Amores compartidos


El cerebro de la mujer y del varón busca el emparejamiento, la biología señala la importancia de la simetría de los cuerpos y las caras como requisito para la unión. Funcionan los circuitos cerebrales del amor, la química a corto y largo plazo entre dos personas que puede parecer accidental pero los cerebros están programados de antemano hacia parejas que compensen las deficiencias en pro de la reproducción humana. El cerebro de ella, mejor que cualquier ordenador evalúa las cualidades que le pueden situar en el camino adecuado. Hay unos cálidos mensajes de atracción y deseo que inunden con afluencia directa de dopamina, euforia chispeante y entusiasmo. El cerebro de la mujer recibe una dosis extra de testosterona que despierta el deseo sexual. El hombre experimenta una subida neuroquímica que le impulsa a ligar con ella y los circuitos del amor se conectan mutuamente. Los cálculos iniciales de un romance son inconscientes para los hombres en tanto que las mujeres se muestran muy diferentes. En las uniones a corto plazo, los hombres son los cazadores y las mujeres quienes seleccionan.
Ésta es nuestra herencia de aquellos antepasados que aprendieron durante millones de años a propagar sus genes. Como observó Darwin, los machos de todas las especies están hechos para cortejar a las hembras y característico de las hembras es seleccionar a sus pretendientes. Tal es la arquitectura cerebral del amor diseñada por los que triunfaron reproductivamente en la evolución. Incluso las figuras, caras, olores y edades de las parejas que escogemos están influenciadas por patrones establecidos milenios atrás.

En el curso de esta evolución como especies, los cerebros han aprendido a identificar a las parejas más sanas, con las que más probablemente se tendrán hijos, y aquellas cuyos recursos y actitud podrán ayudar a sobrevivir a nuestra descendencia. Están presentes desde el momento en que nacemos y en la pubertad se activan por obra de cócteles de sustancias neuroquímicas de acción rápida.
Nuestros cerebros identifican una pareja potencial y, si se ajusta a nuestra lista ancestral de deseos, conseguimos un aporte de sustancias químicas que nos inundan con un impulso de atracción. Se han abierto las puertas al programa cerebral de cortejo, emparejamiento y procreación. Ante una posible pareja estable, cuando dos superan la ansiedad, amenazas y alegrías turbadoras sobre las cuales tienen escaso control, la biología está construyendo su futuro común.
¿Cómo se estructura la mente en el amor compartido?
Los científicos que estudian la ingeniería de la mente humana dicen, que más del 99 % de los millones de años que les costó evolucionar a los humanos viviendo en condiciones primitivas. Existe como resultado, cerebros que resuelven los problemas. El desafío más importante al que debían enfrentarse era la reproducción. No se trataba sólo de tener niños, sino de asegurar que vivieran suficientes años para propagar sus genes.
Los sistemas cerebrales específicos para la atracción y cortejo fueron los más afortunados. Los antepasados que efectuaron acciones reproductivas equivocadas no dejaron huella en el futuro de la especie. Como resultado, los circuitos cerebrales de los mejores reproductores de la Edad de Piedra se convirtieron en los circuitos estándar de los humanos modernos. Como afirma Brizendine estos circuitos del cortejo son lo que se llaman . Según el psicólogo evolucionista David Buss. Durante más de cinco años, estudió, las preferencias en materia de varones de más de diez mil mujeres pertenecientes a treinta y siete culturas de todas las partes del mundo, desde alemanes, occidentales y taiwaneses hasta pigmeos Mbuti y esquimales Aleutianos.

Buss descubrió que, en todas las culturas, las mujeres tienen menos interés en el atractivo visual de un posible marido, se fijan más en sus recursos materiales y estatus social. Estos hallazgos pueden resultar incómodos en una época en que muchas mujeres alcanzan altos niveles y se enorgullecen de su independencia social y económica. Sin embargo, descubrió que, en todas esas treinta y siete culturas, las mujeres valoran aquellas cualidades en una pareja mucho más que los varones, que prescinden del patrimonio de las mujeres y de la capacidad para prosperar.
