Alan Cathey Dávalos | [email protected]
El 28 de Julio pasado, se consumó, como era de esperarse, el último capítulo de un fraude que se había iniciado bastante antes, con ese programado y sistemático proceso, que lleva ya años en curso, de expulsión de 8 millones de ciudadanos venezolanos, forzados a dejar sus familias, sus hogares y su tierra, ante las nulas expectativas por un cambio que trajera alguna esperanza de progreso hacia el futuro.
Migrantes enemigos
Como es evidente, esos migrantes forzosos no incluyen, sino en en una mínima escala, a los partidarios del chavismo, pues de una u otra manera, éste les ha provisto de básicos factores de supervivencia, desde los CLAPS, las raciones de alimentos, entregadas solo a los fieles chavistas. Como contraparte, estos deben ser parte de las manifestaciones y las marchas a favor del régimen.
Las raciones se volvieron además la oportunidad de lucrar del hambre de la gente, lo que el “diplomático” y cerebro financiero de la dictadura, Alex Saab, aprovechó quedándose con las interesantes comisiones por cada ración que adquiría, y al multiplicarse por millones de raciones al mes, dejaban decenas de millones de dólares para ser repartidos entre las bandas gobernantes.
El hambre, una herramienta
Pero sin duda, el propósito principal que se cumple con las raciones, es el de ahondar, en la más básica necesidad humana, el alimento, el control que la dictadura puede ejercer en la población. Busca demostrar su poder de esta forma, como lo han hecho todas las tiranías que el siglo pasado e incluso de este, con las infames cartillas de racionamiento, delgado hilo de supervivencia que puede ser cortado a voluntad por los tiranos. Conviene recordar como Stalin destruye la voluntad de resistir la expropiación de sus tierras y ganados, de los campesinos ucranianos entre 1932 y 34.
Son 8 millones los muertos por el Holocausto del Hambre, los que dan fe de la perversidad de la que es capaz la dictadura para emplear el medio que sea, con tal de alcanzar el máximo control posible. Todavía hoy, dictaduras como la cubana o la norcoreana, usan los alimentos como herramienta de poder, a través de esas infames cartillas de racionamiento.
Hasta del hambre de la gente han lucrado los mafiosos en el poder, como de la necesidad de salud, satisfecha con aspirinas y médicos cubanos alquilados a tanto el ciento.
Los expulsados son las personas que quieren una vida mejor, y están dispuestas a buscarla en cualquier parte, es decir, quienes están más alejados de los asistencialismos de los que se vale el populismo para poder capturar y mantener el poder.
Esa gente, que es capaz de vivir por su capacidad y su voluntad de ser quien provea para sí y los suyos, es el peor enemigo de los gobiernos promotores de la mendicidad popular, pues les quita la careta de su carácter dizque social.
El mejor negocio
Por tal razón, y por otras que analizaremos, la expulsión de esos ciudadanos, es el mejor de los negocios para la dictadura, y lo promueve en todas las formas posibles, desde fomentar las bandas de delincuentes que siembran la inseguridad en el país y el miedo entre la población, que sabe perfectamente que tales bandas son el último eslabón de la cadena de delincuentes que forman el gobierno, de donde este saca sus matones motorizados y armados, para la intimidación y la violencia contra quienes aún levantan la voz contra la dictadura. Lograr la salida de esas personas, es librarse de unos peligrosos elementos, que podrían dirigir, por su capacidad y decisión, acciones efectivas para vencer a la dictadura.
El negocio se vuelve redondo, al no tener que preocuparse por alimentar y dar servicios de salud a esas personas, pues serán los países que los acojan los que deban preocuparse de proveer, al menos de una manera mínima, de esas necesidades a los migrantes. Para que no quede duda de la sabiduría económica del plan, esos migrantes, aun cuando sea poco, algún dinero envía a sus familias en casa. Si asumimos unos 50 dólares mensuales por los 8 millones de migrantes forzosos, hablamos de 400 millones mensuales en divisas, que le entran al país, y que, de una u otra forma, dan un muy necesitado oxígeno a la dictadura. No debe sorprender entonces que las dictaduras tengan, como único producto de exportación exitoso, el de los migrantes forzosos. La brutal caída demográfica cubana desde la pandemia, que cifra su actual población en 8,7 millones, frente a los 11 de 2020, esto es 2,3 millones menos. O el COVID alcanzó en Cuba una mortalidad devastadora, superior a la de la gripe española de hace un siglo, algo que pondría en entredicho el cuidadosamente cultivado mito de la calidad de la medicina y la salud pública cubana, o la gente decidió que no tenía propósito y menos futuro, seguir malviviendo sin oportunidades ni esperanza de cambio. El 20% decidió irse, tomar el duro y riesgoso camino del exilio, y buscar en otra parte su vida.
