El ciberespacio seguridad y defensa

Uno de los elementos sustanciales que ayudan a explicar las consecuencias que el ciberespacio ha generado en las naciones de seguridad y defensa pasa por la cualidad misma que implica el ciberespacio en sí: la ausencia de elementos físicos y/o geográficos.

Considerar que el espacio cibernético no conlleva la utilización de medios palpables o que posean una naturaleza de índole territorial difiere directamente de las perspectivas más tradicionales y comúnmente reconocidas de lo que se entiende por seguridad, defensa y los diferentes elementos y procesos asociados.

No obstante, sin perjuicio de un posterior análisis en torno al tema central, resulta conveniente efectuar una breve aclaración terminológica para tener mayor claridad al efectuar el abordaje mencionado. En primer lugar, se comprende que la seguridad es un término sumamente amplio, debido tanto a las dimensiones en las que se puede entender como a los ámbitos en los que se puede aplicar. Sin embargo, se entiende como la inexistencia de amenazas que pueden afectar al cumplimiento de los objetivos y la protección de los intereses de un actor determinado.

La defensa, por su parte, es un componente más de la seguridad y se relaciona con la gestión de los diferentes de un actor determinado. La defensa, por su parte, es un componente más de la seguridad y se relaciona con la gestión de los diferentes cuerpos y organismos encargados de la protección del Estado, donde prevalece el papel de las fuerzas Armadas en el resguardo de los intereses estatales, aunque con una presencia en lo relativo a la protección de la integridad territorial.

Dicha perspectiva, que ha sido la más clásica desde Westfalia, ya no es aplicable en su totalidad, considerando incluso la irrupción de fenómenos como la globalización y los avances acelerados de los adelantos tecnológicos.

Por ello en el mundo contemporáneo ya no es posible concebir la seguridad y la defensa desde nociones tradicionales, pues la masiva utilización de las tecnologías digitales ha determinado que la vida cotidiana se desarrolló en torno al ciberespacio y que la digitalización de las operaciones estatales sea percibida como un sinónimo de modernización. Así, la gran mayoría de países actualmente gestiona sus infraestructuras críticas mediante softwares cuyos datos son almacenados en computadoras o nubes informáticas. Ello da como resultado que la interconexión existe en la dimensión cibernética sea de todo tipo de información incluyendo aquella de carácter sensible o vital para el país.

Si bien las tecnologías de la información han significado una facilidad para operar el aparato estatal, también han generado riesgos latentes y potenciales. En el entorno cibernético las amenazas son cada vez más sofisticadas y sus actores, sumamente diversos. Los ciberataques pueden configurarse fuera del estado o en su interior y los responsables pueden ser países, grupos delincuenciales o incluso individuos. Hay agentes dotados de anonimato en este escenario, lo cual representa un reto considerable para la identificación de los atacantes.
Otros desafíos que se presentan al estado son, por un lado, la desproporción que existe en los medios que se deben utilizar para generar una amenaza que busca atacar las infraestructuras críticas y, por otro, los recursos que necesita el sistema estatal para hacerle frente.

Los ciberataques que provienen de grupos o individuos no suponen una gran inversión de recursos, pues los agresores son personas que cuentan con los conocimientos necesarios para poder desempeñar sus actividades y la recompensa se ve materializada una vez que la operación tiene éxito. En el Estado sucede lo contrario: cuando este es atacado, debe asignar recursos y capacitar al personal pertinente para poder defenderse. El tiempo a su vez representa una ventaja para el agresor y un obstáculo para el receptor del ataque, en vista de que nadie tiene conocimiento de la amenaza hasta que se la pone en marcha, mientras neutralizar requiere una actuación veloz para lograr que cause el menor daño posible.

Finalmente existen dos puntos relevantes para vislumbrar la reconfiguración de la seguridad y la defensa dentro del espacio cibernético: el objeto que se va a proteger y la inexistencia del elemento territorial. En cuanto al primero, en los enfoques tradicionales ligados a los estudios estratégicos, se aprecia que el estado, entendido en el flanco institucional, es la unidad a la que se pretende dar seguridad.

El problema es que al considerar el contexto del ciberespacio, no es el estado, si no la sociedad en su conjunto el principal foco de los actos negativos delictuales que se realizan desde el entorno cibernético. En este sentido, las formas tradicionales de seguridad y defensa quedan relegadas a un segundo plano, ya que se encuentran construidas sobre una base no tomada en cuenta, mayoritariamente, por el ámbito “ciber”. Con respecto al segundo puto, es decir a la ausencia del aspecto territorial, esta se hace patente en el sentido de que en el ciberespacio las clasicas fornteras entre paises no existen como tales.

Se hace necesario, entonces establecer debato sobre la arquitectura que requiere un país en términos de seguridad y defensa- Hay que considerar el hecho de que la probabilidad de los conflictos de carácter convencional e es muy baja mientras la vulnerabilidad de los sistemas vinculados al ámbito cibernético va en aumento, en conjunto con quel debate estratégico también se debe plantea las posibilidades de una modificación de los programas de formación y, por lo tanto de la doctrina de las fuerzas armadas, con el objetivo de minimizar las consecuencias negativas de un proceso que lleva años gestándose en el sistema internacional.

Lester cabrera toledo y francis mogollón flores
Flasco – panaroma global boletín #5 – UIDE