“(…) Las grandes cosas no se hacen por impulso, sino por una serie de pequeñas cosas
reunidas”.
(Vincent Willem Vang Gogh)
Uno de los aspectos funcionales más excepcionales del cerebro humano, es la habilidad para reconocer patrones y describirlos; y, uno de esos seres mortales en reconocerlos, intuirlos y cristalizarlos en sustancia material a través del arte, fue el exponente del postimpresionismo, de origen neerlandés Vincent van Gogh (1853-1890), quien descifró cincuenta años antes, una de las reglas más complicadas de entender, el concepto de turbulencia en la dinámica de fluidos o la forma en la que se mueve la luz.
“LA NOCHE ESTRELLADA”: Museo de Arte Moderno de Nueva York,
A través de la huella dactilar impregnada en la obra de Van Gogh, el patrón de la turbulencia, está representada en diferentes momentos del día, incluido el amanecer, la salida de la luna, los días llenos de sol, los días nublados, los días ventosos e incluso un día con lluvia; descritos con tal realismo, color, brillo y viscosidad, los enigmáticos óleos según el estudio de las fluctuaciones del campo de luminiscencias realizado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Madrid, en las pinturas «La noche estrellada», «Camino con ciprés y estrella» y «Campo de trigo con cuervos” son como las fluctuaciones del campo de velocidades de un fluido turbulento; no solo porque han encarnado las épocas de mayor agitaciónn psicótica del artista, sino que además plasmaron y reprodujeron con precisión la teoría física de la turbulencia de los fluidos; a través de los cambios de luminancias que se asocian a los cambios de la temperatura virtual, apreciados como remolinos de diversos tamaños, a través del trabajo en pincelado; y, que, posteriormente fueran digitalizados para calcular la probabilidad de que dos píxeles a cierta distancia tuvieran el mismo brillo o luminiscencia, confirmando el escalamiento del físico y matemático ruso Andrei Kolmogorov, a través de la probabilidad de distribución de la luminiscencia en 1941 para lograr un modelo matemático que explicara las turbulencias, que aún son un desafío para físicos, matemáticos e ingenieros.
“CAMINO CON CIPRÉS Y ESTRELLA”: Museo Kröller-Müller (Países Bajos)
Van Gogh ha sido el único pintor capaz de crear turbulencia con tal precisión matemática, aunque en obras con aparentes formas turbulentas como «El grito de Edvard Munch», en esta, no ha sido posible encontrar el escalamiento de Kolmogorov; así como tampoco la asignación de los colores blanco, amarillo, verde y azul mucho más vivos que los tonos sombríos usados en el siglo XIX, que crean un efecto de espirales; cuyo elemento pictórico no solo que es una línea diagonal dinámica al serpentear; sino que obsequia una sensación de movimiento continuo; caracterizado por el uso de una pincelada gruesa, concéntrica, ondulante como si estuviera imitando un tejido popular.
Con el paso de los años, al igual que los seres vivos, las pinturas cambian; por el transcurso inexorable del tiempo que las modifica para siempre; así también los colores de las obras de Van Gogh han cambiado drásticamente por la exposición a la luz, el amarilleo sufrido por el barniz al envejecer o por la degradación de los pigmentos; sin embargo, lo que ha permanecido constante y determinante son las leyes físicas y fisiológicas de la teoría de la turbulencia de los fluidos, que caracterizan la esencia de su obra.
“CAMPO DE TRIGO CON CUERVOS”: Museo van Gogh, Ámsterdam, Países Bajos.
La única pintura nocturna “La noche estrellada”, esbozada en junio de 1889 desde la ventana de la habitación del psiquiátrico Saint Paul de Mausoleo en Saint Rémy de Provence en Francia, singular por las pinceladas circulares que crean una sensación de movimiento en el cielo nocturno, lleno de nubes revueltas y remolinos de estrellas, cuya luz parece parpadear; y, en donde las ondas blanquecinas del cielo se “disuelven” en un azul profundo nocturno; permite entender el mundo que veía Van Gogh a través de un filtro amarillo; presente igualmente en “Los girasoles”, “La casa amarilla”, “Terraza de café por la noche” o “La avenida de los Alyscamps” dotados de un increíble amarillo luminoso propio del cromato o amarillo de París.
Se ha señalado que la predilección por el color amarillo de Van Gogh estaba relacionado con una intoxicación por “digitalis purpurea”, planta medicinal de principio activo que contiene una poderosa toxina, denominada digitalina, que afecta el funcionamiento cardíaco; usada por herboristas en el siglo XIX para la regulación del pulso; así como también para tratar la epilepsia y otros desórdenes como las crisis maniacodepresivas.
