Mariana Velasco Tapia | [email protected]
La risa apareció en nuestra especie por dos fines concretos: el primero, para favorecer la conexión social y el segundo, como una advertencia para el grupo, cuya señal, gesto expresivo y sonoro deja entrever una información muy concreta: todo va bien, todo está en calma, no hay peligro, convirtiendo a la risa un arma de bienestar masivo.
Personas especiales hay muchas, pero las que nos hacen reír, las que despiertan esas carcajadas que acaban cortando la respiración, están hechas de un material diferente, porque esa composición milagrosa de endorfinas y serotonina, nos hace felices, alegra la vida, mejora la salud y el bienestar psicológico.
Las personas que nos hacen reír son mágicas. Apagan las penas y difuminan las sombras de los malos días con comentarios ingeniosos, con esa alegría que se contagia, que acaricia el corazón y que llena de esperanza nuestros bolsillos. Nos queda claro que, cualquiera nos puede hacer llorar; pero quien despierta las carcajadas es único y excepcional.
La mayoría de nosotros tenemos a alguien así y los niños ecuatorianos, por dos décadas-1973-1993-disfrutaron cada semana de un personaje de fina figura, exquisita elegancia, profundo respeto, quien con profesionalismo cada tarde, a través del entretenimiento y educación, les obsequió el auténtico sabor de la felicidad.
Puede que hasta nosotros mismos seamos una de esas personas hábiles en despertar sonrisas, competentes en hacer de cualquier momento cotidiano un instante donde siempre rebosa el buen humor y la originalidad. Aunque deberíamos hacerlo con frecuencia, se convierten en excepción. Debemos tenerlo claro, hacerlo todos los días y de forma profesional por veinte años, alimentando el espíritu y mejorando el estado de ánimo sin pedir nada a cambio, tiene un don.
Desde el ámbito de la psicología emocional, se afirma que, quien hace reír también ríe y se beneficia. Es más, las carcajadas más ruidosas y contagiosas, esas que acaban en un agradable dolor de estómago, no siempre provienen de un chiste o una ocurrencia sensacional en el instante inesperado. Vienen de esa conexión establecida entre nosotros poque la risa retroalimenta, porque cuando usted ríe, yo río, porque me contagia su entusiasmo y yo le contagio el tono hilarante de mis carcajadas…’’La risa es como un limpia parabrisas, no detiene la lluvia pero nos permite seguir adelante’’. Gérard Jugnot.
Se le considera al alma del ser humano como la parte intangible que habita en el cuerpo que nos da la capacidad de pensar y sentir, capaz de dar vida al organismo y es la esencia inmaterial que define al individuo en la humanidad. El alma de un niño(a) tiene como misión enseñarnos a los adultos a que no hay diferencias de color, raza, sexo, nivel socioeconómico, ni discapacidad; nos enseña a disfrutar las pequeñas cosas de la vida como jugar con una hoja de papel, reír y sorprenderse por algo inesperado.
Aunque según Aristóteles, existe tres tipos de alma: vegetativa, sensitiva y racional, el término alma o ánima (del latín anima) se refiere a la entidad inmaterial que, según afirmaciones y creencias de diferentes tradiciones y perspectivas filosóficas y religiosas, poseen los seres vivos. También hay de las otras, las almas viejas que tienen profunda sabiduría interior, intensa empatía y compasión, búsqueda constante de conocimiento, sentido de propósito y misión en la vida, capacidad de aprender de las experiencias pasadas, conexión natural con la espiritualidad, además de tolerancia y paciencia excepcionales.
En Alberto Cañas, ‘’Cañitas’’, su voluntad, mente y emociones influyeron para que sus sueños e ilusiones, pesen mucho más que una infancia poco feliz, al ser el último de once hermanos. A lo largo de la vida, se ha demostrado que hay seres que tienen ‘’alma de niño’’ y él siente permanecer a este grupo, donde nada les doblega para ir hacia lo desconocido, aventurarse con audacia, sin medir los riesgos-como un niño-; vencer esa falta de impulso, ímpetu y arrebato que trae consigo el anticipar los riesgos.
