Mario Vargas Llosa: Cartógrafo de la palabra

Agustín Vaca Ruiz| RS 63

Un día de octubre de 2010, los amantes de la buena literatura y del compromiso que deben tener los escritores para consigo mismo, nos despertamos con la grata noticia que la Academia Sueca de la Lengua había otorgado el Premio Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936). Noticia que la esperábamos desde hace varios años y que en muchos momentos llegamos a creer que no se haría realidad por razones similares a las que primaron, en todo momento, para negarle este galardón a quien fuera uno de los más grandes exponentes de la literatura universal en el siglo XX: Jorge Luis Borges; esto es por razones políticas.

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En el momento en que Vargas Llosa fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura tenía 74 años, su obra era reconocida en todo el mundo y había recibido múltiples reconocimientos, desde aquel ya distante año de 1962 en que obtuvo el Premio Biblioteca Breve por La ciudad y los perros; posteriormente, el Premio Nacional de Novela del Perú por La Casa verde en 1967, obra que el mismo año fue galardonada con el Premio Rómulo Gallegos; el Príncipe de Asturias de las Letras en 1986; el Planeta en 1993por Lituma en los Andes; en 1994 el Cervantes, el más importante en lengua española; y, el Premio Internacional Menéndez Pelayo en 1999, por citar únicamente algunos. Al mismo tiempo, las más reputadas universidades del mundo, tales como: Yale, Harvard, Oxford y la Sorbona, lo habían otorgado doctorados honoris causa. La síntesis de los fundamentos de la Academia Sueca de la Lengua para este reconocimiento fue la siguiente: “por su cartografía de las estructuras de poder y de sus imágenes mordaces de la resistencia del individuo, la rebelión y la derrota”.

Fundamentación que tiene un gran sustento como lo explicaremos posteriormente, no sin antes citar los razonamientos de la Academia en los casos de otros latinoamericanos que obtuvieron una distinción similar:

Gabriela Mistral (1945): Por “su poesía lírica, inspirada por poderosas emociones y que ha hecho de su nombre un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano”.

Miguel Ángel Asturias (1967): Por “sus coloridos logros literarios, fuertemente arraigados en los rasgos nacionales y las tradiciones de los pueblos indígenas de América Latina”.

Pablo Neruda (1971): Por “una poesía que, con la acción de una fuerza fundamental, reaviva el destino y los sueños de un continente”.

Gabriel García Márquez (1982): Por “sus novelas e historias cortas, en las que lo fantástico y lo real son combinados en un tranquilo mundo de imaginación rica, reflejando la vida y los conflictos de un continente”.
Octavio Paz (1990): Por “la apasionada escritura de amplios horizontes, caracterizada por la inteligencia sensorial y la integridad humanística”. (Ministerio de Educación del Ecuador. “Nuestros Nobel” 2010p.p.11, 15, 32, 44, 54, 7

Como se puede apreciar en la lectura de estas fundamentaciones, hay en la mayoría de los casos una relación directa de causalidad entre América Latina y su obra, no así en los de Paz y Vargas Llosa, cuyo contexto es más universal, a pesar de que los libros de este último, fundamentalmente en lo que a novelas se refiere, están íntimamente vinculados con su país: Perú.

SUS NOVELAS MAS CONOCIDAS
La Academia destaca en su veredicto dice que en la obra de Vargas Llosa está presente el poder y más concretamente “las cartografía de las estructuras de poder”, en otras palabras, podríamos decir que el escritor ha trazado en su obra mapas del mismo, lo que se nota claramente en varios de sus libros y desde sus inicios como escritor, tal son los casos de: por citar únicamente los más conocidos de su novelística dentro de esta temática, publicados antes de la concesión del Nobel de Literatura:

La ciudad y los perros (1963), en la que formula duras críticas en torno a la instrucción en los colegios militares y todo lo que esta trae como consecuencia;
Conversación en la Catedral (1969), que gira en torno a la dictadura de Manuel Odría, que gobernó en el Perú durante los años 1948 a 1956;

La Guerra del Fin del Mundo (1981), que trata sobre una insurrección popular de tipo religioso ocurrida en el noreste del Brasil a fines del siglo XIX, reprimida en forma brutal por el gobierno;

La Historia de Mayta (1984), en la que “cuenta la vida de un viejo revolucionario que fracasó en su intento de lanzar una insurrección armada”, basada en hechos reales que ocurrieron en el Perú en 1962;

La fiesta del Chivo (2000), que trata sobre la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, una de las más sangrientas de América Latina, quien gobernó, de forma directa o indirecta, en República Dominicana durante 31 años (1930 – 1961); novela que debería ser leída de la mano con el libro “Memorias de un cortesano”, escrita por Joaquín Balaguer, siete veces presidente del citado país caribeño.

A estos libros se debe agregar:



SUS MEMORIASA MAS CONOCIDAS
El pez en el agua (1993), que abarca tanto su infancia y juventud, como su campaña por la presidencia del Perú, y que uno puede leerlo de forma “masoquista”, como lo hizo el suscrito, esto es siguiendo el orden de cada uno de los capítulos o primero los impares y luego los pares; recomendamos esta segunda alternativa.

Cartografías del poder que continuaron siendo dibujadas luego de la obtención del Nobel, especialmente sus novelas “El sueño del celta” (2010) y “Tiempos recios (2019). La primera que relata la historia del irlandés Roger Casement, quién fue uno de los primeros europeos en denunciar los horrores del colonialismo en África; y, la segunda, que es una dura crítica a la intervención de los Estados Unidos en Centro América, fundamentalmente en Guatemala, en la década de los cincuenta, y que en algunos pasajes e inclusive personajes está conectada con “La fiesta del chivo”.

ELOGIO A LA LECTURA Y A LA FICCIÓN
Si miramos la obra de este autor, necesariamente diremos como la lectura y la ficción le sirvieron de base para su vida literaria y, específicamente para
una brillante conferencia. Fundamentemos esta afirmación. Si uno desea conocer a rasgos generales la vida y la forma de pensar de Vargas Llosa basta con leer esta conferencia que inicia con lo que él considera “la cosa más importante” que le haya pasado en su vida, cuando aprendió “a leer alos cinco años” en Cochabamba (Bolivia). “La lectura –dice–convertía el sueño en vida y la vida en sueño y ponía al alcance del pedacito de hombre
que era yo el universo de la literatura”. Recuerda a quienes fueron los maestros que le enseñaron a “escribir historias”, a reanimar las “ideas e imágenes” que “desfallecían”: Flaubert, Faulkner, Martorell, Cervantes, Dickens, Balzac, Tolstoi, Conrad, Thomas Mann, Sartre, Camus, Orwell, Malraux, enfatizando en lo que recibió de cada uno de ellos; por ejemplo, de Camus y Orwell manifiesta que le enseñaron “que una literatura desprovista de moral es inhumana”. Resalta la importancia de la literatura al señalar que “además de sumirnos en el sueño de la belleza y de la felicidad, nos alerta contra toda forma de opresión, pregúntense -dice–por
qué todos los regímenes empeñados en controlarla conducta de los ciudadanos desde la cuna a la tumba la temen tanto que establecen sistemas de censura para reprimirla y vigilan con tanta suspicacia a los escritores independientes. Lo hacen –responde él mismo -porque saben el riesgo que corren dejando que la imaginación discurra, lo sediciosas que se vuelven las ficciones cuando el lector coteja la libertad que las hace posibles y que en ellas se ejerce, con el oscurantismo y el miedo que lo acechan en el mundo real”.(…)

EL TAN COMENTADO PUÑETAZO
En la Barcelona de esos años confluyeron, entre otros, los dos más importantes exponentes del “boom” literario latinoamericano, futuros premios Nobel de Literatura y grandes amigos: Gabriel García Márquez y Mario Vargas Losa; amistad que terminó para siempre un 12 de febrero de 1976 en ciudad de México, en el estreno de la película “Odisea en los Andes”, con el célebre puñetazo del peruano al colombiano, tema sobre el que, en una especie de pacto de caballeros, ninguno de los dos ha querido
revelar las razones del impasse y como lo ha dicho el propio Vargas Llosa: “García Márquez y yo estamos en desacuerdo en muchas pero en lo que estamos de acuerdo es que ese tema se lo dejamos a los biógrafos”.

