Diálogo de sordos

Pese al momento de severa polarización y de sensibilidades exaltadas que vive el país, cuando resulta urgente tender puentes para un entendimiento, la Asamblea Nacional y el Ejecutivo se abocaron ayer a un diálogo de sordos.

Los legisladores de la mayoría de oposición insistieron en echar sal en las heridas y en azuzar la sensación de desesperación, desafiando al Presidente a llamar a elecciones anticipadas. El Ejecutivo, a su vez, optó por derogar un decreto de estado de excepción para emitir otro —un sorpresivo acto que sus antagonistas calificaron como “jugarreta jurídica” o “burla”, y que probablemente cosechará una exaltada respuesta en las calles—.

¿A dónde quieren conducirnos con estas actitudes? En las actuales circunstancias, resulta sumamente nocivo para el país que los principales actores opten por una estrategia de desgaste. La experiencia reciente nos enseña, de sobra, que vencer sin convencer no soluciona los problemas, sino que apenas los posterga. Doblegar a las protestas por hambre, frío y represión, sin escuchar, como se hizo durante más de una década durante el correísmo, o imponer una agenda propia al Estado por medio del terror y el agotamiento —como en octubre de 2019— solo sirve para garantizar que el próximo round llegue con más animadversión y deseos de revancha.

Quito amanece sitiada, de nuevo. Los alimentos empiezan a escasear y miles de personas se baten en las calles para poder trabajar. Cuesta creer que, más allá del ya conocido puñado de fanáticos, la mayoría de los actores políticos quieran llevar al país por una senda de polarización creciente, que de ninguna manera se solucionará con un proceso electoral o una simple triquiñuela legal.