Sanguijuelas del Imperio
Para la dictadura nicaragüense, las remesas de sus migrantes forzosos, constituyen por lo menos el 25% de su presupuesto, y el 40% de sus ingresos de divisas.
Ni un centavo de ese ingreso proviene de sus aliados ideológicos, de Rusia o de Cuba, sino de ese despreciable Imperio, que acoge más de un millón de los migrantes forzosos, el 18% de la población del país. Recientemente, a raíz de la salvaje represión de la dictadura, cerca de 200 mil más se refugiaron en países vecinos, sobre todo en Costa Rica, escapando de las bandas paramilitares sandinistas, armadas como una fuerza de choque e intimidación por el digno heredero de Somoza, Daniel Ortega. Y es que a nadie en su sano juicio se le ocurriría irse de Nicaragua a Cuba o a Venezuela, pues si de morirse de hambre se trata, la oportunidad es la misma en casa, donde al menos se está entre amigos.
Queda demostrada una metodología común de las dictaduras para la eliminación de unos molestos ciudadanos, que, para la dictadura, están mucho mejor fuera, pues para todo fin práctico, dejan de existir. El derecho que los ciudadanos tienen, a votar y a ser elegidos, uno de los pilares de cualquier sistema que pretenda alguna legitimidad democrática, le es negado a esa población. En la elección del 28 de julio, de los 8 millones de migrantes forzosos venezolanos, apenas pudieron votar 70 mil, el 1,3% del total, pues a la dictadura de ninguna manera le interesaba garantizar el constitucional derecho de esos ciudadanos a votar, a sabiendas del nulo aprecio que esos ciudadanos tienen por quienes los obligaron a abandonar su país. El 25% de la población venezolana, impedido de votar. ¿Acaso será necesario añadir algo más para demostrar un gigantesco fraude de origen en la elección?
Un CNE servil
El siguiente paso para ejecutar con precisión y propiedad un fraude, es un tener organismo electoral sumiso, a las órdenes del régimen, asunto que en Venezuela se resolvió hace un poco más de un año, dando de baja al previo, que alguna credibilidad exhibía, que debía ser el encargado del proceso electoral del 28 de julio, pues el nombramiento era por 5 años, de acuerdo a la Ley.
Finalmente, un cercano amigo del dictador y de su esposa, un Elvis, no cantor, pero si Amoroso, fue designado presidente del CNE, perfecto instrumento de la continuación y fase final del fraude del 28 pasado, con la proclamación del vencedor incluida. Apenas se le escapó el nimio detalle de las actas electorales, que debían entregar dentro de las 48 horas posteriores. Hasta hoy han pasado 168 horas, 120 más del límite que la ley fija, sin que existan actas que se pueda contrastar con las que la oposición, con las dificultades y trabas que le puso la dictadura, presentó la semana pasada, demostrando no solo que González ganó la elección, sino que lo hizo de manera aplastante, en una relación de al menos 2 a 1.
Pero eso en Venezuela, es indiferente. Si el Amoroso Elvis proclamó que el dictador ganó, ya está, no importa cuántas actas y cuántos votos demuestre la oposición que obtuvo, el ganador será siempre Maduro. Para eso lo pusieron en el cargo.
Que unos países protesten e impugnen la legitimidad del dictador, pues se los expulsa nomas del país y listo, y si los afines ideológicos ponen alguna objeción, solo es cuestión de ponerse bravo, declararlos traidores de la izquierda, y en minutos los tendrá meneando la cola, con alguna justificación esotérica que terminará acusando a la oposición de haber tenido el descaro de, después de ganar la elección, hacerle quedar mal a su amigo, revelando el alcance de su derrota y el volumen del fraude que debió implementar.
El presidente Boric, excepción de la izquierda que ha demostrado una virtud que hace rato fue olvidada por la izquierda latinoamericana, la decencia, fue calificado por el Canciller de la dictadura, de fascista y pinochetista, en pleno delirio de idiotez.
Los tres mosqueteros
Este rapapolvo habrá servido para poner en su sitio a los 3 mosqueteros regionales, digo por las moscas, para que se les ocurra algún vericueto para que la dictadura, una vez más, se burle de ingenuos y alinee a todos sus cómplices, Zapateros, Obradores, y demás peones, para que actúen como pontífices de la tendencia, y bendigan a San Nicolás, a la espera de sus seguramente suculentos regalos navideños. Veremos como al final de las cuentas, los autores del fraude serán los opositores, Elon Musk y algunos extraterrestres importados por este de Marte.
Para continuar con el proceso fraudulento, se hizo necesario eliminar la posibilidad de unos molestos testigos, observadores electorales europeos, que pretendían verificar que existía transparencia en el proceso de recepción y conteo de votos, y en la verificación de la validez de las actas.