Y de esa forma llegó al Ecuador en 1972, con un par de maletas llenas de ilusión y esperanza por días mejores, porque en su Chile natal, se quedó sin trabajo y ya germinaba una crisis política, social y económica, que llevaron al golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973.
Los ecuatorianos, en ese entonces niños- hoy cuarentones y cincuentones- recuerdan la delgada figura que todas las tardes llenaba de alegría la pantalla de Teleamazonas con su programa Telejardín. Veinte años de hacer un programa infantil diario en televisión, es bastante; contrario a lo que afirmó Carlos Gardel. El hombre, de descendencia israelí, no fuma, ni toma café pero sí ha bailado apretado, (carcajadas) fue pionero en la programación infantil. Marcó una época en la televisión ecuatoriana.
El fallecimiento de don Antonio Granda Centeno y una decepción amorosa, hace más de treinta años, fueron el detonante para embarcarse en el primer vuelo hacia el país de la estrella solitaria. No hubo la oportunidad de despedirse ni del público de Telejardín, como tampoco del pueblo ecuatoriano. ‘’Tenía mi corazón dividido y lo sentía como una deuda a pagar.’’ Ese hecho motivó, realizar la presentación del libro ¡Cañitas por siempre! dentro del evento cultural y artístico del 13 de los corrientes en el Teatro San Gabriel.
La paradoja de la vida y esta vez por amor, Alberto Cañas, regresó a tierra ecuatoriana hace tres años – donde afirma- morirá. Desde su retorno, no cabe su felicidad en el cuerpo al estar junto a su amada esposa María Teresa Espinosa Valencia, además de sentir el afecto de nuestra gente, sobre todo de aquellos que participaban en sus programas y que hoy son padres de familia, exitosos empresarios y en algunos casos, abuelos.
Este ciudadano del mundo, me recibe en su nuevo, dulce y acogedor hogar en su día de cumpleaños 86 años (junio 6). Entre llamadas, mensajes y Whats App de felicitación, hablamos de comunicación, del oficio de convertirse en la voz de otras personas, de ser fiel a la propia esencia, del invisible hilo rojo y por supuesto, del humor; que, en palabras de Alberto, “es lo que realmente mueve el mundo”.
Al escuchar el vigor de su voz y sentir la suavidad de su corazón, llego a la conclusión que las personas que poseen el don de hacer reír a la gente, tienen una vida linda y llena de bendiciones, poque inclusive cuando el país le conocía por hacer reír a los niños en televisión, probablemente vivía en privado, capítulos duros que pusieron a prueba la fuerza y amor familiar.
No duda en reconocer que todos nacemos con el don de hacer reír, pero hay personas que viven una vida dedicada a esa virtud. Con la experiencia en medios de comunicación en Chile, Alberto Cañas Leiva, descubrió qué en la parrilla televisiva de los medios nacionales, había espacio para hacer un programa dedicado a los más chiquitos del hogar a sabiendas que no sería tan sencillo. Tuvo oportunidades y trabajos pero estaba consciente que su sueño estaba lejos de cristalizarse. Su actitud ante la vida, su ánimo positivo y agradecido de Dios por haber puesto maravillosas personas en su camino, acortarían las distancias para lograr su objetivo.
Su ánimo por vivir es contagioso. ¿Se siente enamorado de la vida?
Total y absolutamente. La vida me ha dado, como a todo ser humano, de dulce y de sal. Me considero un hombre bendecido por Dios porque a mi alrededor han estado personas buenas, sanas, sin envidia ni malas intenciones. Eso me ha permitido mostrarme como mis padres me enseñaron; ‘’hijo, se humilde y modesto en la vida’’.
¿Cuánta sabiduría le han regalado los años?
