La importancia de opinar

Cuántas veces no nos habremos sentido presionados por la presión apabullante del grupo. El ejemplo más claro, la moda. Los gustos de las personas cambian de una época a otra, en cuestión de ropa, música y demás. Pero la presión social no solo se refleja en estos ejemplos, sino en las opiniones que tenemos de cualquier tema, hasta del suceso más objetivo que pueda haber.

En aras de entrever este último efecto se realizó el experimento de Asch en 1951. El experimento era bastante sencillo. Se le mostró a un voluntario, rodeado de varios cómplices del investigador, una serie de imágenes con líneas. El voluntario debía decir qué líneas eran semejantes, siendo el resultado correcto bastante obvio y objetivo. Sin embargo, antes de dar la respuesta, los cómplices del experimento daban una respuesta incorrecta. El voluntario, desconfiando de su juicio, terminaba por decir la respuesta incorrecta para acompasar su respuesta con la de la mayoría.

La presión social ha llevado a conseguir consensos sobre temas bastantes discutibles a lo largo de la historia de la humanidad. Conjuntamente, tiene nefastas aplicaciones en la política. Y es que, citando a Joseph Goebbels, ministro de Propaganda del partido Nazi, “una mentira repetida mil veces, se convierte en verdad”.

Pero el experimento no acabó ahí. Al grupo conformado por los cómplices que daban respuestas incorrectas y el voluntario, se añadió un cómplice que sí expresaba respuestas correctas. El voluntario, al ver que no era ya el único con su criterio, terminaba decantándose por, ahora sí, dar respuestas correctas. El añadir una sola persona que apoye su punto de vista tuvo una fuerte repercusión para cambiar su elección. Se puede concluir que siempre toca opinar, o casi siempre. Quién sabe, a lo mejor le podemos dar ese pequeño impulso a alguien que se ve atrapado por la presión social.

[email protected]