a la China y regresó víspera de su renuncia, nos dejó la incertidumbre. Se fueron ya algunos, huyendo, escapando de la sanción y la justicia, otros se han quedado, pues, el paso de la fiscalización y corrección no brilló en la Asamblea en tiempo anterior.

Los asambleístas tienen un enorme compromiso moral con el país, pero hay quienes esgrimen ese reto que les dio la oportunidad ciudadana, siguen siendo adulones de su partido, “al que le cae el guante que se lo chante”, la picardía, el embuste, deben ser exterminados si es posible con la Ley del Talión, ojo por ojo, diente por diente.