Las mujeres, según han descubierto algunos investigadores, buscan parejas que sean por término medio, diez centímetros más altos y tres años y medio mayores; estas preferencias femeninas respecto a la pareja son universales. Según Robert Trivers, biólogo evolucionista de vanguardia de la Universidad Rutgers de Nueva York, la elección de una pareja de acuerdo con tales atributos constituye una hábil estrategia de preservación. Las hembras humanas cuentan con un número limitado de óvulos e invierten mucho más que los machos en parir y educar niños, por lo cual les es importante ser extremadamente cuidadosas con sus sus hijos.

Influencia de la atracción química
De acuerdo con el investigador Buss y otros científicos, en todo el mundo, los hombres prefieren esposas físicamente atractivas, de entre veinte y cuarenta años, que sean por lo común dos años y medio más jóvenes que ellos. También quieren que sus posibles parejas a largo plazo tengan piel clara, ojos luminosos, labios carnosos, cabello brillante y figuras curvilíneas. El hecho de que estas preferencias varoniles se mantengan en todas las culturas indica que son parte de la herencia en los circuitos de sus antepasados lejanos. Desde una perspectiva práctica, estos rasgos son sólidas señales visuales de fertilidad. Los hombres podrán saberlo o no conscientemente, pero sus cerebros sí saben que la fertilidad femenina les ofrece la más alta remuneración reproductiva para su futuro.
Las formas femeninas son también un notable indicador de la fertilidad. Un talle fino indica disponibilidad reproductiva de una mujer, la reputación social es también un factor que pesa en la evaluación que hacen los varones, puesto que los que tienen más éxito en la reproducción necesitan también elegir mujeres que se unan solo con ellos. Los hombres quieren estar seguros de su paternidad y también poder contar con las aptitudes maternales de una mujer para garantizar que su descendencia prospere.
¿Cómo calcular los riesgos en el noviazgo?

Los circuitos cerebrales de la ansiedad suelen dispararse al tratar con extraños al igual que los circuitos del miedo. La seducción y el subsiguiente abandono de la mujer seducida es una vieja tradición de nuestra especie. Algunos antropólogos especulan sobre que la selección natural favoreció a los hombres que tenían habilidad para engañar a las mujeres y convencerlas de tener relaciones sexuales. Las mujeres, como resultado, tenían que ser más astutas para descubrir las mentiras y exageraciones de los hombres, el cerebro femenino está bien adaptado actualmente para esta tarea.
Un estudio de la psicóloga Eleanor Maccoby de la Universidad de Stanford, demostró que las chicas aprenden antes que los varones a distinguir entre la realidad y los cuentos de hadas de admiradores falsos. Al llegar a la edad adulta, las mujeres modernas han afinado su capacidad de leer los matices emotivos en el tono de la voz, la manera de mirar y las expresiones faciales. Las mujeres alcanzan la misma cumbre romántica o más, pero suelen tardar más en confesar estar enamoradas y son más precavidas que los varones en las semanas y meses iniciales de una relación. En cambio, los cerebros masculinos tienen circuitos neurológicos diferentes para el amor.
Los estudios y las imágenes cerebrales en mujeres enamoradas muestran mayor actividad en más áreas, especialmente sentimientos viscerales y en los circuitos de atención y memoria, mientras que los hombres enamorados muestran más actividad en áreas de procesamiento visual, está comprobado que ellos tienen más excitación con estímulos visuales, por ello se dice que los hombres se enamoran “a primera vista”.
Según Helen Fisher -antropóloga de la Universidad Rutgers- Nueva York, la evolución de estos circuitos cerebrales del enamoramiento para encontrar pareja y dedicarse a una única persona, ayudará al proceso, a no pensar demasiado en los defectos de la persona amada. En su estudio más mujeres que hombres afirmaron que no les importaba mucho los defectos de los amados y sacaron puntuaciones más altas en la prueba del amor apasionado.
El amor en pareja
Enamorarse es una de las conductas o estados cerebrales más curioso e incomprensible en los sexos, el cerebro se vuelve en el umbral de un nuevo romance, ciego a las deficiencias del amante, es un estado involuntario. Es un estado cerebral documentado en la actualidad. Esa suerte de amor convive en los circuitos cerebrales con un estado de obsesión, embriaguez, sed y hambre, no es una emoción, pero intensifica o disminuye otras emociones. Los circuitos del enamoramiento son diferentes al área cerebral del impulso sexual, pero tiene superposiciones sobre hormonas y sustancias neuroquímicas tales como la dopamina, estrógeno, oxitocina y testosterona.