Este descaro fue motivo para la prohibición, en el educado lenguaje y modales que caracterizan a la dirigencia del chavismo, del envío de una misión europea para observar las elecciones, pese a que esta observación internacional había sido parte del acuerdo de Barbados, que la dictadura se pasó por el forro las veces que le dio la gana.
Los únicos observadores aprobados, fueron 4 de la ONU, a condición de no hacer públicas sus conclusiones, y algunos de la Fundación Cárter, que concluida su misión, y luego de prudentemente poner tierra de por medio, al salir rápidamente de Venezuela, declararon que la elección en forma alguna cumplió con los mínimos estándares para ser considerada democrática.
Escoger al opositor
Para continuar con el análisis para entender cómo funciona el mecanismo preelectoral para mantener la dictadura perpetua, vamos a la designación de los candidatos opositores por parte, no de la oposición, como sería el caso en cualquier contienda electoral real, sino de la propia dictadura, que a través de su CNE, en efecto designa al candidato de la oposición con el que quiere competir, con la inhabilitación arbitraria de cualquiera al que vea como un riesgo. Esta práctica está en vigencia desde hace mucho rato, además de las prácticas de encarcelamiento a quienes el régimen ve cómo posibles líderes populares.
Los casos de Capriles, Leopoldo López o de Ledesma, no dejan duda acerca de la técnica, largamente aplicada. Para la elección de julio, la oposición realizó un proceso democrático de selección, en unas primarias en las que votaron casi 2,5 millones de personas.
En ese proceso, María Corina Machado obtuvo el 92% de los votos, mostrando enorme fuerza en todo el país, a todos los niveles. Amoroso como es Elvis, inmediatamente inhabilitó a la vencedora de las primarias, y por seguridad, también inhabilitó a una peligrosísima Sra, la segunda opción opositora, seguramente por llamarse también Corina, una académica de 80 años, obviamente temible. El problema de la candidatura de Maduro, algo que no podía resolverse con inhabilitaciones, era el mismo.
El “tapado”
Tras el ridículo internacional pasado, no hubo más remedio que aceptar la candidatura de un diplomático desconocido, al que se podía, al menos eso suponía el dictador, derrotar con facilidad. Lo que no pudo prever, aunque las señales eran claras, era el arrastre que la inhabilitada María Corina Machado había logrado entre la población, y su capacidad para trasladar ese apoyo a su persona, a un candidato, Edmundo González, escogido por ella, al punto de obtener cerca del 70% de la votación, una victoria arrolladora.
Pero esto no sería lo único, pues la seguridad de fraude estaba prevista. Lo nuevo fue el compromiso de miles de personas para velar el proceso, conseguir las actas de cada junta, y pasarlas escaneadas y firmadas, al instante al comando de la campaña, que, a pocos minutos del cierre de las mesas, tenía ya en su poder el 70% de las actas, en las que se reflejaba la abrumadora victoria de González.
Las evidencias que la oposición aportó, dejaron sin piso ni sustento la precipitada proclamación del CNE, dando la victoria a Maduro. Si alguna duda honesta acerca del fraude pudo existir, después de la demora de días enteros para no entregar las actas, mientras la oposición presentó sus copias de inmediato, quedó despejada.
¿Fin de la historia? No!
Uno pensaría que con esto se habría cerrado el capítulo, lo cual implicaría desconocer la naturaleza de la dictadura y su vocación de perpetuidad. Así como hemos revisado el desarrollo del fraude previo, y el del fraude tradicional, debemos revisar el post fraude, la decisión de la dictadura de continuar, pese a cualquier evidencia, aferrada por la fuerza de las armas y la represión, al poder, que tantos réditos ha traído a la cúpula gobernante, con alto mando militar y policial incluidos.
Ya sin tener que mantener la máscara democrática, al haberse revelado la medida del pretendido engaño, hacia adentro y hacia afuera, quedan ya con las manos libres para hacer aquello que mejor saben, asesinar y torturar, temas en los que su cuarto de siglo de práctica, con los instructores más calificados, han llegado a dominar a gran nivel.
El “no nos iremos ni de buenas ni de malas”, el “baño de sangre” y la “guerra civil”, anunciados por los más conspicuos jerarcas de la delincuencia que se encumbró al poder, son la expresión más explícita de sus objetivos para mantener en Venezuela la dictadura perpetua.
Ejemplos en el mundo no faltan, como lo atestiguan Cuba, Corea del Norte o Siria, con más de 60 años en ejercicio. Que esas dictaduras persistan, es también mérito de quienes se cobijan de demócratas, disfrazando de retóricas vacías su complicidad con los asesinos. Para esos, lo único que cabe es el desprecio.
Alan Cathey Dávalos