¿Militarizar la lucha contra las drogas?

En la lucha contra el narcotráfico se debe tener en mente primeramente el bienestar de la población, no la popularidad de un gobierno —cualquiera que sea— ni las convicciones íntimas de las autoridades. Convertir el tema en una violenta ‘cruzada’ militarizada quizá sea atractivo y beneficioso para la imagen del régimen a corto plazo; sin embargo, derivaría en un baño de sangre ecuatoriana en el que, a la larga, ganarían apenas los “mercaderes de la muerte”.

Resultaría inaudito que, luego de todo lo que el mundo ha visto cincuenta años de esfuerzos antinarcóticos, nuestras autoridades se dejen llevar por los cantos de sirena de los fanáticos militaristas. Vale recordar que se trata de un problema de origen externo, tanto en materia de demanda como de oferta. Por tanto, la cooperación y la diplomacia deben anteceder, tanto en importancia como en asignación de recursos para ello, al uso de la fuerza puertas adentro. Asimismo, una postura maniquea ante el consumo interno implica estigmatizar a desafortunados compatriotas e ignorar innecesariamente los valiosos avances y descubrimientos que hay en el mundo con respecto a la prevención del consumo por medio de la educación y al tratamiento, por medio de la ciencia, tan o más abundantes que los que hay sobre cómo librar una ‘guerra contra las drogas’.

Militarizar esa lucha implicaría hacer la vista gorda a los verdaderos cimientos de la industria del narco en el país: dinero sucio, corrupción en la justicia y armas ilegales; para todo ello, los Estados modernos cuentan hoy con herramientas tecnológicas y legales efectivas cuando hay verdadera voluntad política, apoyo popular y gente honesta —algo que Ecuador aún tiene de sobra—.