Los circuitos cerebrales que se activan cuando estamos enamorados igualan a los del drogadicto que ansía desesperadamente la siguiente dosis. La amígdala del sistema de alerta del miedo y del pensamiento crítico del cerebro y del córtex cingulado anterior, se ponen confusos. Algo parecido a cuando una persona consume éxtasis.Los síntomas clásicos del amor temprano son similares a los de los efectos iniciales de drogas como anfetaminas, cocaína y opiáceos: heroína, morfina y oxitocina. Estos narcóticos disparan el circuito cerebral de la recompensa, causando descargas químicas y efectos similares a los del romance.
Se dice que la gente puede volverse adicta al amor. Las parejas románticas, especialmente en los primeros seis meses, anhelan el sentimiento extasiado de estar juntos y pueden sentirse totalmente dependientes el uno del otro. Estudios sobre el amor apasionado muestran que este estado cerebral dura más o menos de seis a ocho meses. En las épocas de separación física, cuando tocar o acariciar es imposible, puede crearse una ansiedad, casi hambre por la persona amada. Algunas personas ni siquiera se dan cuenta de lo sometidos o enamorados que están hasta que sienten ese tirón de las fibras del corazón cuando el amado está ausente. El cerebro se encuentra en un estado como el de abstinencia de las drogas. .
Durante una separación, la motivación del reencuentro puede alcanzar niveles febriles en el cerebro. Actividades como caricias, besos, miradas, abrazos y el orgasmo pueden reponer el vínculo químico del amor y la confianza en el cerebro. El flujo de la oxitocina, dopamina vuelven a suprimir la ansiedad y la duda, además de revigorizar los circuitos amorosos del cerebro. Es muy necesario recordar que también el acto de abrazar o acariciar libera oxitocina en el cerebro y a la mujer le vuelve más confiada con su pareja (a veces allí está el riesgo), por cuanto la administración de una inyección de la hormona oxitocina o dopamina induce en el cerebro una conducta de abrazo y emparejamiento e intimidad sexual.
En un experimento suizo los investigadores aplicaron un rociador nasal con oxitocina a un grupo de “inversionistas” y los compararon con otro placebo. Los inversionistas que recibieron oxitocina ofrecieron el doble de dinero que el grupo que solo recibió el placebo. Significa que el grupo de la oxitocina estaba más dispuesto en confiar en un extraño que fingía ser asesor financiero y se sentía más seguro de que la inversión sería rentable. Este estudio determinó que la oxitocina dispara los circuitos de la confianza en el cerebro. También liberan oxitocina en el cerebro femenino los tocamientos, miradas, interacción emocional positiva, besos y el orgasmo. Tal contacto puede ayudar a poner en marcha en el cerebro los circuitos del amor romántico. El estrógeno y la progesterona disparan estos efectos vinculantes en el cerebro femenino, aumentando también la oxitocina y la dopamina.
Existe un estudio ha demostrado que en diferentes semanas del ciclo menstrual las hembras logran más de una sacudida agradable por efecto de las sustancias químicas de su cerebro. Dichas hormonas activan luego los circuitos cerebrales de la conducta amorosa y protectora, mientras desconectan los circuitos de la precaución y la aversión. En otras palabras, si circulan por el cerebro niveles elevados de oxitocina y dopamina, el juicio se desvirtúa. Dichas hormonas cierran la mente escéptica.
En el fondo, el impulso de enamorarse está siempre latente. De todos modos, estar enamorado requiere que le dediques espacio a la persona amada en tu vida y en tu cerebro, integrándola en tu propia imagen por vía de los circuitos cerebrales de vinculación y memoria emocional. Cuando se desarrolla este proceso se necesita menos estímulo de oxitocina y dopamina para sostener el vínculo emocional. De este modo ya no es necesario pasarse veinticuatro horas diarias unidos en un abrazo.
El impulso básico para la vinculación romántica está integrado en los circuitos del cerebro. El desarrollo cerebral en el útero, la suma de cuidados que se reciban en la infancia y las experiencias emocionales determinan variaciones en los circuitos cerebrales del amor y la confianza en otros.
