Cuando muere una niña

Toda sociedad se construye sobre la imperiosa necesidad de proteger a los más débiles. Aunque hay mucho sobre lo que los ecuatorianos discrepamos, no cabe duda alguna sobre la protección a los niños. Pocas cosas unen tanto a una comunidad como la convicción de que ningún niño debería morir de forma innecesaria.

Lo sucedido con la niña Valentina Cosíos, quien tenía apenas once años cuando perdió la vida, hecho presuntamente ocurrido dentro de un establecimiento educativo, constituye clamorosa evidencia de un fracaso social.

La sociedad moderna ha impuesto, en un proceso que luce ya irreversible, una presión laboral ineludible tanto sobre padres como madres. Ante ello, el sistema educativo está, y estará cada vez más, llamado a asistir ya no solo en la formación académica de los niños, sino también en el cuidado y protección de su integridad física y salud mental. Tanto las autoridades como los gremios deben garantizar que instituciones y docentes estén conscientes y preparados para esa tarea.

La sociedad en su conjunto, pero sobre todo Ruth Montenegro —la madre de Valentina— merece además, de parte de las autoridades policiales y judiciales, una respuesta definitiva y veraz con respecto a este caso.

No queda claro cómo pueden existir tantas y tan serias divergencias e inconsistencias en la investigación de un caso de ese tipo, que desde un inicio debió merecer los mayores y mejores esfuerzos de parte de las autoridades. Es intolerable que se cubra la muerte de una niña con un manto de silencio.

FRASES DEL DÍA

«Con el progreso hemos destruido nuestra única arma contra el tedio: aquella extraña debilidad que llamamos imaginación.”

Oriana Fallaci (1929-2006), periodista italiana

«Cambiemos de raíz sin cambiar las raíces.”

Vicente Fox (1942), expresidente de México