Numantinos del Siglo XXI

Nicolás Merizalde

Numancia fue una ciudad ubicada al interior de España que resistió con entereza el asedio del Imperio Romano. Corría el año 134 a. C., Roma envió nada menos que a Escipión Emiliano a doblegar a esta ciudad que se negaba a cualquier clase de pacto o contacto con los latinos y se había defendido con fiereza en un sin número de batallas previas.

El Escipión construyó un muro, cercó la vida numantina y la privó de víveres para obligarlos a negociar. Los numantinos decidieron no rendirse y tras 15 meses de una agotadora resistencia, la situación decayó en insostenible.

Se encontraban arrinconados entre la vida y la muerte, y eligieron. Asesinaron a sus mujeres y niños, y luego se suicidaron en masa tras quemar todo resto de su paso, de su vida. Los romanos conquistaron un pueblo muerto y una ciudad en ruinas. ¿Heroico? ¿Absurdo? ¿Ambos?

Si bien esta conocida historia suele estar relacionada con la fuerza y el empecinamiento de un pueblo típicamente orgulloso y español, lo cierto es que el principal objetivo de un gobernante: luchar por el progreso de su pueblo depende de la sobrevivencia del mismo, y en esa medida, Numancia fracasó. Abstraída en una dignidad debatible, prefirió derramar sangre de gente que de seguro no se preocupaban de la política con tal de alimentar a su familia, antes que arreglar acuerdos honrosos que le permitieran comerciar y generar lazos políticos con el monstruo de su tiempo, el Imperio Romano. Pero en el absolutismo, la voz disidente no trasciende.

Así de absurdamente heroicos lucen muchos contemporáneos para quienes la ilustración, la democracia y la globalización no acaban de llegar y prefieren condenar a la miseria a su pueblo antes que ceder ante una potencia o al deshonroso imperio de la verdad. Cuba, Argentina rechazando a Pfizer o los coterráneos que se niegan al Ciadi. Numantinos de nuestra era.