Ante las propuestas tributarias del presidente Guillermo Lasso, con renovada fuerza se escuchan las usuales excusas para resistir impuestos.
Algunos aseguran no poder pagar más; otros se muestran siempre reticentes a cualquier tributo, alegando que estos solo sirven para alimentar la corrupción o los sobreprecios. Ambos argumentos, cada vez más sofisticados gracias al influjo de diversas ideologías libertarias y populistas, parten del falso supuesto de que la relación entre el Estado y el ciudadano es igualitaria y permanentemente negociable, cuando, al contrario, es asimétrica y a largo plazo.
Un Estado provee y mantiene bienes y beneficios —paz social, seguridad, orden institucional, infraestructura pública, ambiente habitable, entre otros—, que tardan varias generaciones en erigirse. Resulta inaudito que un ciudadano que goza a diario de esos bienes —y cuyos ancestros también lo hicieron— quiera condicionar, de forma arbitraria y unilateral, su aporte a ese Estado.
Quien hoy no tiene probablemente tuvo en el pasado y podría tener en el futuro; quien hoy siente que aporta mucho y recibe poco, probablemente proviene de un linaje que en otro momento aportó menos de lo que recibió y, en un futuro, ella o sus descendientes, recibirán también beneficios.
Es oportuno discutir los detalles tributarios, pero desterrando esa visión cortoplacista y pueril de la relación del ciudadano con su Estado. Solo la rigurosa participación tributaria de los ecuatorianos va a permitir que ese diálogo sea sincero y útil, con intereses legítimos y nobles de por medio.
FRASES DEL DÍA
«El progresista se sulfura de viejo viendo que la historia archiva lo que llamó progreso de joven.”
Nicolás Gómez Dávila (1913-1994), filósofo colombiano
«El mayor acto revolucionario es decir siempre a viva voz lo que está sucediendo.”
Rosa Luxemburgo (1871-1919), política polaca