Las ratas no mienten

Con maquillaje y parches, no se puede ocultar indefinidamente lo que está sucediendo con Quito, y la epidemia de ratas que experimenta la capital lo demuestra. Los roedores proliferan en espacios cada vez más visibles —alcantarillas, botaderos, terrenos baldíos, parques—, lejos de la propaganda, los discursos y las obras cosméticas; La plaga es tal, que a plena luz del día, las ratas desfilan por espacios públicos en distintas zonas de la Capital.

Llegar a este punto requiere negligencia sostenida en diferentes áreas durante mucho tiempo. El problema de la basura en Quito continúa agravándose —pese a todas las advertencias—, y cada administración se limita a pasar la ‘papa caliente’ a la siguiente, al igual que sucede con el mantenimiento del alcantarillado, otrora un ejemplo para otras urbes del Ecuador.

Los quiteños podrán acostumbrarse a prescindir de parques descuidados o hacer la vista gorda ante las veredas sin mantenimiento, pero las ratas se encargan de recordarnos el trabajo pendiente.

Los solares vacíos donde la vegetación crece sin control, las viviendas abandonadas o sin debido mantenimiento, las construcciones sin permiso o los asentamientos ilegales sin acceso a servicios básicos evidencian una creciente anarquía de la que las ratas son una consecuencia temprana, pero no la única.

Problemas de salud pública, deterioro de los servicios básicos y una reducción tanto de la esperanza como de la calidad de vida se están incubando paulatina y silenciosamente, como las ratas, y afectarán pronto a los quiteños si no se retoma el orden y se atiende lo prioritario.