Esta amistad también trajo como resultado lo que por aquellos años constituyó el más importante análisis de la obra de García Márquez, desde los primeros cuentos hasta “Cien años de soledad”, el ensayo titulado “García Márquez: historia de un deicidio”, que fue a su vez la tesis de Mario Vargas Llosa para la obtención del doctorado en Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid “con la calificación de sobresaliente cum laude tras su presentación el 25 de junio de 1971”. Ensayo publicado por Barral Editores el mismo año y que se convirtió en una joya bibliográfica casi imposible de encontrar en las librerías, porque su autor se resistió siempre a que se haga una nueva edición, hasta que cincuenta años después, esto es en 2021, fue publicado, bajo el sello de Alfaguara, por el Grupo Editorial Penguin Random House.

VARGAS LLOSA Y FRANCIA
Retomemos la conferencia de Vargas Llosa en el punto en que expresa que a Francia y a su cultura le debe “enseñanzas inolvidables, como que la literatura es tanto una vocación como una disciplina, un trabajo y una terquedad”.

Y agrega: Pero, acaso, lo que más le agradezco a Francia sea el descubrimiento de América Latina. Allí aprendí que el Perú era parte de una vasta comunidad a la que hermanaban la historia, la geografía, la problemática social y política, una cierta manera de ser y la sabrosa lengua en que hablaba y escribía. Y que en esos mismos años producía una literatura novedosa y pujante. Allí leí a Borges, a Octavio Paz, Cortázar, García Márquez, Fuentes, Cabrera Infante, Rulfo, Onetti, Carpentier, Edwards, Donoso y muchos otros, cuyos escritos estaban revolucionando la narrativa en lengua española y gracias a los cuales Europa y buena parte del mundo descubrían que América Latina no era sólo el continente de los golpes de Estado, los caudillos de opereta, los guerrilleros barbudos y las maracas del mambo y el chachachá, sino también ideas, formas artísticas y fantasías literarias que trascendían lo pintoresco y hablaban un lenguaje universal.” La empatía entre Francia y Vargas Llosa fue siempre muy grande, al extremo que, en febrero de 2023, la Academia de la Lengua de ese país lo incorporó como uno de sus miembros; incorporación que trajo como consecuencia algunos hechos inéditos: -Ser el primer escritor de habla castellana que ingresa a la Academia francesa, además de ser el único que obtiene esta distinción sin haber escrito su obra en francés. Ser el primer “premio Nobel de Literatura elegido tras obtener el galardón

DESCUBRIENDO AMÉRICA LATINA
Al leer el párrafo de agradecimiento a Francia, uno no puede dejar de lado situaciones personales y recordar que al igual de lo que le pasó a Vargas Llosa, también nosotros descubrimos a América Latina en Europa, concretamente en Madrid de inicios de los ochenta y en el Colegio Mayor Hispanoamericano Nuestra Señora de Guadalupe, microcosmo de nuestros países. La razón de esta situación, creemos que es simple: cuando estamos en América Latina vivimos tratando de encontrar las diferencias o las minucias que nos separan, al alejarnos la miramos desde otra perspectiva y buscamos todo lo que nos une, que siempre será mayor. Allí en Madrid también comprendimos por primera vez la genialidad de la obra maestra de García Márquez, “Cien años de soledad”, que fue la puerta de entrada hacia otros escritores de nuestra América. Continúa con sus recuerdos Vargas Llosa y, como no podía ser de otra manera, se hace presente su amado Perú: “Al Perú yo lo llevo en las entrañas, porque en él nací, nací, crecí, me formé, y viví aquellas experiencias de niñez y juventud que modelaron mi personalidad, fraguaron mi vocación, y porque allí amé, odié, gocé, sufrí y soñé”. Amor que, como él mismo reconoce, no impidió que solicite “sanciones diplomáticas y económicas” en contra del régimen dictatorial de Fujimori, por lo que llegaron a tildarlo de traidor y amenazar con quitarle la ciudadanía, pero proceder de esta manera, como él mismo lo manifestó, fue un acto coherencia a lo que había “hecho siempre con todas las dictaduras
de cualquier índole”.

