Por un Petro sensato

Desde ayer, por primera vez en su historia, la hermana República de Colombia es gobernada por un presidente que se autodenomina de izquierda. El nuevo mandatario, Gustavo Petro, en su discurso de toma de posesión, enfatizó la importancia de la unidad latinoamericana e invitó a minimizar la importancia de las diferencias ideológicas entre gobiernos, pero brillaron por su ausencia las menciones puntuales a la situación de sus países vecinos, del narcotráfico internacional, de la relación con los Estados Unidos o del comercio exterior.

Además de la importancia económica que tiene Colombia para el Ecuador y de su relevancia en temas de seguridad —sea como origen de dificultades o como socio en su resolución—, la injerencia de la política colombiana en la política ecuatoriana en momentos de extrema delicadeza, ha tenido muchas veces consecuencias descomunales sobre nuestro porvenir —el sangriento accionar del M-19, grupo del que Petro formó parte; el escándalo de Banco Andino y Banco del Pacífico, que él conoce a la perfección; la desfachatada intrusión de su exaliada Piedad Córdoba; entre otros—.

Mientras Ecuador vive un momento de peligrosa fragilidad en su estabilidad política y seguridad interna, prófugos sentenciados de la justicia ecuatoriana se cuentan entre los amigos del nuevo mandatario colombiano y nocivos expertos en propaganda que envenenaron irremediablemente la atmósfera política de nuestro país se arriman a su equipo. Ojalá que, por una cuestión de elemental cortesía entre vecinos y de respeto a la soberanía nacional, el nuevo presidente de Colombia sepa guardar respetuosa y sensata distancia con lo que sucede políticamente al sur de su frontera.