Corrupción y salud

LUIS COELLO KUON YENG
LUIS COELLO KUON YENG

En la revista Acta Médica Peruana, fue publicado un artículo titulado: “La eterna tensión entre lo individual y lo colectivo: el caso de la corrupción en el Perú”, su autor Aldo Vivar Mendoza, médico internista del Hospital Nacional Arzobispo Loayza. Lima, Perú. En este artículo el autor reconoce que el sistema sanitario peruano no ha estado ajeno a la corrupción, definida como el aprovechamiento de los fondos públicos en beneficio propio personal o colectivo.

En general, tan corrupto es un sistema que permite que sus trabajadores no cumplan con la labor encomendada, que deriven fondos públicos en beneficio propio o que su incompetencia administrativa permita que los ciudadanos tengan una atención de baja calidad; como corrupto es un sistema que infla los precios de las pruebas de laboratorio, medicamentos o de hospitalización, que privilegie el exceso de pruebas diagnósticas o procedimientos sin una base clínica real o cuyas decisiones se basen en el lucro por sobre las necesidades reales de los pacientes.

Por otro lado, la corrupción en salud adquiere varias formas, se distribuye y clasifica de acuerdo a los niveles burocráticos. Existe una gran, mediana y pequeña corrupción, que va desde la captura política del sector, sobornos y desfalcos, pasando por irregularidades en las compras o mantenimiento de equipos, direccionamiento de contratos, hasta llegar al “pitufeo”; es decir pagos subalternos por consultas o procedimientos, derivación a servicios privados, emisión de certificados de salud falsos, entre otros.

En general, la corrupción no solo nos hace más pobres económica y moralmente, nos impide alcanzar mejores niveles de desarrollo. Existe un menor nivel educativo y una sociedad que se alimenta mal y enferma más generando un círculo vicioso que tiende a mantenernos debajo de los umbrales aceptables de desarrollo humano.

Para evitar estos grandes deslices entre salud y corrupción, Vivar Mendoza explica que una generación con ciudadanos con valores éticos sólidos, deberían empujar a buenas prácticas clínicas y de gobierno para así no caer en la práctica malsana de la corrupción. Un buen ciudadano será un buen profesional.

El respeto, la honestidad, la honradez, el sentido de responsabilidad, la integridad, la justicia, son virtudes que deben inculcarse desde el hogar, solidificarse en la universidad y ejercerse en el ámbito profesional.