Dos gobiernos han llevado adelante un plan diseñado por las Fuerzas Armadas para contener la inseguridad. La explosión de las muertes violentas, el narcotráfico y la contaminación de las instituciones estatales hizo que reaccionen ante las bandas delincuenciales que en las sombras fueron tomando fuerza.
Los cuerpos de Inteligencia han ido identificando a los delincuentes más peligrosos y los han ido capturando, dentro y fuera del país. Pero esta ofensiva está causando un cambio en el mapa de la criminalidad.
Los cabecillas capturados dejan el poder y hay una disputa para ocuparlo; luego, estalla la violencia. Esto que ya ha sucedido en Manabí, Azuay y Orellana, trae ahora una ola de violencia a Quito.
LA HORA revela que en la Policía hay preocupación por una posible subida de los índices de criminalidad en la capital, por eso van a por quienes aspiran a líderes y sus personas de confianza.
El juego no es infinito. La actual estrategia, que ha funcionado para reprimir a los violentos en una primera etapa, es insuficiente.
Ninguna política militar o policial es sostenible en el tiempo, ya lo advirtió el expresidente de Colombia, Álvaro Uribe. Si el país sigue en esa línea, caerá uno y nacerá otro. Por eso, es momento de empezar a reforzar la estrategia de cambio.
Álvaro Uribe asegura que no se pueden eludir las políticas sociales. Los aplausos a los soldados, a policías, pueden transformarse en fatiga ciudadana. Represión al crimen, sí. Pero también mayores oportunidades para los ciudadanos. Esa es la fórmula.