La hora del combate a la desnutrición

La exitosa campaña de vacunación contra la COVID-19 quedará plasmada en los libros de historia, envuelta en un halo de optimismo, como un hito del Gobierno del presidente Guillermo Lasso. Sin embargo, hace rato que la gente superó el entusiasmo por este logro y el Presidente corre el riesgo de pasar a la posteridad como aquel que, por su inacción, fracasó en la misión de evitar el retorno de la tiranía populista que le encomendó la mayoría de ecuatorianos.

El Gobierno enfrenta un reto que le permitiría, dentro de lo posible, volver a unir a los ecuatorianos y sanar en algo las cicatrices que los recientes eventos dejaron: el combate a la desnutrición crónica infantil. No sería una maniobra demagógica, sino una política de Estado sobre la que existiría un amplio consenso, especialmente en la difícil situación actual. ¿Qué ecuatoriano podría oponerse a acabar con ese flagelo? ¿Qué motivo podría existir, que no sea la más vil mezquindad política, para no apoyar semejante lucha?

La campaña de vacunación se basó en tecnología existente, experiencias semejantes en otros lugares y épocas, personal y recursos públicos, y experticia logística. Todos estos recursos -públicos y privados- continúan a la mano para que el Gobierno pueda replicar dicho éxito en el combate a la desnutrición crónica infantil. Existen los recursos, la gente, las herramientas técnicas y, lo más importante, el incondicional apoyo popular para dicha iniciativa. Solo falta la voluntad política. ¿Qué espera para empezar?