FIFA: El jardín de Infantino

Ante las numerosas voces levantadas contra la designación de Qatar como sede de la Copa Mundial de Fútbol por parte de la FIFA, su presidente, Gianni Infantino, ha expresado, en declaraciones de prensa, unas opiniones que, en algún líder populista latinoamericano, habrían sonado hasta esperables, no así en el líder de una organización deportiva, que por principio elemental no puede participar en una polémica política.

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Lavar los trapos sucios.
Lo que si puede, y además debería, es dar la cara en lo que se refiere a los trapos sucios de la organización que dirige, expuestos por la manera opaca en que, según todos los indicios e investigaciones, se produjo la designación de Qatar como sede de la Copa.
En lugar de poner en claro los chanchullos en que sus predecesores incurrieron, y tratar en algo de lavar la cara de la FIFA en un esfuerzo por transparentar lo ocurrido, para al menos desalentarlo a futuro, al mejor estilo populista de cualquier demagogo, ha buscado desviar la atención de los aspectos de fondo, de los temas realmente importantes, con la cómoda y conocida fórmula del ataque a quienes han expresado sus reparos a tal designación, en las formas, tan opacas como arbitrarias, y en el fondo, con el irrespeto de los derechos humanos, de los laborales, por las extremas condiciones con los obreros migrantes en Qatar, y por las políticas contra la diversidad sexual, que, como en buena parte del mundo islámico, pueden conllevar hasta la pena de muerte. Baste comentar que los terroristas fundamentalistas de Al Qaeda han advertido a los musulmanes “que no sigan ni asistan al evento por la presencia de homosexuales, de inmorales, sembradoras de corrupción y ateísmo”. Esa radical visión islámica no está limitada en forma alguna al extremismo de grupos fanáticos. La única presencia de una mujer en la gala de inauguración en Qatar, la mostró completamente tapada por un velo, acorde con la legislación islámica.

La “hipocresía europea”.
La penosa respuesta de Infantino ha sido, no como cabía esperar, una explicación por las evidencias de manejos deshonestos de los directores principales de la FIFA, sino una condena a una supuesta “hipocresía” europea, por la que, y cito textualmente, “Europa debería pedir perdón por lo que ha hecho en los últimos 3000 años”. Ni una sola palabra sobre el triste papel de la FIFA, sobre los insistentes rumores de sobornos para algunos de sus dirigentes, y mucho menos sobre las investigaciones que han puesto el foco en una organización tramposa, que se aprovecha de su impunidad por un “espíritu de cuerpo” mal entendido y peor aplicado.
Entonces, ante la carencia de argumentos, para justificar la forma, y mucho menos el fondo, la salida más fácil es demeritar a quienes reclaman explicación, seguramente esperando que una mayoría de países no europeos miembros de la FIFA, por alguna forma de “solidaridad” anti europea, se alineen detrás del slogan, y por tanto, del presidente de la FIFA, una apuesta que puede resultar a su favor, pero que en nada ayuda al esclarecimiento de los hechos.

Ignorancia o mala fe?
En cuanto al slogan esgrimido por Infantino, caben una multitud de observaciones, de las cuales formularé algunas, principalmente en torno a la fingida o real ignorancia del titular de la FIFA sobre la historia.
Habla de lo que le ha hecho Europa al mundo durante los últimos 3000 años. Eso es mucho tiempo, tanto que el vago concepto, Europa, no existía siquiera entonces . Apenas en alguna mítica referencia, bastante posterior por cierto al año 1000 AC, a donde nos llevan las fechas de Infantino, se menciona a Zeus seduciendo a una ninfa fenicia, cuyo nombre es Europa. El concepto “Europa” recién se formula entre los siglos XVI y XVII, para reemplazar al del “mundo o República Cristiana”, que había sido el habitual durante la Edad Media, cuando la unidad religiosa en torno a la Iglesia Católica Romana estaba firmemente establecido. Cuando se produce la Reforma Protestante, iniciada por Lutero, esa uniformidad religiosa desaparece, y con ella la idea de un “mundo cristiano”, por los conflictos religiosos que surgen con la Reforma.

De cuál Europa nos habla?
¿A cual Europa condena Infantino hace 3 mil años, y por qué hechos? A cual hace 2 mil o hace mil?
Será a la que crea la primera democracia que el mundo ha visto, en una Atenas que formuló, hace 2500 años, un modelo político cuya memoria rescatada, ahora si en Europa, 2300 años más tarde, se constituye en el ideal político a alcanzar, ahora como entonces, como la única alternativa válida ante el poder omnímodo?
¿A cual Europa condena Infantino hace 3 mil años, y por qué hechos? A cual hace 2 mil o hace mil?
Será a la que crea la primera democracia que el mundo ha visto, en una Atenas que formuló, hace 2500 años, un modelo político cuya memoria rescatada, ahora si en Europa, 2300 años más tarde, se constituye en el ideal político a alcanzar, ahora como entonces, como la única alternativa válida ante el poder omnímodo?

