Debemos afianzarnos en la idea que cuando la discordia sirve para profundizar en los problemas que a todos nos afectan, es bienvenida; pero cuando la discordia sirve para sembrar el odio entre los ecuatorianos es un desastre que debe ser combatido y rechazado. No es grave que los ecuatorianos hayamos tenido muchas discrepancias, lo grave para nosotros es que solo tengamos discrepancias. ¿Cómo puede vivir un pueblo que solo tenga acciones cuya arma de comunicación es el grito, la algazara, la manifestación callejera, y, cuya única política es la falta de fe y de esperanza?. Álvaro Pérez Intriago
Inaugurado por Alfredo Pérez Chiriboga, y continuado por sus hijos Álvaro y Federico Pérez Intriago, el temple liberal de la familia se extiende por algo más de un siglo y abarca, al menos, dos actividades esencialmente liberales: la empresa y la política.
En las dos han destacado por su eficiencia y su entrega al servicio de la comunidad. A continuación entregamos a los lectores una breve semblanza de tres generaciones destacadas de esta familia, a la que sin duda, podemos calificar de liberal.
Alfredo Pérez Chiriboga (1907-1987)
Para todo quiteño de edad madura que se precie de conocer su ciudad es habitual saber de la popular figura de Alfredo Pérez Chiriboga, conocido con el apodo de “Piñufla”, ya que sus ocurrencias y su gracia dejaron varias anécdotas y arrancaba no solo recuerdos sino más de una sonrisa. Alfredo Pérez Chiriboga fue varias veces senador de la República, Presidente de la Empresa de Ferrocarriles, del Banco Nacional de Fomento y vicepresidente del Concejo de Quito. Fue presidente de la Cámara de Comercio de Quito en tres períodos (1945-46, 1953-54 y 1954-55). Además estuvo al frente de una empresa turística emblemática como el Hotel Zaracay, de Santo Domingo de los Colorados. Nació el 1 de enero de 1907 y murió en noviembre de 1987. Refiere su hijo Álvaro que don Alfredo había salido en su juventud de la casa de sus padres (Enrique Pérez Muñoz y Genoveva Chiriboga Lope de la Flor) por su afición al arte.
“Era un buen cantante y le gustaba el teatro, se fue de gira por la serranía ecuatoriana y llegó a Ambato donde conoció a Ernesto Albán, ‘Don Evaristo Corral y Chancleta. Trabajó algún tiempo en la compañía teatral, pero por problemas económicos regresó a su casa”. También recuerda con satisfacción que su padre hizo dúo para cantar con la famosa Carlota Jaramillo. “Piñufla” Pérez era barítono. Con brillo en sus ojos y con un tono cariñoso, evoca a su padre.
“Fue un hombre muy ocurrido, hacía las delicias de sus amigos y cuando entró en la política –legislador en varias ocasiones – hacía las delicias del Congreso. Cualquier diferencia que surgía con otro legislador, en lugar de contestarle con insultos, lo hacía con una broma. Tenía salidas ingeniosas”.
Una de esas salidas de pura “sal quiteña” la rememora el gran periodista y escritor Jorge Ribadeneira Araujo en su libro Tiempos idos, publicado en 1988: “Durante una brava discusión en el Congreso, el senador Icaza se enojó con su colega Pérez Chiriboga. Señor senador Pérez Chiriboga –dijo– usted me ha ofendido; uno de los dos tiene que morir. Escoja lugar, fecha, arma y todo el resto (le retaba a duelo). El honorable Pérez Chiriboga volvió tranquilamente a su puesto. La sala esperó su respuesta, que no se hizo esperar… Señor Presidente –enfatizó-, vea… yo me doy por muerto y usted siga la sesión.
La carcajada fue general en el recinto legislativo”. Alfredo Pérez Chiriboga llegó a ser presidente de la Cámara de Comercio de Quito. En ese tiempo los diputados funcionales, entonces los gremios, las universidades elegían sus representantes para el Congreso. Su primera incursión en el Congreso fue como representante del comercio del país. Después le cogió gusto a la política y fue candidato por la provincia de Pichincha, estuvo tres o cuatro veces en el Congreso, siempre por el Partido Liberal. Destacaban en esos años parlamentarios como Pedro Saad (comunista), Alfredo Pérez Guerrero (socialista), y Enrique Ponce Luque (velasquista).