He aprendido a no exagerar nada para tratar de lograr el equilibrio. Soy muy analítico en cada cosa que voy a hacer para no excederme. Llego a esta edad con más deseos de vivir. El alma y el espíritu no envejecen, la piel sí.’’ No me siento viejo; quizás me llegó la tarde.’’ No dejo entrar al viejo como dijo Clen Eastwood. Desde joven me propuse, no beber, tampoco fumar, sobre todo al hacer un programa infantil, había que dar buen ejemplo a los niños.
¿Cuán complejo o sencillo fue mimetizarse con nuestra cultura y particularmente con las inquietudes serranas?
Estudié la historia y geografía del país. Recorrí del Carchi al Macará, tenía una bitácora donde registraba datos relevantes. Conozco la idiosincrasia del ecuatoriano y jamás sentí actos xenofóbicos. Llegué a Ecuador con el mejor grupo de chilenos que trabajaron y aportaron a la economía del país. Al mercado y paladar de los ecuatorianos se introdujo el baguette, la frutilla, el arándano, empanadas chilenas, entre otros.
Cuenta que su primer trabajo en Ecuador fue de Viejo Pascuero (Papá Noel) para el almacén Briz Sánchez pero reconoce que al ser tan delgado, tenía que llenarse de plumones para caracterizar a uno de los símbolos de Navidad. Tuvo también la preparación para que el locutor marque su voz totalmente neutra.
¿Se hizo un estudio de mercado o se lanzó sin paracaídas?
En esa época no sabíamos lo que era estudio de mercado. Sí me dí cuenta que no habían programas para niños y traía de Chile cierta experiencia, al haber trabajado en varias radios y Canal 3, lo que me permitió aportar al programa. Era un terreno apto para sembrar. Fui productor, animador y director del mismo.
Nunca hubo problemas de comercializar el programa. Tuvimos en algún momento 15 auspiciantes y me desgastaba al tratar de cuadrar contenidos y publicidad pero logré sortear bien al poner música a los productos. Ricardo Narváez musicalizaba.
Las cosas al inicio no fueron tan fáciles y lo tomé como un desafío. ‘’Después de haber presentado en inglés a los Platters, en la discoteca Licorne del Hotel Colón de la capital de los ecuatorianos y haber hecho buena plata’’, Jorge Aguilar Veintimilla, presente en el espectáculo y Director de Radio Colón, me propuso trabajar para ese medio. Fui a la prueba y al siguiente día arrancó el programa,’’ Entre Amigos’’.
Don Antonio Granda Centeno, me escuchó en el programa y fue mi trampolín para pasar a Canal 4 con el programa infantil, Telejardín.
¡Medio siglo ya! ¿Cuál es el legado que entregó a la niñez ecuatoriana?
Considero que mi legado estuvo enfocado en la misión de educar, entretener y la siembra de valores, sobre todo a través de la lectura y la alianza con varios establecimientos educativos de la capital.
A veces, ni yo lo entiendo. Creo haber tenido una ayuda muy grande del Divino. No tuve enfermedades graves que pudieran ausentarme del programa. Hice 2.500 programas en vivo, sin la tecnología que se dispone en este siglo. Teníamos que hacerlo en vivo y los payasitos, sus cuentos y alegrías llenaban el espacio. Hubo también ciertos errores que tratábamos de solucionar al aire.
Captar la atención de los niños en un programa en vivo, requiere de un animador multifacético. ¿Cuál era su valor agregado?
Tuve la ventaja de estar siempre acompañado por personas que estaban de acuerdo en lo que hacía. Esa fue mi fortaleza y seguridad. Jamás se me recriminó nada por parte de los directivos del canal. Siempre tuve el apoyo de don Antonio Granda Centeno y vivo agradecido por ello. Sobre todo los viernes, se sentaba en primera fila y disfrutaba de las ocurrencias del payaso Remolacha, del gorila Rococó y del mago Tolín y de todas las habilidades cómicas en pantomimas y representaciones histriónicas o burlescas, su destreza en acrobacias, malabarismos y otros juegos. A este tipo de personajes, se les concede el insólito mérito de humanizar, haciéndoles sentir, supuesta y temporalmente, como un mortal más. La prueba y el dolor más grande fue cuando Antonio Granda fallece y …yo salgo del canal.