¿Por la razón y la ciencia?
Será por el desarrollo del pensamiento que se basa en la razón y no en la superstición y el mundo mágico, por las ideas que Heráclito, Parménides, Sócrates o Platón postulan, para fundar el razonamiento lógico y filosófico?
Será por los pasos decisivos hacia la ciencia que emprenden esos precursores científicos como Pitágoras, con sus teoremas y su geometría, o la elegancia suprema de la demostración de Eratóstenes sobre la esfericidad de la Tierra y su diámetro, o la lucidez de ése Arquímedes, que con una palanca afirmaba poder mover el mundo?
O de esos geniales arquitectos Calicrates e Ictino, que construyeron el Partenon, o los desconocidos genios que construyeron el Panteón de Agrippa, cuyo diseño fuera calificado por Miguel Ángel como “angélico y no humano”, y tantos edificios maravillosos?
Condenará tal vez Infantino las carreteras romanas que conectaron al Imperio, y que se convirtieron, incluso tras su caída, en factor esencial de tránsito por diez siglos más?
O de los maravillosos acueductos, obras maestras de la ingeniería hidráulica para proveer agua limpia a las urbes imperiales, o de sus sistemas de eliminación de las aguas servidas, que deberán ser recuperados 2000 años más tarde, cuando las ciudades en el mundo entero eran alcantarillas abiertas que hedían por los desechos y vivían presas de las epidemias de cólera o tifoidea

Tan lamentable le parecerá la extraordinaria creación del Derecho Romano, que hasta hoy es el núcleo de la civilidad jurídica de buena parte del mundo, incluso fuera de Europa, al legislarse en función de un corpus jurídico de una sensatez y solidez conceptual excepcionales?

¿Por el Renacimiento?
Habrá Europa de pedir perdón por uno de los momentos estelares de la humanidad, como es el Renacimiento, en todo su esplendor estético y creativo, que regresar a beber de esas fuentes excepcionales de la Grecia y la Roma clásicas?
Deberá Europa disculparse por el David o el Moisés de Miguel Ángel, por la Última Cena, por Caravaggio, El Giotto o Rafael?
Deberá avergonzarse de Dante, Cervantes o Shakespeare, de Rabelais, de Bocaccio?
Debe renegar de Galileo, de Copérnico o de Kepler, por refundar la ciencia, y recuperar la visión real del Universo, atrapada en un laberinto de superstición por un milenio, a pesar de las amenazas del oscurantismo, reacio a morir como en muchas partes del mundo todavía, siempre listo para eliminar a quienes osan enfrentarlo?
Será por haber creado, durante la Ilustración, la hija filosófica del Renacimiento, la noción revolucionaria y única de los derechos humanos, la defensa de las libertades y el estado de derecho, en el que, tras históricas luchas se subordina el Poder a la Ley?

El slogan y la desmemoria como argumento.
Que patético argumento de Infantino, y que nivel de desmemoria. Como todo el mundo, Europa ha tenido horas obscuras, algunas recientes, como los genocidios del pasado siglo, cuyo iniciador, a propósito, no fue una potencia europea, sino el decadente Imperio Otomano, pronto seguido por alemanes, soviéticos, japoneses y chinos, para terminar con el horror de Ruanda. Desmemoria para no recordar a las millares de víctimas anuales que exigían los dioses del panteón azteca, desmemoria para condenar, con razón, la esclavitud que se ejerció contra los pueblos africanos por parte de mercaderes europeos, pero para callar por la misma esclavitud practicada, entonces y ahora, por el mundo musulmán, tanto contra los pueblos africanos como contra los propios europeos, sobre todo en las costas mediterráneas, estimada en 1,25 millones entre 1530 y 1780. El Islam considera aceptable la esclavitud de los paganos e infieles, y así lo ha hecho desde su origen. Se estima que 12 millones de seres humanos subsaharianos han sido sometidos a esclavitud en el mundo islámico, así como incontables más provenientes de las tierras conquistadas por el Islam durante su expansión, sea en su etapa árabe, en especial en Al Andalus, la actual Andalucía, en Sicilia o en el sur de Italia, y en la otomana posterior, en los Balcanes y en Rusia, entre los eslavos, de donde aparentemente se deriva la palabra esclavo en varios idiomas europeos. Desmemoria para acordarse de los cientos de miles de chinos muertos de agotamiento durante la construcción de la Gran Muralla, enterrados en su interior para que la siguieran defendiendo por toda la eternidad.

¿La guerra cultural.
Desmemoria para todo lo que no sea el objetivo de una implacable guerra cultural dirigida a la condena de todo aquello que el mundo occidental ha construido y ha compartido con el mundo.
Olvidar que fue Europa donde se inventó y se difundió por todo el mundo las vacunas, la penicilina, la Relatividad, los rayos X o la anestesia, o proponer que por ellos se pida disculpas, no es más que una pobre excusa para un pobre tipo, agarrado en falta encubriendo a sus antiguos jefes.
Para no olvidarlo, la actividad por la que come, y que le proporciona un envidiable nivel de vida, es también invento y desarrollo de ésa Europa a la que pretende exigir disculpas. Hablamos, claro está, del fútbol, del cual se ha valido en su vida para un excelente pasar. Será que por el también debe Europa pedir disculpas al sr. Infantino? Un poco de sindéresis nunca está de más.

Dr. Alan Cathey