¿Qué somos?

Gabriel Adrián Quiñónez Díaz
Gabriel Adrián Quiñónez Díaz

El ser humano es un vertebrado tan singular que es capaz de odiar incluso aquello que no conoce. Nuestros ancestros eran mucho más racionales. Le temían a la carga del Mamut, a la mordida de ellos grandes felinos, al color de las erupciones volcánicas. Reconocían el riesgo para perdurar.

¿Qué nos sucedido a los Homo sapiens de la actual sociedad? Ya no somos de los que odiamos al amante de nuestra pareja, al que nos hizo bullying en la escuela, al ratero que nos asaltó en la calle. Ahora odiamos únicamente a quien no conocemos e, inclusive, sin evidencia de encontrar cimentos sólidos en nuestros odios.

Quiero que razonen en todos los nombres de los infames de redes sociales, esos que “se hicieron millonarios con contratos corruptos”, esos que “golpean a sus esposas”, esos que “que pasean con dinero de nuestros impuestos”. Piensen en todos aquellos que salen por un lado en reportajes, o bien entre chismes de pasillos, o bien entre agresiones de anónimos, cuya historia real jamás consta.

Mi interrogante es: ¿a cuántos de ellos conocemos y cuál fechoría nos consta personalmente? ¿Se han dado cuenta que existen cucos, monstruosos, cuyos nombres y apellidos todos identificados, pero quienes ninguno de nosotros conoce?

La narrativa en las redes sociales es tan fuerte que puede convertirse a una persona desconocida en un villano para todos. Sin que jamás sepamos si es con o sin méritos. A mí se me ocurren los nombres de personas cuyas vidas desconozco pero que cuando pienso en ellos, desconfío. ¿Por qué? Porque ya no odiamos el peligro, hoy odiamos imaginarios. Y la tragedia del ilusionismo aterriza en heridas abiertas. Todos, absolutamente todos, tenemos heridas abiertas. Cada ser humano carga con frustraciones, temores, dolor. Ustedes no saben lo que vive cada ser humano puertas adentro, los traumas de su niñez, las preocupaciones del mañana, los motivos de su ansiedad.

¿En qué momento nos convertimos en dioses desquiciados con el derecho de dañar y con capacidad de sanar? Mírense en su espejo, ¿Uds., están bien? Ustedes no saben lo que sus enemigos imaginarios viven. Ellos tampoco tienen que conocer la causa que los desvela a ustedes por las noches, que les tiene tan embestidos de odio y de necesidad de desahogo.

Dejemos de mancillar a quien no conocemos. Basta de dañar a quien jamás nos ha dañado. Empecemos a reclamar cuando tengamos verdaderas certezas. Dejemos de creer que lo que cualquier resentido y aparecido escribe o dice. Sólo diseñemos estrategias cuando olamos peligros. ¿Están preparados para dejar de ser el ser inhumano y mezquino en el que se han convertido?

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