Una relación emocional puede quedar afectada por las variaciones en los circuitos cerebrales causados por la experiencia y el estado hormonal del cerebro. El estrés a veces responde de forma contradictoria para alentar o frenar la creación de vínculos. Los vínculos emocionales y los lazos que establecemos con nuestras primeras figuras protectoras durante toda la vida nos influyen en las respuestas.Los circuitos de seguridad se basan en esas figuras protectoras predecibles y seguras. Sin ellas no se forman en el cerebro circuitos de seguridad o éstos son escasos. Se podrá sentir amor a corto plazo, pero la vinculación emocional a largo plazo puede ser más difícil de lograr y mantener, de allí la importancia de estos conocimientos para llegar a una relación estable.
La mente se prepara para una relación estable
Los flujos hormonales de dopamina en el cerebro van descendiendo gradualmente. Si dispusiéramos de un aparato de resonancia magnética IRM para observar los cambios cerebrales que suceden cuando una mujer pasa de un estado de amor romántico inicial a uno de emparejamiento a largo plazo, veríamos que disminuye el brillo de los circuitos de recompensa placer y los apremiantes de buscar intimidad, al paso que se iluminan los circuitos de adhesión y vinculación, adquiriendo un cálido fulgor amarillo. Se confirma que los sentimientos arrebatados de amor pasional no duran siempre y para algunos la pérdida de intensidad puede ser deprimente.
La pareja se traslada a una fase de relación a largo plazo, impulsada por la suma de diferentes circuitos neurológicos adicionales. Los científicos en sus investigaciones comprueban que la red de adhesión es un sistema cerebral aparte, el que sustituye a la irracional intensidad del romance por una sensación verdadera de paz, calma y comunicación. Los circuitos cerebrales del compromiso a largo plazo y la conservación del vínculo se vuelven más activos. Los investigadores del University College de Londres escanearon los cerebros de personas que llevaban un promedio de dos a tres años de relación amorosa, encontraron que, en vez de los circuitos cerebrales productores de dopamina propios del amor apasionado, se iluminaban otras áreas cerebrales, tales como las relacionadas con el juicio crítico. La actividad en el circuito cerebral de la adhesión se mantiene y revigoriza durante los meses y años siguientes mediante experiencias mutuamente gratas y positivas, todas las cuales generan oxitocina.
Desde una perspectiva práctica, el viraje desde el amor apasionado a un pacífico lazo de pareja tiene una explicación sensata. En definitiva, el cuidado de los niños sería casi imposible si los dos continuasen centrándose exclusivamente en uno por el otro. El descenso del extremado entusiasmo amoroso y la intensidad sexual parece hecho a la medida para promocionar la supervivencia de nuestros genes. No es un signo de enfriamiento del amor, sino de su evolución hacia una fase nueva, más sostenible a largo plazo, con vínculos creados por dos neurohormonas: la vasopresina y la oxitocina. La conducta de vinculación social está controlada por estas neurohormonas, producidas en la pituitaria y el hipotálamo.
El cerebro masculino y la vasopresina
El cerebro masculino emplea la vasopresina para la vinculación social y parental, mientras el femenino usa primordialmente la oxitocina y el estrógeno. Los varones tienen muchos más receptores de la vasopresina, mientras que las mujeres tienen considerablemente más para la oxitocina. Para que se una con éxito una pareja romántica se estima que los hombres necesitan estas dos neurohormonas, estimulada por la testosterona y disparada por el orgasmo sexual, la vasopresina incentiva la energía y el espíritu protector.
Cuando los hombres enamorados experimentan los efectos de la vasopresina, proyectan su carácter paternal. Pero también es la llamada neurohormona de los celos más frecuente en los varones. Las mujeres en cambio pueden vincularse con una pareja romántica en cuanto experimenten el aflujo de dopamina y oxitocina suscitado por el tocamiento, entrega y recepción de intimidad sexual. Con el tiempo, incluso la visión de un amante puede conducir a que una mujer libere oxitocina.
El excepcional poder afectivo de la oxitocina y la vasopresina ha sido estudiado con gran detalle por Sue Carter en ratones de las praderas, que forman parejas vitalicias. Como los humanos, estos ratones están llenos de pasión física cuando se encuentran y pasan dos días concediéndose un sexo prácticamente ininterrumpido. Pero a diferencia de los humanos, los cambios químicos en los cerebros de dichos ratones pueden ser examinados directamente en el curso de ese regocijo, dichos estudios muestran que el acoplamiento sexual libera grandes cantidades de oxitocina en el cerebro de la hembra y de vasopresina en el macho y aumentan los niveles de dopamina, el ingrediente del placer, la cual hace que los ratones queden locos de amor Gracias a este pegamento neuroquímico, la pareja queda unida para toda la vida. La oxitocina causa relajación, atrevimiento, vinculación y contento mutuo, para obtener larga duración de sus efectos, el sistema de vinculación del cerebro necesita diarias actividades mediante la oxitocina estimulada por la proximidad y el contacto.