SOBRE LA CONQUISTA DE AMÉRICA
La conquista de América y la situación de los indígenas son temas que siempre despiertan polémicas; Vargas Llosa no los rehúye en la conferencia
que comentamos y lo hace en los siguientes términos: “La conquista de América fue cruel y violenta, como todas las conquistas, desde luego, y debemos criticarla, pero sin olvidar, al hacerlo, que quienes cometieron aquellos despojos y crímenes, fueron, en gran número, nuestros bisabuelos y tatarabuelos, los españoles que fueron a América y allí se acriollaron, no los que se quedaron en su tierra. Aquellas críticas, para ser justas, deben ser una autocrítica. Porque al independizarnos de España, hace doscientos años, quienes asumieron el poder en las antiguas colonias, en vez de redimir al indio y hacerle justicia por los antiguos agravios, siguieron explotándolo con tanta codicia y ferocidad como los conquistadores, y, en algunos países, diezmándolo y exterminándolo. Digámoslo con toda claridad: desde hace dos siglos la emancipación de los indígenas es una responsabilidad exclusivamente nuestra y la hemos incumplido. Ella sigue siendo una asignatura pendiente en toda América Latina. No hay una sola excepción a este oprobio y vergüenza.” Palabras que las hacemos nuestras en toda su integridad y a las que habría que agregar que, en igual forma como debemos asumir la carga en los aspectos negativos de la conquista, también debemos recordarles, a los que se quedaron en España, que la grandeza del imperio español es fruto de esos mismos antepasados nuestros que migraron a estos lares en busca de oportunidades que les eran negadas en su propio país.

VARGAS LLOSA Y SU AMOR POR ESPAÑA
Reconoce también Vargas Llosa la deuda y el agradecimiento para con España, y recuerda “con fulgor” los cinco años que pasó en su “querida Barcelona a comienzos de los años setenta”, cuando esa ciudad era la “capital cultural de América Latina, por la cantidad de pintores, escritores, editores y artistas procedentes de los países latinoamericanos que allí se instalaron, o iban y venían a Barcelona, porque era donde había que estar si uno quería ser un poeta, novelista, pintor o compositor de nuestro tiempo.”

SU REBELDÍA
Rememora también Vargas Llosa el momento en que a los once años conoció a su padre, del que siempre le habían dicho que había muerto, y cambió su vida. “Perdí –dice –la inocencia y descubrí la soledad, la vida adulta y el miedo. Mi salvación fue leer, leer los buenos libros, refugiarme en esos mundos donde vivir era exultante, intenso, una aventura tras otra, donde podía sentirme libre y volvía a ser feliz. Y fue escribir, a escondidas, como quien se entrega a un vicio inconfesable, a una pasión prohibida. La literatura dejó de ser un juego. Se volvió una manera de resistir la adversidad, de protestar, de rebelarme, de escapar a lo intolerable. Mi razón de vivir. Desde entonces y hasta ahora, en todas las circunstancias en que me he sentido abatido o golpeado, a orillas de la desesperación, entregarme a cuerpo y alma a mi trabajo de fabulador ha sido la luz que señala la salida del túnel, la tabla de salvación que lleva al naufrago a la playa”.

Cuanta verdad hay en las palabras de Vargas Llosa sobre la labor terapéutica de la lectura y de escritura, la primera trasportándonos a nuevos espacios y épocas, la segunda como fuente de vida en la que uno puede sostenerse, reafirmarse y también desahogarse. Muchos podemos dar fe de los efectos curativos de la lectura y de la escritura, sin necesidad de ser escritores profesionales ni tener sus geniales cualidades, sino simplemente desde nuestras propias vivencias. Termina su disertación Vargas Llosa con la afirmación que “la literatura introduce en nuestros espíritus la inconformidad y la rebeldía, que están detrás de todas las hazañas que han contribuido a disminuir la violencia en las relaciones humanas. A disminuir la violencia, no a acabar con ella. Porque la nuestra será siempre, por fortuna, una historia inconclusa. Por eso tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir lo posible en imposible”.