Crecer primero para tributar después

El sistema tributario ecuatoriano, tradicionalmente, tiene un solo propósito: extraer cuantos recursos sea posible para alimentar a un Estado eternamente hambriento. Bajo esa óptica, la autoridad exprime a empresas y personas de forma constante, pero siempre con cuidado de no destruirlas definitivamente, para no secar la fuente. Es una situación más propia de la agricultura o de la ‘vaca lechera’: saber extraer cuanto sea posible, pero sin agotar.

El entorno legal ecuatoriano está diseñado para aquellos negocios ya consolidados, suficientemente competitivos, rentables y capaces de sobrevivir a semejante carga impositiva; para empresas nacientes, resulta fatal. Además de las dificultades intrínsecas que se derivan de un mercado pequeño y del riesgo de aventurarse con un nuevo producto o servicio, los emprendedores deben, con el régimen tributario actual, afrontar un costo de operación prohibitivo.

Por ello, la Cámara de Comercio de Quito acaba de incluir, entre sus propuestas concretas para la reforma tributaria, exonerar del impuesto a la renta a las nuevas micro y pequeñas empresas durante los primeros cinco años de actividad. Sugiere también incentivos a la reinversión y a la generación de nuevo empleo. Esto permitiría a las nuevas iniciativas fortalecerse y lograr escala, para luego, ya establecidas, generar trabajo, rentabilidad e ingresos fiscales. Se trata de reformas necesarias y oportunas que requieren pensar al régimen tributario como un sistema de estímulos para enrumbar la economía, no como una herramienta de extracción de recursos.