Opiniones desacertadas

Iván Paredes

Para emitir una crítica u opinión, como requisito sine qua non debemos tener presente no afectar la dignidad y el honor de las personas. Lo sucedido la semana pasada por un programa televisivo de señal abierta dejó entrever la separación y desunión entre ecuatorianos, muestra que evidencia la desintegración por el fanatismo político acompañado de la idiosincrasia emocional que caracteriza a la población.

La libertad de expresión tiene sus límites, más aún, cuando son los comunicadores, periodistas y entidades dedicadas a este fin quienes deben tener presente este derecho que, a pesar de ser inalienable e inherente para todos, también se debe mantener el respeto y la cordura al momento de expresar un criterio cuando se está dirigiendo a otra persona, por más que sea un opositor político o alguien que difiera con nuestros pensamientos y objetivos; y, es desde este ámbito que demostramos el profesionalismo, los valores, la ética, con lo cual nos hemos formado denotando la responsabilidad y deberes que tenemos frente a la sociedad, al prójimo y a los otros.

Es verdad, que la Constitución del Ecuador garantiza el derecho a opinar y expresarnos libremente en todas sus formas y manifestaciones (Art. 66.6), pero no es menos cierto que una persona agraviada tiene el derecho a exigir la rectificación, réplica o respuesta por quien así se expresó (Art. 66.7), sin olvidarnos de las garantías por discriminación, racismo, xenofobia, que rasgan principios esenciales del ser humano, causas fundamentales para la creación de la Declaración de los Derechos Humanos de 1948.

Esperemos que estos episodios no se vuelvan a repetir porque alteran el orden y la paz social; así como, mancillan la imagen del Ecuador y de sus ciudadanos, siendo el momento de mantenernos unidos sin importar la procedencia cultural, pensamiento religioso y político, recordando que somos parte de un hermoso territorio denominado Ecuador.