Hombres y mujeres de hierro

Aún no sale la luz del día, y él, ya no está. Miro la hora, calculo el tiempo, espero un momento, tomo mi celular y le pregunto, lo mismo que le he preguntado los últimos meses ¿ya estás entrenando? Así empieza la interacción con mi hermano, quien sin importar si es domingo o lunes, si llueve o no, si el sol aún no sale o la luna ya se esconde, entrena hora tras hora para su nuevo objetivo deportivo: el IRONMAN de Florida.

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¿Cuántas horas entrenaste? ¿duele la lesión? ¿te hidrataste? ¿has podido dormir? son preguntas que se cuelan en nuestra conversación cotidiana y que, con el tiempo, mientras ellos, los atletas aprenden más sobre el gran oficio del deporte, nosotros, los cercanos aprendemos el gran oficio del acompañamiento, a estar sin estar, a preguntar lo justo, lo necesario, lo importante.

Y así, mientras ellos se concentran y con disciplina (y a veces mucho dolor físico) cumplen lo pactado con sus entrenadores, la vida sigue pasando. Pasa entre desayunos y comidas familiares, entre reuniones sociales y eventos laborales en los que ellos, no están, pero son parte de la conversación, de los recuerdos y de los planes futuros.

“Cuando mi papi vuelva de entrenar, vamos a ir a nadar y jugar tenis” dice mi sobrina mientras desayunamos, y mientras mi mente reacciona inmediatamente entre molesta y preocupada y piensa “¿cómo pudo mi hermano ofrecerle hacer eso después de entrenar cinco horas? ¿pequeña, no entiendes acaso que tu papi llegará agotado y debe descansar?”, de mi boca sale un “sí mi amor, vamos a arreglarte para que le esperes lista”. Reconozco que todavía siguen, la lógica, la sensatez y el sentimiento, teniendo ese debate en mi cabeza, discutiendo si está loco o tremendamente cuerdo, si vale la pena o no, pero estoy aprendiendo que no me corresponde a mí ni a nadie realizar cuestionamientos, mucho menos descifrarlos, lo que sí, le agradezco a mi hermano por cumplir siempre con su palabra; a su cuerpo, por tener la fortaleza para poder hacerlo y a su espíritu, por saber diferenciar entre lo importante y lo prioritario.

LA ANGUSTIA ANTE EL NO SABER
¿Has sabido algo de tu hermano?, ahora es el turno de escuchar a los papás. Dicen que para un padre no hay nada más duro que ver a un hijo en aprietos, más difícil aún, debe ser, ver a su hijo decidir ponerse en riesgo, porque para un padre, esto es un riesgo y es que si hay algo que hemos aprendido es que, en fracciones de segundos, el escenario se puede tornar gris y a veces, incluso negro. Ellos, mis padres, ponen en manos de Dios, la protección física y mental de su primogénito, y en la oración, el deseo profundo de que salga ileso, de que finalice la competencia, lo haga en buen tiempo, sí, para las oraciones también hay jerarquización y ese es el orden en el que el corazón de un padre encuentra calma.
Muy contrario a lo que muchos pensarían, a más competencias de ellos, más miedo hay por parte de nosotros y es que el miedo no es gratuito. Hace un par de años, a pocos meses de una de las primeras maratones, mi hermano tuvo un accidente en bicicleta, donde se fracturó el hombro y mientras yo recibía la llamada de pedido de auxilio con una voz quebrada que le mandó a mi alma al piso, él a su vez sabía que un sueño, se había truncado. Desde ahí, no importa cuántas veces se vuelva a subir a una bicicleta, cada vez que lo hace, la memoria hace lo suyo y trae consigo a la angustia, que a veces dormida, a veces despierta, siempre está.
Y la angustia despierta no respeta raciocinio, edades, geografías ni condiciones climatológicas. En una ocasión, estuvimos puntuales, para recibirle en una competencia de trail, en donde empezaron a llegar uno a uno los competidores, luego por decenas, y nuevamente de a uno, a cuentagotas, cada vez más espaciados en el tiempo y él, simplemente no aparecía. Mi padre en silencio, con las manos entrelazadas en su espalda, caminaba de un lugar a otro; mi madre hablaba con los organizadores ávida de información; mi pequeñita lloraba asustada ante un escenario cada vez más solitario, mi sobrino manteniendo la calma se organizaba con mi novio para ir en auto a buscar a su padre, y yo, yo solo pidiendo que desaparezca ese hueco, que cada vez se hacía más grande en mi corazón, y aparezca él. Y lo hizo, tarde, lleno de lodo y con un cuerpo que clamaba descanso, pero lo hizo.

ANGUSTIA VS. DIVERSIÓN
Pero a la angustia también le acompaña la diversión y el aprendizaje que trae consigo formar parte del equipo de apoyo. A veces se juega de local, lo que permite que la logística no sea una preocupación y que el grupo de acompañamiento sea más grande y variado. En el extranjero, al entrenamiento y a la competencia, se suman otras tareas paralelas como la búsqueda de pasajes, reservaciones de hoteles, renta de auto, y claro por qué no, sitios qué visitar aprovechando “la escapada”, para ello se vuelve fundamental definir con tiempo, quiénes serán parte de esta nueva aventura deportiva.
La lección aprendida es que hay que llegar con el mayor tiempo de anticipación posible, eso permite que los atletas se familiaricen con las rutas, prueben equipos y entrenen a la temperatura apropiada. No importa cuánta experiencia tengan, son deportistas de élite y la disciplina y compromiso son fundamentales para cada competencia por lo que la buena alimentación y el descanso acompañan las horas previas sumadas, a una dosis (recomendada por sus mismos entrenadores) de buenas energías que reciben de sus afectos a través de videos, mensajes, llamadas y cualquier medio que permita expresarles amor y buenos deseos.
Con mi hermano, al finalizar la tarde, revisamos uno a uno todos los implementos que llevará consigo: la bolsa de herramientas, proteínas, líquidos y alimentos, también repasamos, una vez más los puntos en los que acordamos encontramos y los tiempos estimados; esto último también es producto de la experiencia porque hacer el seguimiento al competidor a través de la aplicación no basta, cuando se tiene el corazón en la boca sin saber si está cerca, si le falta mucho, si es “normal” que aún no lo vea o si lo está haciendo bien. Finalmente, antes que vaya a dormir, le entrego un cuaderno lleno de mensajes, que días atrás amigos y familiares, le escribieron a propósito de su cumpleaños número 50, para que esa lectura sea quien le acompañe hasta que Morfeo le tome de la mano.

