Las dictaduras en apogeo

Es engañosa la idea autocomplaciente de que basta el tiempo para que la democracia se imponga y el llamado socialismo del siglo XXI o, como otros prefieren denominarlo, ‘castro-chavismo’, termine de derrumbarse. La flor y nata del exilio cubano murió esperando, infructuosamente, la caída del régimen de la isla y parece que a sus pares venezolanos y nicaragüenses les aguarda un destino similar.

La democracia en Latinoamérica tiene hoy enemigos formidables a los que solo los ingenuos y fanáticos ciegos menosprecian. En Venezuela, Nicaragua y Bolivia, los verdaderos diseñadores del sistema son sujetos perversamente inteligentes que conocen Occidente a profundidad, y sus líderes, tal y como su ascenso y sobrevivencia entre competidores inescrupulosos lo demuestra, son sumamente astutos.

Cuentan además, en el caso de Venezuela y Bolivia, con ingentes recursos naturales, y, en el de Nicaragua, con una importante posición geopolítica —motivo por el que desde la Guerra Fría fueron países tan disputados—.  A eso se le debe sumar la descomunal experiencia cubana y la abundante tecnología industrial-bélica rusa, china, iraní y, en algunos casos, europea que está y estará siempre a su servicio a cambio, justamente, de toda esa riqueza natural y facilidades geográficas. Distan mucho de derrumbarse.

Ecuador, con el botín logístico que representa ahora para el narcotráfico y su inocultable potencial minero, constituye un blanco atractivo para los seguidores de dichos modelos. Mal haríamos en creer que la lucha contra la tiranía ‘bolivariana’ —que aquí se vende en diferentes presentaciones, no solo la correísta— se ganará apenas girando cheques, agitando las redes sociales y buscando simpatía internacional.