Los ojos del Imbabura

Pepe Camino Carrera
“Esta mi tierra linda el Ecuador, tiene de todo. Ríos, montes y valles, si señor, y minas de oro…. Y sus mujeres son tan hermosas que se parecen lirios y rosas y sus hombres son bravos, si señor, y muy celosos ….”

Que mejor evocar, en pocas palabras, lo que Jorge Araujo Chiriboga, escribió allá por 1940, para describir al Ecuador y su gente, en el hermoso pasillo Si tu me olvidas, o también llamado de Terciopelo Negro o Esta mi tierra linda el Ecuador ….

¿Por qué este breve antecedente? Simplemente porque, como lo señala Jorge Araujo Chiriboga, nuestro país, nuestro Ecuador, aunque pequeño de territorio, tiene de todo para ofrecer al mundo. Paisajes, cultura, gastronomía, diversión; varios pisos climáticos en un solo día.

Es posible desayunar en el frío de la sierra, almorzar con el cálido calor de la costa, hacer la siesta en la amazonia y dormir en las islas encantadas de Galápagos. Es una conjunción de emociones que solo se las puede sentir, vivir en el Ecuador .

La fascinación por contemplar la avenida de los volcanes. O quizá el verde manto de la selva amazónica; talvez la inmensidad del mar con sus tonos azules, rojos y amarillos, o regresar años atrás cuando se visita las islas Galápagos, llevan al turista hacia recuerdos que lo retrotraen a otras épocas.

O lo conducen hacia nuevos desafíos que le plantean la modernidad y la conjunción con tradiciones y leyendas de lugares que se han quedado en el tiempo.

Ello le ofrece el Ecuador y sus distintas regiones al. Multiplicidad de oportunidades para adentrarse en culturas que difícilmente puede hallarlas en otros sitios. Comunidades indígenas de larga data con tradiciones ancestrales que comparten con el visitante. Laboriosos montuvios que aran la tierra para producir los frutos que el mundo saborea. Diversidad cultural que acompaña una historia larga ecuatoriana y fortalece su nacionalidad.

En fin, Ecuador tiene y ofrece de todo; es cuestión de animarse y llegar para disfrutarlo. Los majestuosos volcanes, guardianes silenciosos de la ecuatorianidad se reflejan imponentes en lagos y lagunas brindando un espectáculo único. “El paisaje de Imbabura, con sus lagos, se asemeja a una pequeña Suiza” me decía en algún momento un funcionario internacional de Radio y Televisión de España, luego de visitar la provincia norteña.

Impresionado gratamente relataba sus vivencias en Otavalo, Ibarra, Cotacachi (no hubo tiempo para visitar más sitios, me manifestaba). Y es que Imbabura tiene mucho que ofrecer, sin desmerecer claro está, la oferta turística que ostentan las demás hermosas provincias de nuestra Patria. Lagos, lagunas, volcanes, montes, valles, gastronomía, cultura es la amplia oferta imbabureña.

Ibarra, su capital, fue fundada el 28 de septiembre de 1606, por Cristóbal de Troya. El Congreso Grancolombiano reunido en Bogotá, decretó, el 25 de junio de 1824, la creación de la provincia de Imbabura, con su capital Ibarra y los cantones de Ibarra, Otavalo, Cotacachi y Cayambe. Posteriormente, Cayambe fue adscrita a la provincia de Pichincha. En la actualidad, la provincia tiene seis cantones: Ibarra, Otavalo, Cotacachi, Antonio Ante, Pimampiro y Urcuquí.

El desarrollo turístico de Imbabura se basa principalmente en sus paisajes, su cultura, tradiciones y en la laboriosidad de su gente.

El Ecuador y particularmente Otavalo, son ampliamente conocidos en el mundo gracias a la presencia permanente de indígenas otavaleños que exhiben sus trabajos por todo el orbe, siendo muy apreciados por amantes de la moda y el arte. De la misma manera, las esculturas y tallados de los artesanos de San Antonio de Ibarra, las prendas de vestir con bordados de alta calidad de Zuleta, los textiles de Atuntaqui y los productos de cuero de Cotacachi elevan el prestigio de los hábiles imbabureños.

Impresiona al visitante nacional y extranjero los lagos y lagunas que, cual ojos del cielo, reflejan en sus aguas las montañas que majestuosas protegen la tierra querida.

El taita Imbabura, imponente y desafiante invita a la aventura. San Pablo, Cuicocha, Yahuarcocha, los más conocidos invitan a un recorrido donde el silencio sobrecogedor hace parte de su misterio y leyenda. Imbabura, es un destino muy popular para los amantes de la naturaleza; se puede escalar el Imbabura, presenta cierto grado de dificultad en un ultimo tramo; un recorrido por sus lagunas y la autopista de Yahuarcocha, lago de sangre, donde se han desarrollado importantes eventos automovilísticos de nivel continental

Imbabura y sus cantones tienen de todo para ofrecer.

