El poeta y los derechos humanos

La humanidad celebra el septuagésimo aniversario de la adopción de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que tuvo lugar en París, en el histórico Palais de Chaillot el 10 de diciembre de 1948.

A similitud de lo que ocurrió con la Carta de la ONU, suscrita en San Francisco el 26 de junio de 1945, la delegación ecuatoriana participó activa y propositivamente en la preparación y elaboración del fundamental instrumento internacional adoptado en la capital francesa, que desde su firma se constituyó en el referente principal de la causa de los derechos humanos alrededor del mundo.

De igual manera, parecido a lo ocurrido en San Francisco, el Ecuador acudió a París con una delegación de primer orden, con personalidades como Homero Viteri Lafronte, quien la presidía; Carlos Manuel Larrea, José Antonio Correa, Rodrigo Jácome Moscoso y, sobre todo, Jorge Carrera Andrade. Se trataba del Tercer Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea General de la ONU, instalada dos años antes, cuyo cometido principal fue la adopción de un texto universal y comprehensivo en materia de derechos humanos.

Como es conocido, la tercera comisión de la Asamblea General es la que se ocupa de esos temas y ahí precisamente representaba al país el poeta y futuro Canciller Carrera Andrade, por lo que le correspondió intervenir directamente en los debates y redacción de la futura declaración. Allí terció con personalidades mayores, como la ex primera dama estadounidense Eleanor Roosevelt y el jurista francés René Cassin, considerados los principales gestores del instrumento, aunque no los únicos. Además del ecuatoriano, son reconocidos los aportes de personalidades como Hernán Santa Cruz, de Chile; Peng-chun Chang, de China; William Hodgson, de Australia; Alexander Bogomolov, de la URSS de esa época; Charles Dukes, del Reino Unido; John Peters Humphrey, de Canadá, y el libanés Charles Habib Malik, quien actuó como Relator del Comité de Redacción.

Es importante rescatar y evocar al internacionalista ecuatoriano porque, siendo jurista de formación, en su condición de escritor (además de poeta cultivó el ensayo y el periodismo), fue uno de los redactores destacados de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Como demuestran las actas de aquella célebre reunión de 1948 (cuyo extracto adjunto a esta nota), Carrera Andrade fue uno de los pocos delegados que contrastó los criterios de las grandes potencias y especialmente las avasalladoras personalidades de los principales delegados de Estados Unidos y de Francia. Como atestiguan los registros oficiales de la ONU, Carrera Andrade no temió confrontar y debatir con Miss Rooselvelt y Monsieur Cassin para hacer prevalecer sus criterios, que a la postre fueron recogidos en el texto definitivo de la histórica Declaración Universal. Por ello conviene tener presente al poeta y diplomático quiteño cuando en el debate final, durante la adopción del instrumento en el imponente edificio que preside la Plaza del Trocadero en París, puntualizó premonitoriamente:

La Declaración de Derechos del Hombre no puede satisfacer a todo el mundo, pero en una época de evolución histórica, como la actual, es necesario ante todo plantear los principios fundamentales. La mejor manera de determinar si la Declaración es incompleta o poco satisfactoria consiste indudablemente en dejar pasar el tiempo y juzgarla después, según los resultados obtenidos. La Declaración de Derechos del Hombre ejercerá en la vida de los pueblos una sana influencia democrática y asegurará a los hombres la protección que necesitan.

Puede considerarse este documento como un paso hacia adelante en el camino de la paz, porque los Estados democráticos sometidos a la vigilancia de la opinión pública y de la prensa libre, están estrechamente ligados por las convenciones y los tratados internacionales. Cuando se respetan los acuerdos internacionales, no hay necesidad de recurrir a la guerra. Por eso el mundo debe alarmarse cuando
ciertos países violan los derechos del hombre: ello pone en peligro la seguridad colectiva…

Ha llegado el momento histórico de proclamar, por encima de fronteras, la fe de los pueblos en la libertad y en la dignidad del hombre, la fe en el progreso de la persona humana y de la sociedad, la fe en una norma jurídica universal que lleve al mundo hacia su convalecencia de las heridas últimas e inicie una nueva era de justicia y de cultura.

Es decir, los mismos axiomas fundamentales que 70 años más tarde la ONU ha escogido para recordar el Día Internacional, pero sobre todo la misma fe en la libertad y la dignidad del ser humano que mueve a los promotores y defensores de los derechos humanos de hoy, para que nos ayude también a convalecer de las recientes heridas, que no han sido pocas y no han sido menores, y para alentar una secreta esperanza por un renovado aire de justicia, verdad y honestidad que tanta falta hace a nuestra sociedad. Este enunciado de Jorge Carrera Andrade, un diplomático, escritor e intelectual que como pocos sabía del valor de los principios a cuya redacción y consagración contribuyó, perdura luego de 70 años tan válido ahora como entonces y nos debe convocar para luchar siempre e incansablemente por su vigencia, promoción, defensa y reivindicación.

Autor: Embajador Mauricio Montalvo
Ministerio de relaciones y movilidad humnana, UIDE