Solo, casa adentro

El Gobierno recibió duros golpes durante el paro: la movilización que inició la Conaie,  la falta de equipamiento y personal de la fuerza pública, el intento de destitución de la Asamblea, una violenta y eficiente maquinaria de desinformación y propaganda. Enfrentó incluso el silencio, traducido en la falta de apoyo político de varios sectores, que hizo que luciera solitario.

Ante esto, el Gobierno adopta una posición de defensa. Fortalecerá a la Policía y a las Fuerzas Armadas, intentará resistir ante una Asamblea que irá a por los organismos de control y buscará aliados fuera del país. Frente a otros posibles paros, el Gobierno busca desde ya herramientas en Estados Unidos, Israel y el Reino Unido.

Sin embargo, casa adentro el Presidente yace solo. No escucha —dicen quienes creen gozar de su confianza— o, más bien, escucha pero reacciona con la convicción de un líder autosuficiente.

La desatinada acusación reciente sobre el financiamiento del paro proveniente del narcotráfico —quizá fundada, pero sin evidencias que la respalden— demuestra la línea de defensa que ha asumido el Estado: se cree en guerra con el narcotráfico. Quizá lo esté, pero la realidad lo supera. Caen bandas, pero no hablan de quienes protegen a “las otras”; mientras tanto, en la calle, el ciudadano de a pie declara que, mientras no tenga que palpar y saborear la sangre en su propia cuadra, no le importa. “Mientras se mueva la plata…”, dice. Lo que le importa en verdad es aquello que el Gobierno insiste en minimizar:  la obra pública, la liquidez y el trabajo; y cuando sus nietos crezcan será la educación y ese progreso que no llegó porque, en el fondo, nunca fue prioridad para nadie.