Por hoy, nos centraremos en el cantón Ibarra, el más grande y poblado de la provincia; poco a poco, y en otras ediciones iremos desmenuzando y haciendo conocer las maravillas de los demás cantones imbabureños.

¿Quiere disfrutar de Ibarra? Comience su travesía por dos rutas que le llevan a la capital. Desde Quito, primero Cayambe donde disfrutará de sus bizcochos y quesos de hoja deliciosos. Desde ahí dos alternativas: por la vía tradicional, San Pablo y Otavalo, o por Zuleta y Caranqui. Carreteras en magnificas condiciones y unos paisajes de ensueño. Montes, volcanes, valles; extensos campos agrícolas, gastronomía para todos los paladares. El tradicional parque de los ponchos en Otavalo, o los hermosos bordados de Zuleta atraen la mirada y ganas inmensas de comprarlo todo. Manos hábiles de las gentes del sector ofrecen tejidos, blusas, ponchos, sombreros, artículos de lana en los más variados colores y finos acabados.

Una vez en San Miguel de Ibarra, nombre oficial, se siente no solo el calorcito del clima sino el calor humano de sus habitantes. Y que mejor empezar el recorrido turístico degustando unos deliciosos helados de paila con unos barquillos, luego las exquisitas nogadas y el arrope de mora.  Recorrer, a continuación, la ciudad blanca, llamada así por el color blanco de las fachadas de sus casas, visitar la catedral, reconstruida luego del terremoto de 1868, que a más de su arquitectura, guarda obras de los grandes maestros de la escuela quiteña.

Descansar en el parque Pedro Moncayo, a la sombra de un árbol milenario invita también a reflexionar sobre las maravillas que tenemos; luego continuar el recorrido por el museo del Banco Central o el museo donde antiguamente estaba un cuartel militar, hoy refaccionado, exhiben muestras de artistas antiguos y contemporáneos que destacan paisajes y vivencias de los ibarreños. Antes de adentrarse en un mundo de fantasía en madera, trasladarse hasta la laguna de Yaguarcocha, donde según la tradición, 30,000 indígenas fueron sacrificados por los conquistadores incas; de ahí su nombre que, traducido al español significa “lago de sangre”.

Un recorrido, en auto o bicicleta, por su pista nos lleva al mundo de la velocidad transformándonos en unos audaces pilotos de autos. Importantes competencias internacionales se han realizado en esta autopista.

Una visita al San Miguel Arcángel, patrono de la ciudad nos hará disfrutar de una mirada panorámica de la ciudad, realzando su hermosura.

Podemos a continuación trasladarnos a San Antonio de Ibarra, cuna de grades artistas, especialmente talladores en madera. Sus obras reposan en museos alrededor del mundo y en residencias de los amantes de este arte.

Si la visita es de un solo día, antes del retorno al lugar de origen y para reponer fuerzas, no queda mal saborear una deliciosa fritada de chancho acompañada de una chicha de jora elaborada con finos cereales.

De recuerdo llevar consigo las nogadas, arrope que siempre caen bien con un cafecito de la tarde. Pero, si la visita es de más de un día y cuenta con una preparación intermedia, vale la pena ascender al Imbabura, donde a más de disfrutar del paseo puede encandilarse con la hermosura de paisaje que le rodea. Se puede observar fácilmente Cotacachi, Atuntaqui, San Pablo, Otavalo e incluso Cayambe.

También trasladarse al Chota donde conocerá de primera mano a los futuros futbolistas ecuatorianos. Para quien desea un descanso reparador o una visita tranquila, Ibarra cuenta con hospedaje de primera y restaurantes que ofrecen comida nacional e internacional para los más variados gustos.

No en vano han ganado premios internacionales y reconocimiento a su entrega y preparación para un desarrollo turístico armónico y moderno.

La calidez del ibarreño contribuye al desarrollo del turismo; una sonrisa amable, una conversación versada sobre diversos temas, la ayuda oportuna para solucionar algún inconveniente hace de Ibarra un lugar para visitarla una y otra vez.

Lástima que atractivos como el tren que recorría extensas zonas rurales mostrando la pujanza del agricultor haya dejado de funcionar.

Si algo hay que criticar en este aspecto es la fata de empuje de las autoridades respectivas para que el caballito de acero vuelva a hacer escuchar su pitido por los extensos campos del norte de Ibarra.

Ecuador tiene mucho que ofrecer. Imbabura e Ibarra son la muestra de que si se puede. Si tanto se pregona sobre la industria sin chimeneas es indispensable un trabajo conjunto.

La famosa alianza público-privada puede funcionar en este campo.  Es solo cuestión de decisión, deseos y arranque. Volveremos para contarles más sobre Imbabura y sus cantones. Ibarra fue la primera.

Pepe Camino Carrera