Quizá a la mayoría de mis amables lectores les puede resultar incomprensible el título que traigo en la presente semana; pero mi afán es contribuir, no con esta profesión, que tiene sitial científico predominante, sino con mis lectores, que ávidos por escarbar las realidades que nos rodea, darán espacio importante a esta afirmación, luego de revisar unas cuantas líneas que remito adicionantes.
Pasteur en el siglo XIX mencionó: “La medicina humana cura al hombre; la medicina veterinaria, salva a la humanidad”, frase por demás real y profunda, que abono a despertar en el mundo el interés por esta profesión, tan vieja como la humanidad, y tan paralela a la medicina humana, compartiendo sus inicios hasta 1761, cuando en Francia, la universidad de Lyon, da cabida a la primera escuela de medicina veterinaria en el mundo, desde ahí esta ciencia ha contribuido a mantener la salud del hombre y los animales, sobresaliendo lumbreras que han sido premiados con varios nobeles de medicina.
La actual pandemia que aún nos aniquila, ha destapado una realidad lacerante, al constatar que los logros de la medicina en el control de las enfermedades, deja enormes vacíos difíciles de cubrir, quedando retos tangibles que merecen una contribución para superarlos. Es por lo tanto inadmisible, que la OMS, creadora hace 20 años del concepto de “una sola salud”, sea la que deje a esta profesión sin participación tangible, desprendiéndose que sin veterinaria no hay “una sola salud”, y sin ella, el mundo se privó de conocer de antemano los potenciales patógenos de amenaza, merced a una rígida vigilancia epidemiológica veterinaria; conocer que el concepto de “inmunidad de rebano” es el principio de manejo de esta y otras pandemias que esta profesión sobrellevo; de sumar su infraestructura al testeo de humanos y de adicionar, entre otros, su participación técnica en líneas modernas, siendo hora de reconocer que de 10 enfermedades que nos afectan, no menos de 6 provienen de los animales, constatando que el hombre y los animales comparten un ambiente de vida, merecedor de los mejores esfuerzos por mantenerlo.