El último Rey de Francia

Es un análisis político de la historia francesa reciente en qué la poderosa fuerza de Mitterrand logró imponer un gobierno consolidado entre derecha e izquierda. Una anécdota contada por nuestro presidente Rodrigo Borja Cevallos sobre su visita al Ecuador


El 19 de agosto de 1944, tras casi 4 años de la entrada triunfal de los ejércitos alemanes a la capital francesa y la humillación sufrida por los ciudadanos de ese país, al firmar su rendición en el mismo vagón del tren en que se firmó, años atrás el tratado de Versalles que puso fin a la primera guerra mundial, los aliados empezaron una ofensiva para retomar la capital francesa.

Inicialmente se produjo un levantamiento por parte de unidades de la Resistencia Francesa contra la guarnición alemana, que se vio definitivamente acorralada cuando el ejército francés entró en la ciudad la noche del 24 de agosto.

Al día siguiente el gobernador alemán de París, Dietrich von Choltitz, rindió la ciudad a los franceses y el general Charles de Gaulle asumió el control de la misma como jefe del Gobierno Provisional de la República Francesa.

Desde ese momento la figura gigantesca del general francés se convertiría en el padre de la Quinta República Francesa hasta mayo de 1968, cuando París fue el escenario de las protestas estudiantiles cuya magnitud no había sido prevista por el gobierno francés, y puso contra las cuerdas al gobierno de Charles de Gaulle. Sin embargo, la mayor parte de los sectores participantes en la protesta no llegaron a plantearse la toma del poder ni la insurrección abierta contra el Estado.

El grueso de las protestas finalizó cuando De Gaulle anunció las elecciones anticipadas que tuvieron lugar el 23 y 30 de junio. En esos 24 años, Charles De Gaulle había sido la figura emblemática de la política francesa.
Gobernó su país con el título de presidente, pero, la verdad, su aureola era mítica, semejante a la de un Emperador sin corona. A pesar de los secesos de París minaron su prestigio y liderazgo, el derechista general De Gaulle seguiría gobernando Francia, en forma personal y a través de Georges Pompidou y de Valéry Giscard d’Estaing. Pero, La noche del 10 de mayo de 1981, contra todo pronóstico Mitterrand fue elegido presidente de la República con un 51,8 % frente al 48 % de Giscard La estrella de De Gaulle se perdió en las sombras y empezó a brillar la del socialista Mitterrand que gobernaría Francia por los próximos 15 años con la misma aureola de su archirrival. Su poder se extendió tanto que algunos politólogos e inclusive historiadores lo calificaron como “El último Rey de Francia”.

Rodrigo Borja Cevallos, ex presidente del Ecuador conoció muy de cerca a François Mitterrand, fueron amigos ligados por una similitud en sus ideas,la participación en las famosas convenciones del Socialismo y esta grata amistad se reflejó también en una gran apertura que logró el Ecuador con Francia. Fue el Presidente Borja quizás el único mandatario ecuatoriano que fue recibido en París con los más altos honores brindados a un mandatario extranjero. Es histórico y que quizás las pasiones tan insanas en nuestra patria parecen olvidar, que la llegada del Presidente Ecuatoriano fue escoltada y solemnizada por desfiles por el centro de la ciudad luz con estudiantes a lo largo de los campos Elíseos que fueron adornadas con las banderas de Francia y el Ecuador. Con igual cariño y respeto fue recibido Mitterrand en su visita al Ecuador y el Presidente Borja , en su libro “Recovecos de la Historia” nos brinda una aproximación a la personalidad del líder francés.

El sentido de la historia
Rodrigo Borja Cevallos
Recuerdo que en una de las muchas conversaciones que mantuve con François Mitterrand le pregunté cuál de los líderes políticos que había conocido personalmente le había impresionado más. Pensó un momento y me respondió:

–Probablemente Charles De Gaulle, Fidel Castro, Gorbachov…
No dejó de sorprenderme que nombrara a De Gaulle, su archiadversario de la vertiente derechista. Insistí en el tema.
-¿Y Kennedy no le impresionó?-
–No, no. Kennedy no fue un hombre de larga visión histórica.
Me di cuenta de que el parámetro con el que medía a los líderes era el sentido de la historia, la capacidad para mirar lejos y la aptitud de anticipar el futuro.

Esa conversación fue en Quito, durante su visita de Estado, en octubre de 1989.
¡Qué grata visita!
Salimos a caminar por el centro histórico. Recorrimos la Plaza Grande, tomamos por la García Moreno -quedó maravillado de La Compañía-. Caminamos hacia la Plaza de San Francisco, entramos en el convento. Filoteo Samaniego se encargó de explicarle cada detalle de la pintura y escultura de la escuela quiteña.

El retablo del Tránsito de la Virgen, obra de Caspicara, y el esplendor del barroco quiteño plasmado en las paredes y techo de la iglesia le impresionaron mucho. Hombre culto y de fina sensibilidad, quedó enamorado de nuestra arquitectura y artes coloniales.

Después lo llevé al Panecillo para gozar de la seductora vista panorámica de Quito y retornamos al Palacio a almorzar. Disfrutó mucho de la comida. María Riofrío se había inventado unas crepes de choclo tierno con relleno de cangrejo que resultaron deliciosas. Se las repitió, cosa muy poco usual en él, según me confesó doña Danielle. Lo único que no tomó fue jugo de tomate de árbol, que era la bebida emblemática del Palacio. Por más que traté de convencerlo de que era muy bueno contra el colesterol, no hubo manera.

Poco tiempo después cumplí mi vivita de Estado a Francia. Tras pasar revista a las tropas en el aeropuerto tomamos el helicóptero con dirección a Paris para aterrizar en la explanada del Palacio de los Inválidos. ¡Qué impresionante Paris desde el aire! Mitterrand ordenó al piloto volar sobre La Grande Arche de la Défense cuya construcción acababa de terminar y, sentado frente a mí, me explicó las características de la monumental obra. En ese momento pensaba yo en el sentido de la historia del líder francés. París tiene como su eje principal la avenida Campos Elíseos, una de las más hermosas del mundo, que se inicia en el Museo de Louvre y pasa por el Arco del Triunfo para después convertirse en la avenida de la Grande Armee y luego en la avenida Charles De Gaulle que, atravesando el Pont de Neuilly, culmina en el Arco de la Defensa.

El Arco del triunfo fue mandado construir por Napoleón en 1806 -bajo el modelo de los arcos de triunfo de la vieja Roma y, particularmente, del Arco del emperador Septimio Severo, levantado en el foro romano – y fue terminado en 1835, después de su muerte, para glorificar sus batallas. Los mayores batalladores de la historia fueron Napoleón con sesenta batallas libradas, Julio César con cincuenta y Simón Bolívar con cuarenta y nueve. Así como el Arco del Triunfo es el Arco de Napoleón, dentro de mil años el Arco de la Defensa será el Arco de Mitterrand, llamado a proyectar en el tiempo la memoria del líder francés.

¡Esa fue su perspectiva histórica!
Y ahora puede entenderse por qué Mitterrand medía a los líderes políticos en función del sentido de la historia.