Convencer a los migrantes

Tal lugar común, la clase política ecuatoriana ha utilizado a la emigración de compatriotas como herramienta retórica.

Por medio del sentimentalismo, se ha encargado de instalar en el imaginario popular la visión del migrante como una víctima y de su partida como una tragedia que reclama un redentor. La discusión ha girado alrededor de convertirla en un instrumento para desprestigiar y culpar a uno u otro régimen por su auge. Pero, en muchos casos, la emigración representa una oportunidad de alcanzar lo que la patria no ofreció.

La agudización de las migraciones es un fenómeno mundial que obedece también a factores externos, como el progreso en información, transporte y comunicaciones, la transformación demográfica de los países de renta alta y el crecimiento económico global. Más que lamentos y recriminaciones, el Estado ecuatoriano requiere urgentemente plantearse qué va a ofrecer a sus ciudadanos en edad productiva para convencerlos de no marcharse a tantos otros países que necesitan, y necesitarán cada vez más, gente como ellos de forma apremiante.

La emigración le arrebata a una sociedad el tipo de personas que más requiere en su camino al desarrollo: dispuestas a correr riesgos, trabajadoras, ambiciosas y con visión a largo plazo.

Mientras el país tenga un régimen laboral, tributario y educativo que sistemáticamente entorpezca el desempeño y el crecimiento de la mayoría de la población, más buscará la  gente hacer su vida en otro lugar. En el mundo de hoy, los Estados compiten por el capital humano, incluso por el propio.

FRASE DEL DÍA

«Las conquistas modernas difieren de las antiguas en que solo se sancionan por medio de las armas cuando ya están realizadas económico o políticamente.”

Manuel Ugarte (1875-1951), político argentino