Fue un hombre de negocios tenía representaciones de algunas marcas muy conocidas. Siempre fue un comerciante por vocación, se interesó por importar cosas que el país necesitaba, nada de ropa o mercaderías de moda. Importaba máquinas de escribir, sumadoras, cajas para negocios.
Uno de sus mayores emprendimientos fue el Hotel Zaracay, durante más de cincuenta años emblema de la hotelería ecuatoriana. Era un gran jugador de billar. Tenía un billar en la casa y los fines de semana venían todos sus amigos a jugar. Tocaba el piano muy bien, aunque era un autodidacta, lo que más tocaba eran pasillos, también tocaba la guitarra, el rondín, el pingullo. Pintaba acuarelas muy bonitas. Mi papá tenía una cálida amistad con el ‘Omoto’ Valencia (“Potolo”, legendario miembro del dúo musical Benítez y Valencia). Álvaro Pérez Intriago (1936-2016)
Educado en el Borja 2, el Colegio Americano, la Academia Militar Ecuador, fue abogado por la Universidad Católica del Ecuador, aunque nunca ejerció la profesión. Devoto aficionado al deporte practicó el polo, el automovilismo, y amó el fútbol con pasión, al punto que lo practicó profesionalmente en el club España, hasta que su padre le espetó: “Álvaro, todo te permito en la vida menos que te ganes la plata a patadas”.
Álvaro fue un emprendedor nato. Antes de terminar la secundaria ya había desarrollado el negocio de las estaciones de servicio. Poco después, inauguró El Palmito el primer drive-in de Quito, incursionó en el negocio del transporte con los autobuses Checker, que servían la ruta Quito-Guayaquil. Quizá su mayor reto empresarial fue la creación de la embotelladora Orange Crush, que la mantuvo desde 1964 hasta el 2000. En 1994 montó Extra, un supermercado pionero en introducir el uso del código de barras, una amplia oferta de productos americanos, en un ambiente moderno y amplio.
Sin embargo, la política fue una pasión poderosa en su vida: “Tengo una gratitud inmensa por la política. Siendo político no he ejercido la política para ser alguien en la vida, hice política para servir, especialmente a los más pobres”. Fue sucesivamente concejal, prefecto de Pichincha, alcalde de Quito y diputado en tres oportunidades. Nunca desempeñó un cargo burocrático.
Sostiene Álvaro Pérez: tengo el convencimiento de que el liberalismo es una actitud frente a la vida. Es decir, cómo esta actitud contribuye a consolidar su condición de ser un hombre libre. También es liberalismo como esa actitud fortalece la democracia y la institucionalidad de un país. A pesar de que desde 1912, en que terminó la Revolución Liberal, en Ecuador es el único partido que garantiza el laicismo dentro de una sociedad. Los liberales han luchado por la libertad, por la justicia, por el respeto a la propiedad privada, por todas estas razones encarnó en mí una especie de devoción liberal, porque es el único partido en el que veía una puerta muy amplia para mejorar las condiciones de la gente que más necesita.
Toda la vida fui liberal. Mi familia fue liberal y mi familia política también. Todavía en el colegio, fui parte de un grupo de amigos liberales en el que conversábamos y discutíamos. Fuimos testigos –vía noticias- de la Segunda Guerra Mundial y este ambiente nos impulsaba a interesarnos en lo que pasaba en el mundo y en cómo se iban definiendo las acciones bélicas.
Esas circunstancias definieron y consolidaron mi actitud liberal para todo lo que yo he hecho en mi vida. Una anécdota de cuando estaba construyendo el parque La Carolina: algunos amigos me cuestionaban porque ese parque serviría solo para los ricos y que los pobres no iban a acceder nunca. Pero yo tenía la convicción de que ese parque iba a constituir el núcleo de la vida de la familia quiteña, donde todos: pobres, ricos, blancos, negros, indios, podían disfrutar de un espacio verde que la ciudad no tenía. Por esa razón hice el parque La Carolina, por una concepción de solidaridad, de necesidad, de que la familia quiteña se consolide y fortalezca en sus valores. El reconocido periodista Gonzalo Ruiz Álvarez recuerda: Era habitual ver a Álvaro Pérez, temprano, por la mañana, ataviado de un calentador y con audífonos sintonizando los programas de noticias y debates cotidianos. Sus caminatas partían de su casa, en la Avenida Eloy Alfaro, que habitó durante muchos años.
Era la terapia aconsejada por los médicos para conservarse en buen estado físico y combatir el fantasma del infarto que le acompañó desde 1981, cuando sobrevivió al primero y crítico episodio que le causó, 35 años después, su desenlace fatal el 2 de agosto de 2016.
