Consenso para hacer frente a la naturaleza

Esmeraldas es la vitrina en la que se aprecian los más dolorosos fracasos del Estado ecuatoriano. Como si la violencia no fuese suficiente, la naturaleza desnuda la falta de infraestructura, planificación y sistemas de alerta y auxilio que la provincia enfrenta.

Las tragedias que frecuentemente nos dicta nuestra geografía no discriminan ideología y son capaces de echar abajo el proyecto de cualquier partido. Tampoco hay región o grupo social inmune. La diversidad climática y topográfica de nuestro país implica también diversidad de riesgos —terremotos, deslizamientos, inundaciones, erupciones—; esa vulnerabilidad nos iguala a todos. ¿Qué hace falta para articular una política de Estado ante los desastres naturales? Cuando se habla de ‘acuerdo nacional’ o de ‘amplios consensos’ se suele pensar en poner fin a las pugnas políticas, el hostigamiento judicial o a las cuentas atrasadas; pero los consensos que verdaderamente se requieren son los que salvan vidas, evitan calamidades y previenen que descendamos de un plumazo un par de peldaños en la escalera al desarrollo.

Las grandes obras que han transformado al país para bien no han sido producto de una persona ni de un Gobierno, sino fruto de un trabajo colectivo a lo largo de varias generaciones. La red de transporte, el sistema energético, la infraestructura petrolera, la matriz agroexportadora, la plataforma turística fueron producto de un verdadero esfuerzo nacional. Se requiere lo mismo para, paulatinamente, salvaguardar al país de catástrofes como la que enfrenta Esmeraldas.

Lo sucedido en la ‘Provincia Verde’ es una alerta para el resto del país, que sufrirá con furia los embates de El Niño, pero la ayuda para levantarla no puede esperar.