La investigadora sueca Kerstin Uvnas-Moberg 51… estudió que los machos necesitan ser tocados dos o tres veces más a menudo que las hembras para mantener el mismo nivel de oxitocina. Sin tocamiento frecuente, por ejemplo, cuando los dos están separados, los circuitos y los receptores cerebrales de la dopamina y la oxitocina pueden sentirse agotados. Las parejas pueden no darse cuenta de cuánto depende de la presencia física de ambos hasta que están separados por un tiempo, la oxitocina de sus cerebros les hace volver siempre uno a otro para el placer, la comodidad y serenidad.
Sexo y estrés y la intimidad del cerebro femenino y masculino
Estudios sobre los ratones de la pradera han subrayado también diferencias de vinculación. En los ratones hembra el emparejamiento se produce mejor en condiciones de escaso estrés, en los machos, el estrés agudo funciona mejor. Los investigadores de la Universidad de Maryland descubrieron que, si una hembra de dichos ratones es sometida a una situación de estrés, no se vinculará con un macho hasta después de haberse emparejado con él. En cambio, si un ratón macho es sometido a estrés, se emparejará enseguida con la primera hembra que encuentre.
Esta situación también se evidencia entre los humanos por cuanto los circuitos masculinos del amor experimentan un impulso extra cuando los niveles de estrés son elevados, después de un desafío físico intenso, los varones se ligan sexualmente con la primera hembra propicia que tengan a la vista sin importar la duración del amor. Ésta puede ser la razón por la cual los militares sometidos al estrés de la guerra frecuentemente vuelven a casa con esposas, las mujeres, en cambio, rechazan avances o expresiones de afecto y deseo cuando están sometidas a estrés. Es posible que la hormona del estrés, el cortisol, bloquee la acción de la oxitocina en el cerebro femenino interrumpiendo bruscamente el deseo de una mujer en post de sexo y contacto físico. Para ella nueve meses de embarazo, seguidos del cuidado de un niño en condiciones estresantes, tiene más responsabilidad que recibir el esperma de un hombre que le busca.
El gen de la monogamia y la fidelidad
Las vidas amorosas de diferentes subespecies de ratones de la pradera proporcionan también luces acerca de los mecanismos cerebrales de la monogamia, rasgos presentes sólo en el 5 % de los mamíferos. Los ratones de la pradera son excelentes consortes que forman lazos vitalicios y monógamos después de sus cópulas maratónicas. Los ratones de montaña, en cambio, nunca se atan a una sola pareja, la diferencia según han descubierto los científicos, es que los ratones de la pradera tienen el equivalente de un gen de la monogamia, un diminuto trozo de ADN del que carecen los ratones de montaña.
Hasta donde los investigadores saben, los machos humanos presentan conductas dentro de un espectro que va de totalmente polígamos o monógamos. Los científicos suponen que esta variabilidad puede depender de diferentes genes y hormonas. Hay un gen que codifica un tipo particular de receptor de vasopresina en el cerebro. Los ratones de la pradera que tienen este gen cuentan en sus cerebros con más de los mencionados receptores que los ratones de montaña. Como consecuencia, son mucho más sensibles a los efectos emparejadores de la vasopresina. Cuando los científicos inyectaron este gen “ausente” en los cerebros de los ratones de montaña, los machos normalmente promiscuos se volvieron monógamos al instante, ligados a la pareja como papás hogareños.
Los machos que disponían de una versión más larga del gen receptor de la vasopresina mostraban más monogamia y pasaban más tiempo cuidando y lamiendo a sus crías. También mostraban mayor preferencia por sus parejas, incluso cuando se daba la oportunidad de una escapada con una hembra joven, fértil y con ganas de flirteo.
