La deriva islámica

Autor: Dr. Alan Cathey Dávalos | RS 70


La invasión soviética de Afganistán en1979 fue vista por buena parte del mundo islámico como otro capítulo del ancestral conflicto del Dar al Islam, la tierra de los fieles, el hogar del Islam, con el Dar al Harb, la Casa de la guerra, aquella donde habitan los infieles, y que, según doctrinas islámicas en boga, debe finalmente volverse al Islam. Según estas, un infiel no invitado al Dar al Islam que entre a su territorio, puede ser muerto.

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La invasión fue el catalizador de un extenso movimiento en el mundo islámico, empeñado en la defensa de esa Casa del Islam agredida por los infieles. Desde el Magreb hasta los confines del Asia Islámica, en Indonesia y en Filipinas, pasando por Medio Oriente, el Asia Central, incluidas las todavía Repúblicas de la URSS de mayoría islámica, y, sobre todo, por su proximidad geográfica, Pakistán, este gran movimiento aportaría recursos importantes, en dinero y equipos, y también en voluntarios dispuestos a buscar el paraíso al participar, y de ser necesario, morir, en la guerra santa, la Jihad, contra los infieles. Muchos miles de jóvenes se alistaron y viajaron a Afganistán, donde fueron entrenados y equipados para la guerra, en la que participaron durante los 10 años de ocupación soviética, cuya retirada en 1989, sería el canto del cisne de la URSS, que tres años más tarde se disuelvió.

Administrador e Ideólogo
Las ingentes necesidades logísticas que esos voluntarios implicaron fueron enfrentadas por una estructura administrativa y financiera a cargo de un saudita de buena familia, que se hará famoso más tarde, Osama Bin Laden. Éste no fue tan sólo un líder de una guerrilla en tierra extranjera. Ante todo, fue un ideólogo que vio, en las divisiones sectarias del Islam, sobre todo en la brecha de odio entre sunitas y shiitas, la mayor debilidad de éste ante los infieles. En efecto, propuso una unidad en las políticas de todas las facciones, para derrotar a los que ya empezaron a ser llamados “cruzados”.

Ajustar cuentas más tarde
Una vez que esto se hubiera logrado, se podrían resolver las diferencias internas. Osama puso el foco en todo el mundo cristiano, sin hacer distinciones sobre si es ortodoxo, protestante o católico, y en Israel, como ocupante de una región de especial significación religiosa para el Islam, Jerusalén, de donde habría partido al cielo el profeta Mahoma, e histórica, pues fue el escenario de las Cruzadas, finalmente rechazadas victoriosamente por el mundo islámico, dirigido curiosamente por un gran guerrero kurdo, Salah ad Din, conocido en el mundo cristiano como Saladino.

Ataques terroristas
Sus ataques terroristas, cuya apoteosis sería el ataque a los principales símbolos de poder norteamericanos, el económico en las Torres Gemelas y el militar, en el Pentágono, fueron exitosos, no así el político, al ser derribado el avión lanzado contra Washington, produjeron una esperable reacción punitiva, la invasión de Afganistán por Estados Unidos, seguida al poco tiempo por la de Irak, exacerbando esas posiciones extremas del fundamentalismo islámico que Osama había alentado, y que se llevaron a sus extrañamente lógicos fines con el surgimiento de ISIS y del Estado Islámico.

Retiradas
20 años más tarde, tras la poco feliz retirada norteamericana de Afganistán, convertido de nuevo en feudo del más retardatario y feroz fundamentalismo, con un Talibán decidido a imponer su cosmovisión más primitiva a toda costa, y de un Irak en el que, cumpliendo esa visión de unidad temporal preconizada por el fundador de Al Qaeda, shiitas y sunitas han combatido contra la presencia extranjera en el país.

Sectarismo
Oriente Medio ha pasado por décadas y hasta siglos, de fraccionamiento religioso y político, que ha enfrentado, sangrientamente incluso, a las diversas facciones y países implicados.