Y LLEGA EL DÍA
5 am suena la alarma y empieza el cronograma de todo lo pactado (no hay espacio para relatar la mala pasada que nos jugó el cambio de horario, pero definitivamente es un nuevo punto que habrá que tomar muy en cuenta en el futuro, hoy es chiste, pero fue anécdota). Y mientras la arena se va llenando de largas filas de atletas ubicados en sus puestos para salir al encuentro con el mar, todos los acompañantes vamos buscando el lugar que nos permita despedirnos una vez más de ellos y tener una mejor ubicación para el registro fotográfico respectivo.
Así empieza una jornada que se va acompañando de la luz del día, el calor del sol y la algarabía de la gente. En las calles de Panamá City, Florida se vive una fiesta: pancartas con sus fotografías, carteles con frases motivadoras, niños haciendo “hi five” y cientos de desconocidos aplaudiendo a todos y cada uno de los que ven salir entre las olas, en las bicicletas o trotando en el pavimento.
Verlos acabar cada etapa e iniciar la siguiente, a más de regocijo para uno y ánimo para ellos, sirve como prueba fehaciente para reportar, a todos los interesados que no cesan de enviar mensajes y pedir actualización del rendimiento, que lo está haciendo bien. A todos ellos, gracias.
Mi sobrino es el encargado de llevarme a cada punto pactado y de explicarme, con paciencia, toda la información que la aplicación actualiza. Él conoce al dedillo los tiempos promedios de su papá, la velocidad, sus debilidades y fortalezas, la ruta y por eso cuando de repente dice: ¡algo pasó tía! ¡está demorado!, sin ser llamada, la bella durmiente, se despierta y no se vuelve a dormir hasta que, seis horas después, le ve a mi hermano, llegar sonriendo y completo. Duerme angustia, duerme, ahora ya solo faltan cuatro horas de maratón.
Los momentos finales son de mayor emotividad y son de mis favoritos. Es indescriptible la mezcla de sensaciones que deambulan en el ambiente y lo que reflejan los rostros de cada uno de los atletas que llegan a la meta. Dolor y frustración, sí; pero en la gran mayoría una alegría tan inmensa que se expresa con sus brazos en alto, gritos, sonrisas, besos y miradas que buscan ansiosos a sus hijos, padres, amigos, parejas. Muchos frenan a raya cuando oyen a lo lejos que dicen su nombre, se dan la vuelta e incluso se regresan pocos metros y prefieren sumar segundos a su tiempo final, para fundirse con sus amados.
Yo estoy en primera fila, pegada a la valla a un lado de la llegada, mi sobrino metros más adelante para ver a su padre de frente. A mi lado, hay gente transmitiendo en vivo, conectándose en zoom, whatssap o telegram, al mismo tiempo todos aplauden, todos gritan, todos esperan, todos empiezan a llegar. El cambio de horario hace nuevamente una jugarreta, pero ya no importa, no hay cabida para otro sentimiento que no sea la ansiedad y nervios, pero de los buenos; me tiemblan las manos, tengo miedo que por contestar el celular o ver la aplicación, no pueda registrar los segundos finales, prendo y apago la cámara cada minuto, creyendo que ya llega, pero no, no todavía. Desde casa mis papás y hermanas empiezan a contarme: está a cinco, está a tres, está a dos….. Y aparece él, con los ojos llenos de lágrimas que se mezclan con el sudor, con una mirada que no busca porque sabe que estamos, con unos brazos hacia el cielo que agradecen y unos oídos que entre música y aplausos se preparan para escuchar: YOU ARE AN IRONMAN Diego, from Ecuador”.

Él ha cruzado la meta, y nosotros con él.
Los atetas, sus valores y preparación física y mental, merecen capítulo aparte, pero me gusta pensar que mientras ellos, cuidan y protegen su cuerpo, nosotros cuidamos y protegemos su corazón.
LA COMPETENCIA
El ironman es un triatlón en la que los participantes deben nadar 3,86 km a mar abierto, hacer 180 km de ciclismo para finalmente trotar 42,2 km en un tiempo máximo de 17 horas, el récord lo tiene el noruego Gustav Iden con 7h40’24». En el IRONMAN de Florida, de este noviembre, participaron alrededor de 1600 deportistas en los que se incluyen personas con capacidades especiales y de la tercera edad, uno de ellos, una vez cruzada la meta, sufrió un infarto cardíaco y falleció (descanse en paz).

DEDICATORIA
Dedicado a todos los Tony Stark del mundo, que su armadura siempre lleve disciplina, honestidad, disfrute, pero, sobre todo, buena compañía.

GILDA FIGUEROA GRIJALVA