La Vicepresidencia marginada

La semana pasada, el país vio con asombro cómo el presidente Guillermo Lasso emprendía su viaje a China sin delegar el poder al vicepresidente Alfredo Borrero.

Es una constante del primer mandatario, quien no aceptó desprenderse de sus facultades presidenciales ni cuando, el año pasado, debió someterse a una cirugía de considerable complejidad. Somos testigos de un sostenido desdén estatal hacia la Vicepresidencia y la innegable importancia de la que está investida como institución.

La política ecuatoriana tiene una larga tradición de relaciones tirantes entre presidente y vicepresidente.

Experimentos constitucionales anteriores contemplaban la elección de ambos mandatarios por separado, lo que condujo a la célebre sentencia velasquista del vicepresidente como ‘conspirador a sueldo’. Desde el retorno a la democracia, diferencias ideológicas distanciaron a veces al presidente de su segundo—como en los gobiernos de Jaime Roldós y León Febres Cordero—; más tarde, dos vicepresidentes fueron beneficiarios del derrocamiento de su compañero de fórmula.

Bajo el correísmo, la vicepresidencia degeneró en una suerte de oficina de promoción de proyectos faraónicos; pero, la figura de Otto Sonnenholzner pareció devolver a la institución su justa trascendencia.

La política contemporánea concentra peligrosamente la atención, poder y destaque en el presidente; justo lo que una república busca evitar. En ese sentido, un vicepresidente más protagónico —y un presidente con menos celo profesional— fortalecería la salud de nuestra democracia. 

FRASES DEL DÍA

«Un gobierno que usa la fuerza para mantener su dominio, enseña al oprimido a usar la fuerza para oponerse a él.”

Fernando Gamboa González (1970), escritor español

«Las preguntas no cambian la verdad, pero le dan movimiento.”

Giannina Braschi (1953), escritora puertorriqueña