La guerra en Siria, la lucha contra ISIS, la guerra civil en Yemen, el expansionismo de la teocracia iraní, además, claro, de la herida abierta de Palestina, han sido el marco de la historia reciente de la región.

Cambio de curso
De pronto, tal circunstancia dio un giro que no había sido anticipado y menos evaluado en toda su dimensión, cuya demostración más obvia fue el restablecimiento de las relaciones entre unos enemigos que lucían irreconciliables: Arabia Saudita, campeona del sunismo, y la República Islámica de Iran, dirigida por una teocracia shiita radical.



Acaba de reabrirse la embajada de Iran en Ryad, y es de suponer que no tardará la reapertura de la saudita en Teherán, que hace 7 años fuera asaltada por una turba, que la saqueó para a continuación incendiarla, en represalia a la ejecución de un líder shiita en Arabia Saudita. Estas acciones serían la causa aparente para la ruptura de relaciones, enmarcada además en el enfrentamiento entre los dos países, por interpuestas personas y muertos ajenos, en la guerra civil de Yemen, que se ha convertido en la peor tragedia humanitaria al momento, con casi 400 mil muertos y una hambruna que a duras penas se contiene con los aportes de Naciones Unidas y otras organizaciones de carácter humanitario.

La mano que mueve la cuna
La mano que estuvo detrás del acercamiento fue nada menos que la de China, cercana al régimen iraní, evidentemente interesada en llenar el vacío que las retiradas americanas, ha dejado en la región, y la incertidumbre de sus aliados regionales sobre su compromiso real a futuro, sobre todo, por la cada día más preocupante esquizofrenia en la sociedad norteamericana, carente ya, desde hace rato, de una política y objetivos coherentes en sus estrategias globales.

Extravío
El impacto del 9/11 fue tal, que la orientación de unas capacidades enormes se desvió de lo central y esencial, a lo periférico, perdiendo en el camino todas las ventajas surgidas tras el derrumbe de la URSS, principal rival estratégico durante la Guerra Fría. La incapacidad norteamericana para enfocarse en el obvio crecimiento de la China en todos los ámbitos, y su penetración en todas las regiones del mundo, por medio de agresivas y opacas políticas crediticias, le ha permitido a ésta última, retar con ventaja a Estados Unidos y al mundo occidental, en los terrenos en que, supuestamente, éstos eran superiores, las industrias y la tecnología.

Éstas les fueran entregadas a China, por la codicia de las empresas occidentales, sin beneficio de inventario, cegadas por el afán de lucro, que ven como China las desplaza de sus propios mercados, por las ventajas comparativas que en su momento atrajeran las inversiones occidentales, la mano de obra barata, y la inexistente legislación laboral, en lo que a presiones sindicales se refiere, pues el régimen chino, por su naturaleza, garantiza que no habrá huelgas. El pasado mes de mayo, China pasó a ser el primer exportador y productor mundial de vehículos, casi todos ya de marcas chinas, en el campo simbólico más significativo de la industria global.

Realineamiento
El alineamiento de Medio Oriente con unos intereses contrarios a los occidentales se ha hecho evidente con la reducción de la OPEP de su producción petrolera, para forzar la subida de los precios del petróleo. Arabia Saudita, a sabiendas de que habría sido muy difícil lograr que todos los miembros bajaran la producción, unilateralmente redujo la suya, pues sus ganancias recientes se lo permiten. El beneficiario fue Rusia, e indirectamente, China, a la que aquella le vende con gran descuento.

El aumento de los precios de los combustibles, en medio del frágil entorno de recuperación de la economía, prácticamente descarrila los esfuerzos que se han hecho a lo largo del año, y el declarado objetivo de un petróleo a $ 80 a 100 por barril, determinará que la recesión mundial se mantenga, como se puede ver ya, sobre todo en Europa, pero que impactará gravemente a las grandes economías de India y Japón, casualmente los principales rivales asiáticos de China, cuya dependencia petrolera es total.