Sostener por 20 años un programa infantil, es de quijotes. ¿Su energía, chispa y dinamismo ayudaron?
Es mi espíritu, mi forma de ser y mi personalidad. No puedo un día dejar de reír. Cuando estoy con mi esposa, cuento anécdotas, historias y reímos juntos, recordando que el animador, el payaso o el bufón siempre han tenido un papel social muy importante en la historia, caracterizado por hacer reír a través de sus genialidades, gracias o desgracias.
¿La fama es una etiqueta difícil de quitarse?
Lo viví pero llega un momento en que molesta. Esa parte de mi vida, no fue bonita y lo manejé bastante bien porque nunca me creí una estrella. Trataba siempre de ser un hombre común y corriente. La humildad y modestia que me enseñaron mis padres, me ayudó muchísimo y debe ser por eso que hasta hoy siento el cariño de la gente. Treinta años que no hago televisión en Ecuador y la gente se acuerda. Lo tomo como el mejor regalo.
Usted trabajó en Chile y Ecuador en radio y televisión. ¿En cuál de ellas se siente como pez en el agua?
Definitivamente en la radio, porque solo al escuchar la voz, la imaginación del oyente vuela. Es una magia el escuchar voces sobre todo agradables. Recuerda a los hermanos Vargas, Guillermo Jácome. La audiencia era muy leal.
Hasta el día de hoy hace radio en FB 105.7, lunes, miércoles y viernes de 17h00 a 18h00 y su target está dirigido a aquellos cincuentones que un día fueron niños participantes de Telejardín. Hoy se desempeñan como profesionales en varias disciplinas. Dice que recordar es vivir y procura día a día, traer a la memoria de los ecuatorianos algo de cada uno de los treinta personajes infantiles, que por 20 años llenaron la pantalla de Canal 4, hoy Teleamazonas.
¿Cree en el hilo rojo, en aquel que teje corazones?
Conozco María Teresa desde que ella tenía 18 años y yo 33. Hicimos muy buena amistad, basada en el respeto mutuo. Era mi confidente. Con el tiempo, cada uno tomó rumbos distintos, encontramos las respectivas parejas, nos casamos, vinieron los hijos y nietos, mientras la vida siguió su curso. Nunca perdimos contacto hasta que llegó la pandemia. Para esa época, los dos ya estábamos viudos. La prótesis de cadera y posterior rehabilitación, me impidieron venir de inmediato. Apenas pude dar unos pasos y aún con bastón, tomé el avión a Ecuador.
La moraleja de esta historia es diáfana: ‘’no podemos escapar a nuestro destino, tampoco al amor. Hay que esperar el momento; debe ser el hilo rojo que le lleve ahí en el tiempo, lugar y circunstancia adecuadas.’’ Me trajo hasta aquí, dice el elegante y reluciente Alberto Cañas. Con ella, soy un hombre extremadamente feliz
Leyenda del hilo rojo.
Si creen en la predestinación y en la armonía del mundo, debe conocer la leyenda del hilo rojo, un mito de origen oriental que vincula a las personas destinadas a amarse a través de un invisible hilo rojo, de forma que tarde o temprano-terminarán por encontrarse.
Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrase, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo puede estirar o contraer pero nunca romper. Así se resume el significado de las diferentes leyendas vinculadas al mito del hilo rojo que tiene su origen en la cultura oriental, tanto en China como en Japón.
Una de estas leyendas es protagonizada por un anciano que vive en la luna. Cada noche sale a buscar a recién nacidos para atarles un hilo rojo de forma qué en algún momento posterior de sus vidas, puedan encontrarse.
De esta manera, el hilo sería una suerte de guía que ayudaría a las personas a encontrar el amor de su vida porque, aunque el hilo se puede estirar, nunca se puede romper.