Rechazo al terrorismo

Anteayer, al anochecer, los líderes de la Conaie decidieron posponer las negociaciones que conducían con el ministro de Gobierno. La excusa que dio el presidente de dicha organización, Leonidas Iza, fue que él y sus pares estaban muy cansados, y que temía que la contraparte se aproveche de su fatiga para engañarlos. Pocas horas después, de madrugada y a doscientos kilómetros de allí, 17 tanqueros con diesel avanzaban en dirección al bloque petrolero ITT, escoltados de militares y policías. Intentaban llevar el combustible a los pozos para que pudieran seguir operando y evitar así el inminmente corte que pondría en riesgo el abastecimiento energético del país e implicaría millones en pérdidas —tanto en multas por incumplimiento de cuotas de exportación como por los costos de volver a arrancarlos—. Los camiones de diésel y provisiones nunca llegaron a su destino porque fueron emboscados por comuneros. El sargento del Ejército, José Chimarro, fue asesinado; más de una decena de soldados y policías resultaron heridos, y un vehículo fue incinerado.

Como si no bastara la ignominia de un ataque frontal a fuerzas del Estado que buscaban asegurar la imprescindible provisión energética de todos los ecuatorianos, ni la repugnante incoherencia de impedir la producción de un producto estratégico —combustible— por el que se afirma estar luchando, el país tuvo que ver al presidente del Legislativo y a Leonidas Iza especular perspicazmente, horas después, y en vivo desde la Basílica del Voto Nacional, que si el diálogo no se hubiese extendido el día anterior, quizás ese ataque no hubiese ocurrido. ¿Desde cuándo es el terrorismo un argumento válido? ¿Es que acaso el Estado ya fue doblegado y ni siquiera nos dimos cuenta?