Javier Tubío Ordoñez
¿Cómo afecta a las personas la “soledad no elegida”?
Se trata de una novedosa amenaza para salud mental y física de las personas, sobre todo mayores, aunque los jóvenes no quedan exentos, y en Ecuador los costos económicos por las bajas laborales y la compra de medicinas van in crescendo. La evidencia científica muestra que el aislamiento social está relacionado con un mayor riesgo a padecer deterioro cognitivo y demencia.
¿Por qué? ¿Qué ocurre en el cerebro de las personas que sufren una soledad no deseada? ¿Qué pueden hacer estas personas para prevenir e incluso retrasar la aparición de estos problemas?
Claro, nadie está libre de sufrir la soledad no deseada, de hecho 7 de cada 10 personas refieren haberla sufrido en algún momento de sus vidas y eso es independiente de la edad. En general, el 20% de la población refiere sufrir soledad no deseada y es más frecuente en mujeres que en hombres.
El problema se agrava cuando esta soledad no deseada se cronifica, es decir cuando se mantiene en el tiempo por un periodo superior a los dos años, porque una vez se supera este periodo a las personas se les hace muy difícil salir de esta situación. El grupo de personas mayores, con bajos ingresos y que viven en zonas urbanas es el que presenta mayor riesgo de presentar soledad no deseada crónica.
Se podría decir que la soledad no deseada es un sentimiento o una percepción subjetiva porque no está necesariamente relacionada con el número de contactos sociales que tiene la persona al día, basta con que éstos sean percibidos como insuficientes o que tienen una intensidad o profundidad menor de lo que se desea. Por tanto, una persona puede vivir aislada del mundo por elección propia, sentirse bien y no sentirse sola y otra, aun viviendo en sociedad, viendo o hablando con otras personas todos los días o incluso compartiendo
vivienda, puede sentir que está sola, percibirlo como algo muy negativo y causarle malestar. Por supuesto, desea revertir la situación, pero no sabe cómo o no tiene las herramientas para hacerlo.
Respecto a si el aislamiento social crónico se relaciona con la salud mental, eso es algo innegable y, además, está relación es bidireccional, es decir, tener problemas de salud mental es uno de los principales riesgos de sufrir soledad, pero al mismo tiempo la situación de soledad agrava estos problemas mentales.
El riesgo de padecer depresión o de cometer suicidio se multiplica entre las personas que sufren la soledad, esto es algo que ocurre en todas las edades. Pero es especialmente preocupante la relación que la soledad tiene con la demencia en personas mayores, ya que la soledad se considera uno de los grandes factores de riesgo potencialmente prevenibles de padecer deterioro cognitivo o sintomatología asociada a la demencia.
Entre las personas de edad avanzada el grupo de solteros y que viven solos tiene has un 40% más de riesgo de padecer deterioro cognitivo o demencia, seguido del grupo de viudos con un 20%, en comparación con el grupo de mayores casados o que cohabitan en pareja.
Se ha demostrado que las personas que sufren de soledad no deseada están mucho menos involucradas en actividades que implican activación, son mucho más sedentarias, suelen estar menos preocupadas por el autocuidado, la buena alimentación o por mantener hábitos de vida saludables y esto tiene una repercusión negativa en la salud del cerebro.
Es importante que las personas que se siente en situación de soledad no deseada no tengan miedo o vergüenza de pedir ayuda, todos podemos sentirnos así en algún momento de nuestra vida.
Muchas personas desconocen que existen un gran número de iniciativas en su entorno cercano que les puede ayudar a salir de esta situación. En la medida de sus posibilidades deben intentar involucrarse en las diferentes actividades que sus comunidades les puedan proponer como deportes, talleres, huertos comunitarios, actividades culturales, etc.
En el caso de personas mayores existen recursos en los barrios, como las asociaciones de vecinos, centros cívicos, centros de día, etc. donde pueden participar en actividades de ocio que por un lado les mantengan activos y por otro, les permitan conectar con otros miembros de su comunidad que se encuentren en situaciones similares a ellos.
Cuando se está jubilado llenar el tiempo que se tiene libre con, por ejemplo, un voluntariado o iniciativas similares puede ser una buena opción para, además, darse cuenta de que todavía se tiene mucho que aportar a la sociedad.
Javier Tubío Ordoñez
Coordinador adjunto del Máster de Neuropsicología
y Educación de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR)