Un año para mantener la cordura

Luego de la algarabía de la campaña, el país necesita recuperar la serenidad y la mesura. Este es un buen momento para enseñar a las nuevas generaciones, así como a quienes observan el país desde fuera, que Ecuador es capaz de gestionar sus transformaciones políticas en orden. Dejar bien sentado ese mensaje marcaría una nueva época en nuestra historia institucional.

El correísmo amenaza con dejarse llevar por el frenesí de la victoria. Exaltado, el expresidente Rafael Correa busca sembrar un falso sentido de urgencia; bajo el falaz argumento de que el país desaparecerá si no se ‘interviene’ ya, persigue la destitución del presidente Guillermo Lasso. Esos comportamientos insensatos son, precisamente, los que perjudican la imagen del país y debilitan nuestra democracia. 

Este es el momento de apreciar los factores en su justa medida. El correísmo ha triunfado, pero tampoco es la fuerza imparable de hace quince años. Su masa de votantes no ha crecido sustancialmente en comparación con elecciones pasadas y las victorias de este fin de semana —aunque políticamente importantes— tampoco equivalen a las conquistas directas y totales de poderes del Estado a los que estaba acostumbrado. Mal harían en entregarse a un arrebato prematuro.

El Gobierno ha hecho oportunos llamados a mantener la cordura. Este año que empieza —sin campaña ni elecciones, con un régimen que promete cosechar resultados y con autoridades locales fresquitas en el puesto— es un buen año para trabajar en calma y competir, sanamente, con resultados tangibles. Eso, no más inestabilidad, sería la mejor antesala para la gran contienda de 2025.