En general, las personas estamos inmersas en temas de coyuntura nacional o local, lo cual es natural para anticiparnos a los desafíos que afectan nuestras actividades diarias. Sin embargo, al observar el alto índice de suicidios en nuestra ciudad, nos enfrentamos a un grave problema de salud pública que requiere atención y prioridad inmediata. Este problema a menudo queda relegado a cifras frías que no reflejan el impacto real en nuestras comunidades, y nos distrae de la realidad que afecta a nuestro entorno cercano. La falta de políticas públicas efectivas para abordar las causas subyacentes de estos trágicos eventos y la dependencia excesiva en leyes y ordenanzas que a menudo carecen de recursos adecuados para la consecución de sus fines agrava la situación. Además, es crucial recordar que los trastornos relacionados con adicciones y salud mental incrementan significativamente el riesgo de suicidio, de lo cual poco se habla.
Este panorama pone de manifiesto la incompetencia en la mitigación del problema y sus graves consecuencias. No obstante, también es importante reconocer a aquellos que, con valentía, enfrentan diariamente las adicciones y los trastornos mentales bajo el lema “un día a la vez”. A pesar de las dificultades y del impacto en sus seres queridos, estas personas continúan con la firme convicción de que vivir sigue siendo la mejor alternativa. Daniel, mi amigo, es un ejemplo cercano de esta lucha constante, recordándonos que, a pesar de las cifras y los efectos colaterales de las adicciones, la esperanza y el esfuerzo diario son fundamentales para superar los problemas y reconciliarnos con nosotros mismos y con nuestros seres queridos. Admiramos y aplaudimos a muchas personas que, con disciplina y esfuerzo, alcanzan cierto éxito; de la misma manera, debemos sentir orgullo por aquellos cuya lucha es contra sí mismos, con el gran objetivo de mantenerse en pie y vivos.