Algunos sectores de la sociedad ecuatoriana siguen confundiendo educación con maltrato. Una polémica se desató luego de que, días atrás, trascendiera el caso del profesor de un colegio de Latacunga que cortaba arbitrariamente el cabello de sus estudiantes. Como ya sucedió en otras ocasiones ante incidentes similares, unos destacan los límites legales y éticos que deben respetar los docentes, mientras muchos defienden públicamente prácticas draconianas de ese tipo.
Es necesario erradicar esa enfermiza convicción de que la humillación y la represión guardan virtudes pedagógicas. Dictar comportamientos a los jóvenes por medio del tormento y la humillación solo siembra en ellos las peligrosas nociones de que la verdad se define por la fuerza y de que el poder tiene el derecho a imponerse con violencia. Los ciudadanos formados bajo esa filosofía recrean esos comportamientos y asocian jerarquía con represión; mientras más arriba en la escala, más derecho a agredir se arrogan.
Esta perversa cultura de dominantes y dominados, rebosante de sadismo encubierto, no le ha aportado en nada al país. Hay quienes hablan con nostalgia de ese pasado no tan lejano en el que la mal llamada educación contemplaba brutales tormentos, y olvidan que la inmensa mayoría de compatriotas, cuyos comportamientos critican, fueron justamente formados bajo esa cruel filosofía.
Debemos extirpar la violencia de la educación. No hay lección, lectura ni clase que valga si es que, al mismo tiempo, se enseña -con el ejemplo- a los estudiantes que poco valen los argumentos y la razón, sino que son el poder y la fuerza los que tienen la última palabra.
FRASES DEL DÍA
«Cuando crecemos nos sentimos un poco desleales. Sin culpa no hay crecimiento.
Elsa Punset (1964), escritora inglesa
«El poder cree que las convulsiones de sus víctimas son de ingratitud.
Rabindranath Tagore (1861-1941), pensador indio