‘Las Palmas’, de un ensenado de piedra a un balneario envidiado por muchos

ANÉCDOTAS. Soraya Mieles, nos muestra una de sus fotos cuando apenas tenía 9 años.
ANÉCDOTAS. Soraya Mieles, nos muestra una de sus fotos cuando apenas tenía 9 años.

Los cajones de concreto marcaron la infancia de cientos de esmeraldeños, que tras la bajar la marea se convertían en piscinas y se encontraban desde churos, jaibas y en ocasiones pequeñas lenguadas.

Las Palmas era un lugar hermoso y folklórico. Se conformaba de una plazoleta y otros atractivos de la época. Hasta cerca de 1930, Las Palmas era conocida como La Boca, eso por estar asentada sobre la boca del río Esmeraldas.

Acceder a ella era toda una travesía y debía hacérselo por un estrecho sendero serpeante, la historia muestra a La Boca como un modesto caserío de pescadores y marinos, en la que de su arena se podía agarrar las jaibas o caracoles y que, en un punto tan ansiado, se convirtió en la llegada de viajeros que, a pie o a caballo, arribaban de Atacames, Galera, Quingue o San Francisco.

En 1950, ya existía un malecón y el bus Las Palmas daba los primeros vestigios de la transportación, aunque bueno, aquello llegó mucho antes. Gina Tenorio Klinger, mantiene aquel recuerdo intacto, en el que junto al enamorado o las amigas daban largos paseos por el malecón y se podía observar el peñón del recinto Las Piedras en lo que hoy es Autoridad Portuaria.

Muros y peceras

Los cajones de concreto eran los rompeolas de Las Palmas, en los años 50 a 60 recuerda Freddy Obando Marcillo Moreira, que pegados unos a otros impedían que la fuerza del mar arrasara con todo a su paso, añora esos días porque cuando la marea descendía se formaban piscinas en los cajones y podían bañarse horas ahí.

María Valencia, recuerda que su tío cada fin de semana los llevaba al rompeolas y encontraba en su interior desde churos (caracoles), jaibas y en ocasiones pequeñas lenguadas. “Para mí era estar en un acuario y piscina a la vez. Lindos momentos a pesar de los zancudos que se encontraban entre las palmeras de cocos”, rememoró.

El retiro de los cajones de concreto marcó un hito para Roddy Huerta, de 64 años, describe que cuando aquello ocurrió hubo un fuerte oleaje y muchas piedras quedaron en la playa, junto a sus amigos pescaron ostiones y de donde se sacaron los cajones, hallaron objetos de oro como anillos, aretes y pequeñas pulseras.

Comercio

Las Palmas era y sigue siendo un festival de comercio, Cedma Elday, de 58 años, es una de las más antiguas comerciantes que hoy continúa con sus artesanías en el balneario de Las Palmas, guarda en su memoria que allí donde inicia Flopec, ella y otros vendían desde alimentos y variedades.

Los turistas se agolpaban en los muros de concreto de un metro y medio de alto y otro más pequeño de solo medio metro, había festivales de bailes de marimba que duraban entre 5 a 6 días.

Al fondo, todo era loma, así lo describe Pedro Gracia, de 73 años, y señala la parte posterior de lo que hoy es el patio de comidas del balneario, donde aún quedan restos del cerro que hubo hace unos 60 años.

Tradición

Henry Escobar Ortega, mantiene intacto el recuerdo que para descender a la playa se lo debía hacer por una escalinata, y a un lado estaba el bar ‘El Capitán’ de Benedicto Betancourt, y al otro extremo “La Piragua” aquello que hoy conocemos como una discoteca, en aquel tiempo eran llamados los ‘bailaderos’.

Aunque la historia es extensa y muchas veces es imposible de retratarla, no podemos olvidarnos de aquellos bares como “El Marinero” del popular Coconico, asentado en lo que hoy es Autoridad Portuaria, o quien no comió en las “Fritadas Leverone” de los esposos Carlos Eduardo Leverone y Gloria Edith Moreira, una tradición de más de 50 años en Las Palmas y cuyo hijo Leonardo Leverone, mantiene el negocio familiar en las calles Mejía, entre Olmedo y Colón, centro de la ciudad de Esmeraldas.

Familias enteras que aún se reúnen

Julio César Mieles Avellán, es un exfutbolista manabita quien llegó en el año de 1957 a vivir a Esmeraldas y 11 años más tarde se mudó a Las Palmas, hoy es uno de los más antiguos residentes de este populoso sector, quien junto a su hija y esposa muisneña, comparten varios recuerdos de familias enteras que eran unidas y que hace tres años se volvieron a reunir en Tachina.

Mieles Avellán, recuerda las palmeras, las casas de caña y madera de solo un piso, de la tranquilad del mar con el piso de tierra y del turista serrano que visitaba las playas. Su hija Soraya Mieles, añora los días de lluvia, la tranquilidad y amabilidad de la gente y siente que poco a poco se desintegra esa familia de ‘palmeños’ que la integraron los Sánchez, los Bernal, los Zambrano, los Carvache, los Salmo, los Arce, los Farías y los Rosales.

 

“Las Palmas era un festival, había exponentes de marimba y el comercio creció de a poco, antes yo solo ocupaba una mesa”.

Cedma Elday, de 58 años Comerciante de Las Palmas
Cedma Elday, de 58 años
Comerciante de Las Palmas

 

“Todos nos conocíamos, era muy lindo vivir aquí, la brisa, las palmeras, hasta los mosquitos de aquella época recuerdo”.

Julio César Mieles Avellán, de 87 años. Habitante de Las Palmas y exfutbolista.
Julio César Mieles Avellán, de 87 años.
Habitante de Las Palmas y exfutbolista.