El chicle

Diana Luzuriaga Vera

¿Sabías que cada año nuestros mares y océanos tienen alrededor de ocho millones de toneladas de plástico y que de continuar a este ritmo en 30 años podríamos tener más plásticos que peces en ellos? Esta realidad nos invita a la acción inmediata. El plástico se ha convertido en una constante en nuestra vida, lo encontramos en todas partes y de todas las formas: envases de productos, ingredientes de cosméticos, materiales textiles, teléfonos móviles…pero algo que me sorprendió es que, incluso el chicle, un producto aparentemente tan inofensivo contiene plástico.

Estimados lectores la goma de mascar supone un auténtico reto para la limpieza de ciudades a nivel mundial y también representa un grave problema ambiental, pues los materiales con los que son elaborados no son biodegradables. Es más, de no ser procesados adecuadamente, su ciclo de degradación natural puede durar 5 años, durante este período se descomponen lentamente, liberando sustancias contaminantes en el medio donde se encuentren.

El plástico nos sobrevive y sobrevivirá a nuestros hijos, se calcula que tarda entre 100 y 1.000 años en desintegrarse. Pero no todo está perdido, la buena noticia es que tenemos el poder de revertir esta situación y conseguir que los fabricantes cambien su forma de producir ¿Cómo? Modificando nuestra forma de consumir.

Esta tarea requiere un cambio de hábitos y de mentalidad, debemos dar los primeros pasos: hacer del reciclaje un hábito, los chicles, como los demás plásticos deben ser reciclados de manera adecuada; y, concienciar nuestro entorno sobre la importancia de reducir el consumo de plásticos de un solo uso. El impacto de nuestras acciones por el bien del planeta aumentará exponencialmente, si empezamos dando el ejemplo en la familia, amigos y compañeros de trabajo.

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