El hijo pródigo
En medio de este realineamiento, se registra el retorno del hijo pródigo, Basher al Assad, a su ámbito natural, la Liga Árabe, convertida en escenario principal del autoritarismo, tan extendido en el mundo islámico, tanto sunita como shiita. Regresó tras diez años de su aislamiento por parte de los gobiernos árabes sunitas, en lo que evidentemente no había sido un repentino ataque de repudio por los crímenes de guerra y contra la humanidad, perpetrados por el segundo de la dinastía Assad, apoyado por la teocracia iraní, decidida a mantener su control sobre la franja territorial que une Irán con el Mediterráneo Oriental, gobernada por facciones shiitas en Irak, Siria y Líbano, y por Rusia, por su interés en mantener su control sobre el puerto de Latakia, clave para su presencia naval en el Mediterráneo. Fue muy calurosamente recibido por sus pares, que no tardaron en olvidar el más medio millón de muertos y los 8 millones de refugiados que la guerra civil siria han causado.

El espectro del Captagón
Al parecer, una de las razones por las que la Liga Árabe le abre las puertas a Siria, sería la creciente amenaza que se cierne sobre toda la región, por el desarrollo en Siria de una potente industria de drogas sintéticas, sobre todo del llamado Captagon, una anfetamina de gran poder adictivo, que se convirtió en el salvavidas del régimen de Assad durante sus años de aislamiento. Siria es el principal productor mundial de la droga, y su mercado preferente es el de los países del Golfo. Al parecer existen cercanas vinculaciones, hasta familiares, entre el régimen sirio y las estructuras criminales que manejan el negocio, al punto de poderse hablar de un narcoestado. Entre los acuerdos no escritos ni oficialmente dichos entre la Liga Árabe y Siria, aparentemente estaría el compromiso de Assad para detener el tráfico hacia el sur. Habrá que temer, si esto se cumple, que esa masiva producción de drogas busque otros mercados, que con los estrechos vínculos de Hezbolá con las bandas narcotraficantes en América Latina, fácilmente podría penetrar, por su bajo costo, en una región que está ya profundamente penetrada por las mafias del narcotráfico internacional, no sólo como productores, sino también consumidores de drogas de baja calidad.

Acercamiento militar
Para cerrar con broche de oro, el anuncio de maniobras navales conjuntas de los estados del Golfo, incluidos Arabia Saudita e Irán, con las armadas Rusa y China, pone en evidencia el claro viraje de la región hacia los estados autoritarios, muy poco preocupados por las políticas antidemocráticas y represivas, que predominan en las monarquías, dictaduras y teocracias en Oriente Medio, al contrario de los molestos reclamos del mundo occidental por las graves violaciones a los derechos de las personas, incluidos asesinatos y torturas, además del creciente uso de la pena capital como mecanismo de represión e intimidación en la región, particularmente en Irán y Arabia Saudita, a los que únicamente supera China en ejecuciones, por año.

El gato de despensero
Al parecer, se establecería un acuerdo para controlar, por cuenta de los estados del Golfo la seguridad de la navegación por el Estrecho de Ormuz, por donde pasa el 20% del crudo del mundo. Esto significa dejar en manos de unos estados que están demostrando con sus acciones una creciente hostilidad hacia el mundo occidental, uno de sus principales clientes, que hasta ahora se ha encargado de mantener abierta a la navegación ésta vital ruta. Confiar en la buena fe de la República Islámica de Irán para asegurar la navegación en el Golfo Pérsico y más allá, parecería una extrema ingenuidad de los pequeños reinos y emiratos del Golfo, que quedarían expuestos a un país que nunca ha dudado en usar las armas del chantaje o del terrorismo, para el impulso de sus agendas. Su colonización iraní de Siria y Líbano, países que antes eran prósperos, y hoy en quiebra, debería motivar un análisis cuidadoso respecto de donde se están metiendo.

Nos hallamos ante otra muestra del cambio de época que se está produciendo, donde el dominante papel que el mundo occidental ha jugado durante el último medio milenio cede paso a nuevas realidades demográficas pero también culturales, éticas y políticas, que se expresan con creciente fuerza.

La democracia y sus valores, como nosotros los entendemos, al parecer no tienen cabida en el nuevo orden que se anuncia.