Margaritas

AUTOR: CARLOS TRUJILLO SIERRA

Sería bonito, aunque intrascendente, hablar de margaritas deshojadas o de ilusiones desechas, pero con cadáveres desperdigados como pétalos sangrientos por las carreteras del paisito, tenemos que pensar y hacer conciencia del Policía raso que no revisó los papeles del bus que partiría en su viaje fatal y final; en el Sargento que no reclamó al raso, en el Oficial que no exige a sus subordinados, en el coronel que está tan arriba, en el Ministro que está más arriba aún y por fin en el Presidente que los nombró confiadamente creyendo que sus subordinados cumplirían sus obligaciones. Cuando había muchos caballos, se decía “por un clavo se perdió la batalla” (un clavo en la herradura del caballo). Con diez años en los cuales se estimuló la delación, los responsables inmediatos, hipócritamente, dicen “no queremos sancionar queremos que tomen conciencia”.

A los pillos que les encontraron pacas de dólares los tienen en cana -son PPL-; los que se llevaron muchos millones están protegidos en sus casas o en otros países con su doble nacionalidad y por el velo del secretismo. Las denuncias de glosas por 111 millones, en un caso, ya no crean admiración ni en la prensa. No robe poco, robe más de 100 millones y desaparecerán todas las evidencias y hasta las denuncias. Con las facilidades informáticas hasta las transacciones por cientos y miles de millones se quedan sin huella, nadie firma recibos, nadie acepta en billetes porque serían muchos contenedores y los billetes dejan huellas numéricas.

Añada a esto la clandestinidad de los arreglos -privacidad o sigilo lo llaman- entre Presidentes de países soberanos o entre un Presidente y un dueño de una firma transnacional. Y la monstruosidad y el miedo echan toneladas de respetabilidad y decencia sobre los beneficiarios tiburones. Piense que gastando 100 dólares diarios un millón le duraría para 10.000 días o sea casi 30 años de vida regalada.

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