Hoy se conoce que su uso es inapropiado, debido al estrecho margen de seguridad terapéutica y la dificultad en la determinación de la cantidad de sustancia activa adecuada en las preparaciones herbales; por la toxicidad, resultado de una sobredosificación que produce una visión amarilla denominada “xantopsia”, patología que alteraba la percepción de los colores, tornando los objetos que se ven con tono amarillento; así como la aparición en la visión de perfiles desdibujados (halos), y de bradicardia en casos extremos. Van Gogh la consumía habitualmente en un intento de paliar los ataques que azoraban su cuerpo y mente, por las propiedades sedantes y antiepilépticas que también se le atribuían; sin embargo, la visión de perfiles desdibujados, pudieron haberse debido a un padecimiento de glaucoma de ángulo cerrado subagudo; dolencia visual que se puede apreciar en el cuadro “El café de noche”.
“LOS GIRASOLES”: Los cinco cuadros pertenecen a diferentes colecciones de museos en el mundo: la National Gallery (Londres), el Museo Van Gogh (Ámsterdam), el Museo de Arte de Filadelfia, la Neue Pinakothek (Munich) y el Museo de Arte Seiji Togo Memorial Sompo Japan Nipponkoa (Tokio).
La paleta de colores en la serie “Los girasoles”, contiene tres tonos de amarillo, con gamas de verde, un azul intenso ultramarino, un azul pálido llamado azul de Prusia y un rojo intenso; certeza de que su obra es equilibrada; y, que si padeció “xantopsia” esta fue leve; porque lo contrario, mostraría a los pigmentos blanco y amarillo indistinguibles; y, los azules se habrían parecido a verdes; pero lo que si nos comunican “Los girasoles” dominados por un amarillo mate vibrante es gratitud; tal como lo describió su autor.
En el “Camino con ciprés y estrella” una representación de la naturaleza en su forma más hermosa, misteriosa y melancólica, en la que la perspectiva y el uso de la luz y el color crean una sensación de profundidad y movimiento; y, los cipreses se contemplan con un verde intenso y ramas retorcidas que parecen moverse con el viento; Van Gogh experimentó con la técnica pictórica del francés Georges Seurat, denominada “puntillismo” para plasmar la vibración luminosa mediante la aplicación de diminutos puntos, que al ser vistos en la retina desde una cierta distancia componen figuras y paisajes bien definidos, por la posición de toques de color; y, en la que los cipreses son visibles más allá de la pared del fondo que encierra el campo de trigo.
Para 1888 Van Gogh, encontrándose en Arlés, en el sur de Francia, pintaba sin ayuda de las estampas japonesas, como lo escribiría “(…) Aquí no me hace falta para nada el arte japonés, porque me imagino estar en el Japón y nada más necesito abrir los ojos y ver lo que tengo delante”; reparando que Utagawa Hiroshige seudónimo artístico de Ando Tokutaro pintor japonés uno de los principales exponentes del paisajismo japonés, cuyas obras se caracterizaron por su formato vertical, el control sutil del cromatismo con el dominio del verde y del azul; influenciaron determinantemente en Van Gogh, y cuyo influjo está presente en la pintura “Melocotonero en flor”.
“MELOCOTONERO EN FLOR”: Museo Kröller-Müller (Países Bajos)
No obstante, los últimos años de Van Gogh estuvieron marcados por permanentes problemas psiquiátricos; que no impidieron que durante los últimos treinta meses de vida llegara a realizar 500 obras.
En 1890 sufrió una nueva crisis depresiva que fue «el punto de partida de uno de los episodios más penosos en una vida ya plagada de tristes acontecimientos», en las que «tuvo arrebatos de desesperación y alucinación que le impedían trabajar; y, en los meses que pudo hacerlo, éstos estuvieron marcados por el éxtasis de “extremo visionario”
Finalmente un 29 de julio de 1890, a la edad de treinta y siete años; mientras paseaba por el campo de Auvers-sur-Oise, en las afueras de París, se disparó. Sus últimas palabras “(…) Yo arriesgué mi vida por mi obra, y mi razón destruida a medias, (…) la tristeza durará siempre”.
El legado de aproximadamente 900 cuadros, 43 autorretratos, 148 acuarelas y más de 1600 dibujos que intentó vender sin éxito; hoy forman parte del expresionismo, que ha influenciado en otros movimientos modernos del siglo XX, como el Fauvismo y el Expresionismo abstracto.