Nada resulta descabellado

El miedo, la anomia y la incertidumbre hacen que lo que parecía inadmisible se torne súbitamente presentable. Pocos días después de toda la convulsión producto del último paro y del intento de destitución del presidente Guillermo Lasso —que acarreó un metódico resurgir del discurso separatista—, el líder socialcristiano e histórico caudillo guayaquileño Jaime Nebot Saadi lanzó abiertamente su propuesta de “Una República Federal y Unida”. En el delicadísimo momento que atraviesa el país y viniendo de uno de los pocos líderes genuinamente solventes de las últimas décadas, semejante postulado sacude los cimientos del Estado.

Nebot acusó al gobierno del presidente Lasso —su ex aliado— de privilegiar los intereses del Estado y de la burocracia por encima de los de la población, y descartó cualquier posibilidad de redención al hablar de  “un Estado fallido que genera gobiernos fallidos”. Su discurso parecería entrañar reclamos llamativamente similares a los de otro ‘hombre fuerte’, pero de la Sierra: Leonidas Iza.

Atentar contra la unidad territorial y fomentar la secesión es algo prohibido por la Constitución vigente y por todas las que la precedieron. Sin embargo, en la política del nuevo Ecuador, de líderes regionales simples y fuertes, que no temen desafiar a un gobierno dilatado y apocado, ya apenas existen tabúes.

Mal haría el régimen en responder a la exaltación con más exaltación; las ideas descabelladas no se desarticulan con ataques, sino con serenidad, orden y cautela.