El gen humano de la monogamia
Los machos dotados de la variación más larga de genes son las parejas y padres más responsables y dignos de confianza, el gen humano cuenta por lo menos con diecisiete longitudes. Hay una broma habitual entre los científicos que dice deberíamos preocuparnos más por la longitud del gen de la vasopresina que por la longitud de cualquier otra cosa, (del pene). Quizás algún día habrá en farmacias, pruebas similares a la prueba de embarazo, con el propósito de medir el largo de este gen para que la mujer esté segura de que escoge al mejor hombre antes de comprometerte. La monogamia masculina puede estar, por tanto, predeterminada para cada individuo y ser trasmitida genéticamente a la siguiente generación, es posible que los padres dedicados y las parejas fieles nazcan y no se hagan y se forjen según el ejemplo del padre, se dice: de tal palo tal astilla.
Los chimpancés y los bonobos, tienen también diferentes longitudes de este gen, que determinan su conducta social. Los chimpancés, que cuentan con el gen más corto, viven en sociedades basadas territorialmente, controladas por machos que hacen frecuentes y fatales incursiones guerreras contra los grupos vecinos. Los bonobos están regidos por jerarquías femeninas y sellan toda interacción social con un rato de frotamiento sexual, son excepcionalmente sociables y su gen muestra la verdad de que “de tal palo tal astilla”. Pero la realidad es más complicada.
La ruptura causa depresión
De modo extraño, el estado de amor romántico puede reanudarse por efecto de la amenaza o el miedo a perder a la pareja o a ser defraudado. Esto último intensifica el fenómeno del amor apasionado en los circuitos cerebrales tanto de los hombres como de las mujeres. La mencionada región cerebral busca a la persona amada con desesperación y avidez, se produce un decaimiento parecido al de la abstinencia de drogas, por momentos la propia supervivencia parece amenazada y en la amígdala se dispara un estado de temerosa alarma.
Los sentimientos heridos y el corazón partido que relatan ciertas parejas en nuevos estudios con imágenes cerebrales han revelado con exactitud, que el rechazo daña tanto como el dolor físico porque dispara los mismos circuitos cerebrales. Los escaneos cerebrales de personas que acaban de ser defraudadas por sus seres amados muestran también un viraje químico desde la alta actividad del amor romántico a la bioquímica plana de la pérdida y la pena. Puede ser que el dolor cerebral del amor perdido actúe como una alarma física para alertarnos de los peligros de la separación social, el dolor capta nuestra atención, desordena nuestra conducta, nos motiva para afirmar nuestra seguridad y terminar con nuestro padecimiento. Dada la importancia para la supervivencia humana de encontrar una pareja, reproducirse y obtener ánimo, cuidado y protección, es posible que el dolor de la pérdida y el rechazó esté grabado en nuestros circuitos cerebrales, de suerte que lo evitemos o por lo menos pasemos enseguida a otra pareja, la cual nos hará reflotar con nuevas dopamina y oxitocina que se producen por la nueva intimidad sexual.
Neurobiología del amor
El amor es un sentimiento entre las especies, que permite, seducir con un poder ilimitado de fantasía, protección, enamoramiento en su fase aguda, la persona que ama pierde el sano juicio. La pasión del amor causa una felicidad, éxtasis, euforia, excitación, alegría, risa, sentido de pertenencia y satisfacción porque se siente aceptado y entendido plenamente con el fin de perpetuar la especie en la mayoría de casos.
El amor romántico puede ser obsesivo, idealizado y se encuentra en nuestros circuitos cerebrales desde la genética evolutiva de nuestros antepasados, se la conoce como . El cerebro enamorado presenta cambios bruscos en la conciencia, la persona amada se convierte en algo nuevo, único e irrepetible por tanto anhela exclusividad sexual esta evolución responde a dos motivos esenciales:
Evitar que los varones críen a otros hijos.
Evitar que las mujeres pierdan a su potencial marido y padre.
El amor
Las personas sueñan por amor, trabajan por amor y por la supervivencia, cantan por amor, viven por amor, se sacrifican por amor y mueren por amor. El amor depende de distintos neuro transmisores, sistemas de recompensas, los cuales son centros especializados del sistema nervioso central que obedecen a estímulos concretos y naturales que permiten al individuo desarrollar conductas placenteras .El sistema de recompensa está mediado por la dopamina del núcleo accumbens y modulado por el cíngulo anterior, la corteza piriforme y la ínsula que registran el estado fisiológico del individuo y ejercen una función ejecutiva y de activación que hace que los animales mamíferos y los humanos dirigirán su comportamiento selectivo hacia la pareja adecuada.
