Sin la distracción de tanto candidato, la campaña para la segunda vuelta será distinta, seguramente más agresiva. Los dos aspirantes que han pasado a la votación del próximo domingo 13 de abril deberán ser capaces de sumar alianzas con partidos, políticos y con sectores de la sociedad civil.
Los candidatos estarán, ahora más que nunca, bajo la lupa institucional y ciudadana. Deberán hablar de sus propuestas con más claridad, justificar el dinero que emplearán y si cargarán a la población con más impuestos.
Las estrategias de campaña utilizadas en primera vuelta ya no serán suficientes, pues prueban que el ruido en redes sociales, los golpes de efecto y el sentido aspiracional que comunicó la jóven pareja que ocupa Carondelet, no compensan la falta de empleo, de dinero en el bolsillo y la incertidumbre que se vive en la calle.
Por otro lado, los resultados también prueban falso aquello de que el correísmo no podía romper su techo del 30%.
Al inicio de la campaña, la izquierda habló de crear una unidad que no prosperó; quizá hoy las cosas lucen distintas. Si quiere diferenciarse de esa tendencia, Daniel Noboa deberá transparentar al electorado su proyecto de país. Por fin, ojalá, sabremos qué modelo ideológico, económico y político propone el candidato-presidente, más allá de la seguridad. Además, deberá sortear, todavía, el problema que representa la vicepresidenta Verónica Abad.
Vendrán dos meses interesantes en los que los votantes, junto con los dos binomios que se disputarán la presidencia, deberán pensar y elegir el tipo de país en el que quieren vivir.