Ayudar a los demás es su mayor satisfacción

AYUDA. Verónica Torres no puede descifrar lo que siente al ver el rostro de una persona agradecida al recibir una ayuda.
AYUDA. Verónica Torres no puede descifrar lo que siente al ver el rostro de una persona agradecida al recibir una ayuda.

No descarta la idea de liderar una fundación para seguir ayudando a los jóvenes y a toda persona que lo requiera, una vez que esté alejada de la política.  

Un espíritu innato de bondad y solidaridad es lo que caracteriza a Verónica Torres de Barcia. Una mujer que desde muy joven ha estado involucrada en prestar ayuda a los más necesitados. Considera que no es sano estar dando a conocer la generosidad que tiene con otras personas cuando la ayuda proviene de su propio dinero, sin embargo, tiene claro que cuando se trata de recursos públicos, el pueblo tiene derecho a conocer en qué se invierte la plata y hacia donde se direcciona.

Hace 38 años está casada con Carlos Barcia Molina, alcalde del cantón Quinindé, y en las administraciones de su esposo como primer personero municipal, lo acompaña en su labor, encargándose de la parte social como presidenta del Patronato Municipal. Resalta la humanidad y el profesionalismo de todo el equipo de trabajo; pero la gestión y la función que ella realiza, lo mantiene bajo perfil.

Llena de bondad

Verónica Torres, separó un espacio en su agenda y nos abre las puertas de su casa, y con mucha sencillez cuenta sobre su niñez, el sueño que no pudo cumplir y parte de vida cotidiana. Habla pausado mientras resalta la generosidad de las personas que la rodean; en ese momento pasa su única hija, Luz María Barcia, y se detiene a escucharla, sonríe y aprovecha un pequeño espacio para decir que su mamá es una mujer que está llena de bondad, que si tiene que limpiar las heridas de alguna persona lo hace sin reparo; “a ella no le gusta hablar de las obras buenas que hace”, dice y se retira del lugar.

La presidenta del Patronato Municipal de Quinindé, viene de un hogar donde sus padres brindaban atención al prójimo. Su padre, Raúl Torres Delgado, junto a Segundo Salas Meza, fue uno de los primeros médicos que tuvo Esmeraldas, y es ahí donde Verónica Torres de Barcia, siendo muy niña se inclina por estudiar medicina, sueño que no pudo cumplir, porque se casó a los 16 años con Carlos Barcia.

Nació en el legendario barrio La Puntilla de Quinindé, y desde su niñez observaba cómo eran sus padres con el prójimo. Recuerda cuando a su casa llegaban los enfermos que eran cargados en hamaca, muchos no tenían cómo pagar la consulta médica, pero eso no le interesaba al doctor, su papá; para él lo importante era salvarle la vida al paciente. Lo mismo hacía su mamá, Yolanda Plúas, no era enfermera pero aprendió a aplicar suero e inyecciones y no le importaba la distancia ni las dificultades del camino para llegar donde la necesitaban. Es ahí donde nace su vocación de extenderle la mano a los demás.

Enfrenta la pandemia

Con la llegada de pandemia por el Coronavirus, vivió serios temores por padecer de rinitis alérgica, no obstante, con valentía acompañaba a su esposo quien estuvo liderando acciones para mitigar la propagación del virus y visitando los rincones del cantón para presentar su contingente con vituallas, brigadas médicas y la entrega de elementos de bioseguridad.

Pese a los cuidados adoptados mientras atendían a la población, la pareja adquirió el virus, llegando hasta la hospitalización en una casa de salud de Guayaquil. Ver a su esposo indefenso ante una enfermedad nueva, oprimía su corazón, pero  en cada mensaje y en cada llamada que recibía, le inyectaban fortaleza y tenía la convicción de que ambos vencerían al Covid. (MBC)

Su labor social no nace  con la política sino desde que inició sus negocios con su esposo; su ayuda es una especie de gratitud a la generosidad de Dios.