El área tegmental ventral AVT, es un grupo de neuronas dopaminérgicas localizadas en el tallo cerebral que envía y recibe mensajes de una gran variedad de núcleos, hacia el núcleo accumbens que es la región principal que posibilita el desarrollo de estas conductas amorosas que se conoce como vía de recompensa cerebral meso accumbens. En todas las especies motiva conductas para la sobrevivencia y la reproducción.
El sistema límbico
El Sistema Límbico es un conjunto de estructuras cerebrales involucradas en respuestas emocionales que se hacen conscientes en las regiones corticales, donde se encuentran las circunvalaciones del cíngulo y el hipocampo al igual que la superficie orbitaria del ovulo frontal y la corteza insular.
La corteza insular está dividida en una región posterior agranular que recibe aferencias viscerales generales, recoge datos del cuerpo referentes al tacto y a la temperatura, sensaciones internas de la actividad del estómago, intestinos y otras vísceras y es la parte del cerebro por lo que sentimos mariposas en el estómago. Comienza un enamoramiento con la etapa de deseo, motivo por el cual algunas personas dicen que el amor entra por los ojos, porque la observación visual crea un conjunto de estímulos que buscan una inevitable unión sexual. El deseo esta mediado por concentraciones de andrógenos y estrógenos. Los hombres con altos niveles de testosterona tienen una mayor actividad sexual, la lívido masculina tiene su punto más alto a partir de los veinte años y las mujeres sienten mayor deseo sexual entorno a los días de ovulación cuando hay niveles de testosterona altos. Los hombres que producen más testosterona tienen más problemas en sus relaciones maritales.
El amor romántico está mediado por elevación de dopamina, la cual produce euforia, aumento de energía, una gran concentración en el ser amado, con una motivación inquebrantable a tener respuestas emocionales típicas de pasión y obsesión. Hay aumento de la norepinefrina con una gran hiperactividad que producen insomnio, pérdida de apetito, temblor, taquicardia, ansiedad y miedo por la expectativa de tener una conquista favorable. La serotonina es una sustancia involucrada en el amor romántico con semejanzas en las respuestas de distintas patologías psiquiátricas como en el Trastorno Obsesivo Compulsivo -TOC- que se controla con medicación que tenga inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina ISRS. El amor romántico también presenta un pensamiento obsesivo y hasta compulsivo al pensar en la persona amada. Se ha documentado que la etapa del amor romántico tiene un periodo que la máxima duración es de tres años y luego paulatinamente comienza a presentarse una tendencia a la baja de receptores de dopamina, por lo cual disminuye la actividad de dicho neurotransmisor que disminuye la atención hacia un objeto específico en este caso a la persona amada.

Al terminar la etapa del amor romántico se presenta otro tipo de amor, el cual se desarrolló para permitir que nuestros padres vivieran con su pareja el tiempo suficiente para criar a un hijo durante su infancia, esta etapa se llama de APEGO que es un amor apacible, de calma, paz, seguridad y unión que se siente a menudo dentro de la pareja duradera. Esta etapa de apego esta mediada biológicamente por las concentraciones de vasopresina sérica y oxitocina. Durante el orgasmo los niveles de vasopresina aumentan de forma espectacular en los hombres y la oxitocina en las mujeres, son sustancias químicas que contribuyen a la sensación de fusión y cercanía que se siente posterior a una relación sexual satisfactoria .Contamos con sistemas neuronales que nos ayudan a preferir determinados estímulos que predicen una probable ventaja en la supervivencia y la calidad de vida reproductiva. Estos sistemas nos ayudan a evitar los estímulos predictores de rompimiento y fracaso. Es vital entender los mecanismos naturales que inciden en las preferencias al elegir pareja, para aprovechar las ventajas de nuestras capacidades de crear vínculos consolidados y afectivos.

Como se observa el amor es parte de la vida misma del ser humano, y está como generador de un conjunto de cualidades que dan vida y a la vez como dice la Biblia fomentan el cultivo de valores, hábitos, conductas y comportamientos que ayudan al desarrollo integral de todos los seres humanos en su ciclo de vida.
Dra. Gladys Llanos Vega de Ordoñez .M. Sc
gladysllanosv gmail.com