Estudió derecho pero no lo quiso ejercer, entró en la política por la influencia de su suegro, Eduardo Salazar Gómez, fue, y como él mismo remarcaba, por vocación de servicio, siempre por elección popular.
Liberal de estirpe fue dirigente y concejal de Quito, luego le cautivó la Prefectura de Pichincha en la que ganó como parte de un movimiento político que había nacido como escisión del Partido Liberal: era la Izquierda Democrática que luego alcanzara protagonismo nacional con su líder y presidente Rodrigo Borja, una de sus amistades de juventud.
La obra clave, que por entonces muchos criticaron con encono, fue la Autopista al Valle de Los Chillos, una obra, como muchas imaginadas por Álvaro Pérez, visionarias y sin la cual la conexión entre Quito y sus satélites sería imposible. Además se cuenta entre sus proyectos la Vía a la Mitad del Mundo, que lleva el nombre de su amigo, compañero de Movimiento y luego rival , Manuel Córdova Galarza.
El paso por ID fue fugaz y tras distancias ideológicas con la línea política decidió volver a sus orígenes para postularse a la Alcaldía de Quito que ganó y por cuyo paso se le recuerda con respeto.
Dejó huella, y es cosa complicada dado el talante de los vecinos de Quito y la bien ganada fama de una ciudad con buenos alcaldes, como fueron Jaime del Castillo, Sixto Durán Ballén, y luego Rodrigo Paz, para mencionar a algunos ya lejanos en el tiempo y que escribieron su nombre, junto con el de Álvaro Pérez en un sitial preponderante. Hizo honor a su lema de campaña: Álvaro Cumple.
Federico Pérez Intriago (1947)
Es el último de los hermanos varones y el penúltimo incluyendo a sus hermanas. Álvaro es el mayor de la familia, pero en sentido estricto debió ser el segundo, porque dos hermanos que nacieron antes lamentablemente murieron.
El primogénito que se llamaba Enrique y Federico fallecieron el mismo día con pocas horas de diferencia, los dos habían contraído Tos Ferina. Álvaro se salvó porque mi madre, que era guayaquileña, desesperada se lo llevó a Guayaquil, cuando él tenía tres años y allí logró curarlo, nos relata Federico. Después nació su hermano Enrique y lo siguió Federico. Les pusieron los nombres de Enrique y Federico en memoria de los hermanos que habían fallecido.
Recuerda Federico que: Álvaro ha sido para nosotros como nuestro padre. Recuerdo con cariño mi primer trabajo.
Cuando tenía 13 años de edad fui dispensador de gasolina en una de las estaciones de servicio Shell que Álvaro tenía. Él nos enseño a trabajar, en ese entonces nuestra diferencia de edad se notaba mucho porque yo tenía 13 y Álvaro debía tener unos 25 años. Siempre admiré en mi hermano el coraje y la habilidad para independizarse de la familia y crear sus propias empresas. Yo estaba pasando de sexto grado a primer curso y ya ganaba 150 sucres mensuales por mi trabajo.
Junto a mí trabajaba mi hermano Enrique, él tenía a su cargo la bomba número 2, dedicada al diesel, y yo la 1 que expendía gasolina. Nos dice que Álvaro fue su padrino, de bautizo, de primera comunión, de confirmación y de matrimonio, por esta razón a veces me resulta difícil mirarlo solo como un hermano, siempre fue algo más. Fui su jefe de campaña en dos oportunidades. El lema era “Álvaro cumple”.
La política en esos años era aún algo artesanal: me desempeñaba como su tesorero, pero también me ocupaba de la publicidad, de la organización de los comités políticos, de la colocación de la propaganda, en fin de todas las tareas que surgen en una campaña electoral.
Con la alegría de haber cumplido y la tristeza de los acontecimientos relata ; me acerqué un buen día a a Álvaro y le dije: “Qué le parece si me lanzo a Prefecto”, esto fue en el año 1992. Me respondió: “Sí por qué no”. En esos días el conocimiento de Federico Pérez en el ámbito provincial era de un 3%, pero el conocimiento de Pérez Intriago era del 27%. Mi hermano Álvaro era muy conocido en la provincia, por esa razón mi propaganda no la hacía yo como Federico Pérez sino como “Pérez Intriago a la Prefectura”; “Pérez Intriago es el hombre”, después, poco a poco, fui poniendo Federico. Y claro, la gente decía queremos a Álvaro no al hermano, pero él me acompañó, aconsejó y dirigió y el resultado fue que, increíblemente, en mi primera participación gané la Prefectura de Pichincha. Cuando estaba por cumplir el primer año de mi administración, Álvaro me dijo: “Ya vas un año y no se nota”.
