En medio de los temores y dolores que nos corresponde vivir, brilló la euforia en Ecuador y el mundo por el acertado entusiasmo, constancia, dedicación, sueños hechos realidad con altura y disciplina, Richard A Carapaz M. nació par triunfar, amar el deporte de los aficionados al velocípedo, con su bicicleta humilde que fue el vehículo de dos ruedas se adentró en la velocidad ciclística; con los años se hizo ovacionar por variados territorios del mundo para demostrar ligereza, agilidad en el movimiento pedalístico, certeza en la rapidez, equilibrio y prontitud para llegar al lugar o meta propuesta.
El triunfo de nuestro compatriota en los Juegos Olímpicos de Tokio 2021 permitió alegría y entusiasmo patrio, el galardón de oro es por amor al deporte, a la patria Ecuador y a nuestra América.
Siempre sobresalen los deportistas olvidados, los que no claudican ante los impedimentos gubernamentales. Siempre nuestra Esmeraldas ha sido y es
cuna de grandes deportistas pero los gobernantes nada han hecho por apoyar como debe ser, los grandes escenarios en centros educativos y espacios apropiados.
Tenemos la esperanza aún de que Alexandra Escobar, la deportista constante y participativa nos colme de amplia satisfacción, al igual que Álex Quiñónez quienes ponderan con su presencia y participación a su tierra natal y a nuestro país.
La humildad es uno de los valores característicos de nuestra estrella de oro, esa cualidad unida a la sencillez lo enaltecen, lo hacen avanzar con tesón; las grandes almas saben que no hay fracaso definitivo sino grandes oportunidades para lograr de la experiencia la victoria definitiva.
El rol protagónico de nuestro campeón ante el mundo y su terruño se demuestra con esfuerzo, superación personal convivencia y auténticas relaciones humanas, logrado con supremo esfuerzo enfrentándose a los riesgos del clima, la lluvia, el frío, la orografía y el pedaleo en tierras desconocidas.
Es claro ejemplo él y su familia que a más de la alegría y entusiasmo derrochan atención y amor para todos los visitantes.
Nuestro velocipedista hace gala de fortalecer el alma a través del fortalecimiento del cuerpo participando con esfuerzo supremo, alto riesgo, superación personal, sana convivencia y destacada nobleza en las relaciones humanas.