El legado de Lenín Moreno

Es más fácil criticar las acciones de un gobernante que buscar, reconocer y sopesar sus aciertos. Los lentes de la ideología, los intereses varios y las urgencias del ahora pueden nublar lo que el tiempo aclara, de a poco, y con la inmensa ventaja de la retrospectiva. Esta reflexión se ha hecho el país en los últimos meses y frente a la tragedia venezolana, sobre Lenín Moreno.

Luego de ser vicepresidente de Rafael Correa durante seis años, ganó la Presidencia auspiciado por su partido. Detener la inercia estatal e implementar cambios es difícil y siempre genera grandes resistencias. Las medidas de austeridad -necesarias tras 10 años de dispendio público- apuntaron a reducir el tamaño del estado, eliminando más de 25 instituciones, y fusionando otras tantas.

El malestar fue natural y obvio, agravada por su frontal intención de romper con Correa y su estilo autoritario. Su habilidad fue tal que logró desintegrar parte del bloque legislativo que sostenía el correísmo, lo que le dio también cierta gobernabilidad durante los primeros dos años. Luego, en la consulta popular de febrero de 2018, Moreno incluyó la pregunta sobre la reelección indefinida.

Con un incuestionable 62%, la población se pronunció rechazando las aspiraciones de Rafael Correa, o cualquier otro, de adueñarse de la Presidencia. En entrevista con LA HORA, el expresidente Moreno admitió que consideró preguntar sobre la eliminación total del Consejo de Participación Ciudadana, hoy fuente de manoseo y discordia. “Nos dijeron que no era el momento”, contó, entre otras cosas.

La política es un oficio ingrato, pero la historia quizá reconozca el afán demócrata de un hombre que respetó a la Prensa y, al menos, no quiso eternizarse en el poder.