Le pedí que me ayudara a conformar un grupo de apoyo constituido por exalcaldes y prefectos para que me asesorara en mi gestión. En el grupo estaban, entre otros, Julio Moreno Espinosa, Sixto Durán y Fabián Alarcón. Con ellos aprendí mucho.
Rememorando el pasado nos cuenta; en 1974, cuando fui a solicitar mi primer préstamo, le había comentado a Álvaro que necesitaba 60.000 sucres para abrir una empresa de comidas. Le dije voy a utilizar el garaje de la casa porque no tengo carro.
Ganaba 2.200 sucres en el hotel Colón; mi esposa, que trabajaba en una empresa de minas y petróleos, ganaba 3.100 sucres, entre los dos hacíamos un poco más de 5.000 sucres, tenía con que pagar el crédito. Tenía mucha esperanza en este negocio porque en Ecuador, donde faltan tantas cosas, también faltaba producir comida industrial. Álvaro me cuestionaba: ¿quién va a consumir comida industrial si aquí todos van a almorzar a su casa? Yo le decía, pero en unos pocos años no van a poder hacerlo. Y, entonces, el que gane el negocio será el que esté mejor preparado para ganar ese mercado. Me dijo tienes razón, vamos a hablar en el banco Popular, donde Clemente Vallejo, que era amigo de mi papá.
Fuimos juntos, Álvaro empezó la conversación diciendo que yo necesitaba un crédito y señalando que él sería mi aval. Don Clemente pregunto: ¿de cuánto sería el préstamo? Le respondí: de 60.000 sucres y enseguida le conté la historia y me dijo es correcto, pero no vas a salir con 60.000, te voy a prestar 500.000 sucres.
En mi interior me preguntaba cómo voy a pagar medio millón si mis cuentas me daban para pagar los 60.000. Entonces, don Clemente me dijo: si con 60000 vas a abrir el negocio en una cochera, con 500.000 puedes montar un negocio bien hecho. Y así fue. Claro no vendía una comida porque nadie quería, tenía que vender banquetes, porque la gente y la industria todavía no entendía de que se trataba esto.
Hoy, después de 40 años, vendemos 140.000 comidas diarias. En 1996, entré en una crisis financiera muy seria y al mismo tiempo perdía la Alcaldía de Quito contra Mahuad por un margen de apenas 30.000 votos.
La misma noche en que se confirmaron los resultados llamé a Álvaro, le agradecí por todo el apoyo y le dije que en el fondo esa derrota electoral era una oportunidad para concentrar todo mi esfuerzo y mis pocos conocimientos en conseguir el bienestar para mi familia a la que había descuidado los últimos años y perdido mucho dinero al dejar también las empresas sin atención directa.
Desde entonces, junto a mi hijos, me dediqué a desarrollar mis empresas que hoy son 14 y son fuente de empleo para 3.500 trabajadores. Yo tuve la ventaja que mi paso por la política fue episódico: la Prefectura, la pérdida de la Alcaldía y la diputación en 2007, a la que renuncié a los dos meses, desencantado por la forma de entender la política en el Congreso. Actualmente estamos creando 4 empresas más que darán trabajo a más de 400 personas y básicamente se dedicarán a exportación de alimentos.
Nuestro esfuerzo más importante es la creación de EQUAIR, la aerolínea de bandera y que en poco tiempo es el orgullo de la transportación Ecuatoriana.
Sus grandes éxitos empresariales no agotan todavía sus sentimientos liberales y vemos que recuerda las alegrías cuando “Piñufla”, su padre emprendió en el desarrollo de lo que era una inhóspita selva, Santo Domingo de los Colorados, hoy de los Tsáchilas o los recuerdos cuando en las grandes compañas políticas recorría con su Padre , con su Hermano o en sus propias campañas en los que la ruralidad eran sus bastiones. Al sobreviviente de esta estirpe como le queda una nostalgia de esos tiempos en que la política era un apostolado de servicio, que lejos que parece que han quedado esos tiempos gloriosos pero tampoco es esquivo al orgullo de pertenecer a una estirpe que siempre pensó en la patria primero..